Los dos reyes y los dos laberintos es un cuento autoría del escritor argentino Jorge Luis Borges. El relato hace parte de El Aleh, uno de los libros más representativos del famoso escritor y mismo que se encuentra conformado por diecisiete cuentos, publicado originalmente en 1949, gracias al trabajo de la casa editorial Lossada S.A, siendo reeditado también por el propio Borges en 1974.
Resumen del cuento
Este cuento de Borges comienza con una clara referencia a Alá, que pareciera ser usada por su autor para ambientar la historia en un ambiente oriental-islámico. De esta forma, Borges comienza a contar sobre un antiguo Rey de Babilonia, quien juntó a sus mejores constructores, a fin de crear un laberinto infinito, lleno de paredes, ventanas y construcciones, destinado a confundir a los hombres y perderlos.
Así muchos fueron víctimas de la creación de este Rey, quien al parecer se divertía con el entretenimiento de hacer que algunos invitados entraran al laberinto para perderlos. Así las cosas, el Rey Babilónico recibió una vez la visita de un Rey Árabe, al que considerándolo inferior que él, y con ganas de burlarse de lo que creía una inteligencia muy por debajo de la suya. De esta forma, el Rey Árabe entró en la laberíntica construcción, sintiéndose perdido, hasta que el último momento pidió ayuda a Alá, quien lo ayudó a encontrar la puerta de la construcción. Demostrando con esto también que por muy elaborada que sea la obra del hombre, nunca estará por encima de la obra de Dios. Salvado de este laberinto, el Rey Árabe se despidió del Rey babilónico comentándole que él también tenía un laberinto, y que sería un gusto llevarlo algún día.
Pasado un tiempo, el Rey Árabe partió a su reino, se recuperó, juntó a sus hombres y marchó sobre el reino babilónico, arrasando con sus construcciones, pobladores y con su corte. Finalmente, el Rey Árabe pudo tomar prisionero al Rey Babilónico, a quien maniató y montó en un caballo, llevándolo a un desierto. Estando ahí, le recordó que en su momento, él le había querido extraviar en una construcción laberíntica, así que él había decidió tomarlo para presentarle ahora su laberinto: un desierto, en donde a pesar de no existir paredes, ni ventanas, ni pasillos sucesivos, éste se extendía al infinito, como obra de Dios que era.
El Rey Árabe abandonó entonces al Rey Babilónico en la mitad del desierto, donde sin límites, ni caminos conocidos, ni puntos de referencia, el Rey Babilónico murió a los pocos días de hambre y sed. Finalmente, el narrador omnisciente de esta historia termina su relato con una referencia a Alá, decretando que “la gloria sea con aquel que no muere”.
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