Descripción del cuento El ahijado de la muerte
Conocido a veces también por el título La muerte madrina, esta narración constituye un cuento tradicional alemán, recopilado por los escritores Jacob y Wilhelm Grimm, mejor conocidos como los Hermanos Grimm, célebres escritores germanos de cuentos para niños.
En esta historia, los hermanos Grimm estructuran un cuento que trata de expresar en su primera parte un mensaje de igualdad social, mientras que en su segunda expone de forma bastante gráfica, que a la muerte no puede engañársele, o por lo menos no dos veces seguidas, sin terminar pagando con la propia vida.
Resumen del cuento El ahijado de la muerte
Esta historia da cuenta sobre un hombre que tenía doce hijos, a los cuales no sabía cómo alimentar, teniendo que trabajar de día y de noche, para poder conseguir pan con el cual alimentarlos. Ante esta desesperada situación, el hombre ve cómo llega al mundo su hijo número trece. Decidido a conseguir un compadre para él, que lo ayudara con la crianza del niño, tomó al pequeño y se fue por el camino, decidido a buscarle de padrino, a quien primero se encontrara.
De esta forma, mientras transitaba por el camino, se topó frente a frente con Dios, quien al preguntarle qué le ocurría, se ofreció a ser el compadre del hombre y el padrino del muchacho, a fin de hacerlo feliz y cuidar de él. No obstante, el hombre lo rechazó, al saber la identidad de quien se ofrecía, pues para su entender, Dios le daba a los ricos y le quitaba a los pobres, por lo que no lo quería como compadre, ignorando que Dios reparte justamente los bienes. Abandonando a Dios, siguió caminando, decidido a encontrar un buen padrino para su hijo. Después de un tiempo, el hombre se topó con el diablo, el cual también se vendió como un excelente padrino, prometiendo riqueza y bienestar para el muchacho. Sin embargo, el hombre también lo rechazó como compadre al conocer su verdadera identidad, pues para el juicio del hombre, el Diablo era un ser que se encargaba de engañar y corromper a los hombres. Finalmente, en su búsqueda se topó con la Muerte, a quien aceptó como compadre, pues ella obra sobre ricos y pobres por igual.
Por su parte, la muerte prometió que haría del muchacho un hombre famoso y de fortuna, y así lo cumplió. Cuando el muchacho hubo crecido vino a buscarlo, llevándolo al medio del bosque, donde le enseñó una mata, indicándole que se convertiría en médico, y ella lo ayudaría. Cada vez que fuese a visitar a un enfermo, y ellas estuviese a la cabecera, él podría hablar con seguridad de que se salvaría, le daría la yerba que ella le había mostrado y el enfermo sanaría. No obstante, si ella se posaba a los pies del enfermo, él debía advertir que no habría nada que salvara al paciente.
A través de esta sociedad con su madrina, el muchacho llegó a convertirse en una verdadera leyenda de la Medicina, recibiendo llamadas de todas partes, y volviéndose muy rico, pues la gente le pagaba en oro, para que acudiera, pues decían que con solo ver al enfermo sabía su destino.
En medio de su mejor momento, el muchacho fue llamado a ver al Rey, quien había enfermado. Al llegar sin embargo vio a la muerte a los pies. Creyendo que podía engañarla, el Médico tomó al Rey, lo volteó, colocando su cabeza hacia los pies de la cama y le dio la yerba, logrando que el Rey se repusiera rápidamente. No obstante, esto enfureció a la muerte, quien le dijo que se la dejaba pasar porque era su ahijado, pero que la próxima vez que le quitara algo que era de su propiedad, lo pagaría con su vida.
Tiempo después enfermó la hija del Rey, quien estaba desesperado y había prometido su fortuna y la mano de la muchacha a quien la curara. Llamaron al médico, quien acudió, para encontrar a la muerte esperando a los pies de la cama. Pese a toda advertencia, y deslumbrado ante la belleza de la princesa, el muchacho repitió la misma hazaña, logrando que la princesa sanara rápidamente.
De inmediato, la muerte lo tomó por el cuello y se lo llevó a una cueva, en donde se podían ver pequeñas antorchas, de distinta intensidad. Cuando el muchacho preguntó qué eran, la muerte le contesto que era la vida de los hombres, niños, adultos y ancianos. El muchacho pidió ver el que correspondía a él, sorprendiéndose de encontrarlo casi a punto de extinguirse. Le pidió a su madrina que le reavivara la llama, a lo que esta le dijo que lo haría, pero por el contrario echó la antorcha por el suelo, apagándola. Acto seguido, el muchacho se desplomó en sus brazos.
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