El muerto es el título de un cuento, nacido de la pluma del célebre escritor argentino Jorge Luis Borges, el cual además constituye uno de los diecisiete relatos que conforman el libro de cuentos El Aleph, publicado por primera vez en el año 1949, gracias al trabajo de la editorial Lossada S.A, y que veinticinco años después, en 1974, fue reeditado por su propio autor.
Argumento del relato El Muerto
Como en todos los cuentos que conforman El Aleph, su autor crea realidades que se desenvuelven en paralelo a otras secretas y subterráneas que no obstante emergen hacia el final del cuento para cambiar el curso de las circunstancias y llevarlas nuevamente al terreno de la realidad, lejos de lo que habría imaginado esa otra realidad superficial, que nunca termina por ser la verdadera.
Así mismo, en cuanto a su tema particular, se podría decir que el tema del relato El muerto puede ser considerado la ambición, y cómo esta ambición enceguece al punto de no dejar ver a su víctima la red de trampas y traiciones que se van tejiendo la mortaja de quien se ha dejado llevar. En este caso, su protagonista, un gaucho con aspiraciones de contrabandista, llamado Benjamín Otálora, deseoso de sacar del medio y tomar para sí el puesto del jefe de la banda, Azevedo Bandeira, no logra descifrar cómo los méritos y escaños que va conquistando no son victorias, sino dádivas que le han permitido antes de cobrarle su traición y sus ambiciones.
Resumen del cuento El muerto
Esta historia comienza con un narrador omnisciente que se da a la tarea de identificar al protagonista de la historia que se narrará. De esta forma, dibuja a Benjamín Otálora –personaje sobre el que girará la historia- como un triste compadrito de un suburbio bonaerense, quien no obstante llegó a convertirse en uno de los hombres fuertes de una banda de contrabandistas de la frontera con Brasil, a pesar de que puede resultar increíble.
Así mismo, el narrador refiere un hecho ocurrido a Otálora cuando este tenía 19 años, momento en el cual acabó de una puñalada con la vida de su contendor en medio de una pelea, sin que esto lo hiciera sentir remordimiento o miedo. Igualmente, el narrador señala que este acontecimiento llevó a que el caudillo de la provincia lo despachara a la ciudad de Montevideo, Uruguay con una carta, dirigida a un tal Azebedo Bandeira, quien lo ayudaría.
Obediente, Otálora marchó a Montevideo en donde no pudo encontrar al tal Bandeira. Entre pasos perdidos terminó en un bar, bebiendo con otros hombres, hasta que intervino en una pelea, en donde un hombre trataba de apuñalar a otro. Ese otro resultó ser Azebedo Bandeira. Así que Otálora, quien creía recibir méritos suficientes, rompió la carta que traía consigo, y siguió firme en ganarse los méritos por cuenta propia.
Bebió esa noche, y se fue con el grupo de hombres que había en el bar. Al día siguiente, el mismo peón a quien le había frenado el cuchillo, sin importarle quién tenía la razón, le anunció que el patrón lo esperaba. Otálora estaba finalmente frente a Bandeira, quien le ofreció la posibilidad de unirse a sus hombres, a lo cual Otálora aceptó de inmediato. Marchó ese mismo día hacia la llanura extensa, en donde el transcurso de un año se convirtió en todo un gaucho y conocedor de los oficios del campo.
No obstante, durante ese año, Otálora también comprendió que Azebedo Bandeira no sólo era propietario de tiendas, sino que también se dedicaba a varios negocios, como el contrabando, pareciéndole de mucho mayor prestigio convertirse en contrabandista que seguir siendo un peón. Cónsono con su ambición, organizó todo para meterse en uno de los viajes y traer victorioso la mercancía.
Lo había logrado, se había convertido en uno de los hombres duros de Bandeira, al cual por cierto tenía un año sin ver. Cuando hubo regresado de uno de los viajes, a la casa de Bandeira pudo conocer que el patrón estaba enfermo. Una tarde, tuvo él la responsabilidad de llevarle el mate a su jefe. Al entrar a la habitación, lo vio acostado, reparando ante los signos de vejez que revelaba el cuerpo de Bandeira. Fue sorprendido en este ejercicio de observación por la mujer de pelo rojo que acompañaba a Bandeira, quien despertó y compartió un rato con Otálora hasta que lo despachó. Ese encuentro fue suficiente para que el corazón de Otálora se sublevara contra Bandeira, pues su rebeldía le indicaba que ese viejo no podía estar mandándolos.
Poco a poco, Otálora no sólo se rebelaba contra el bando de Bandeira, sino que comenzó a ambicionar su poder, su caballo y hasta su mujer. Esta ambición tomó forma en su actuar, el cual se convirtió cada vez más independiente, desobedeciendo a veces órdenes de Bandeira, a quien trataba de suplantar. Con el tiempo incluso logró ganar la amistad de Ulpiano Suárez, guardaespaldas de Bandeira, a quien termina revelándole su plan, ganando para sí su apoyo. Otálora gana terreno. Llega incluso a tener para sí a la mujer de pelo rojo.
Una noche, reunidos todos los hombres, se dan a la bebida y la comida. Otálora bebe y se siente jubiloso por las metas logradas, secretamente disfruta de la cuota de poder que atesora y de estar cada vez más cerca de quitar del medio a Bandeira. Al llegar las doce de la noche, como quien cumple con un deber, Bandeira se pone de pie y se aleja del grupo. Busca a la mujer y le ordena que bese a Otálora delante de todos. La mujer ruega que no, pero es obligada. Se la echan encima a Otálora, quien comprende que lo van a matar, y que todo ha sido un engaño, que los hombres de Bandeira le han permitido dar órdenes, tener a la mujer y creerse su cruzada, sólo porque ya lo sabían muerto.
Imagen: pixabay.com