El Pensante

Resumen de Un camino hacia el norte

Literatura - julio 7, 2016

Con el título Un camino hacia el norte este cuento, nacido de la pluma de la célebre escritora chilena, Isabel Allende, es uno de los veintidós relatos que conforman el libro Cuentos de Eva Luna, publicado por primera vez en el año 1989, gracias al trabajo de la editorial Plaza & Janés, momento desde el cual se ha convertido en un verdadero fenómeno de ventas, siendo traducido a varios idiomas.

Imagen 1. Resumen de Un camino hacia el norte

Argumento de Un camino hacia el norte

En sus líneas, Un camino hacia el norte dibuja la pobreza y necesidad de una familia con un niño con discapacidad auditiva. Sin embargo, esta pobreza también incluye la descripción del amor entre familiares, manifestado en el vínculo entre abuelo y nieto, el cual había conseguido hasta hacer posible la comunicación. No obstante, también interviene la visión que relaciona el bienestar con el dinero, hecho que lleva a la madre del niño, quien no podía ver otra cosa que sus limitaciones, a optar por entregar a su hijo a manos desconocidas con la promesa de que le esperaba la riqueza, siendo el terror lo que realmente aguardaba a su hijo.

De esta forma, la autora también expone las situaciones a las que están expuestos los miembros de las poblaciones más vulnerables, como el niño Juan, que además de ser pobre e indígena, lo cual ya lo coloca en una situación de margen y vulnerabilidad, cuenta con una discapacidad, hecho que lo coloca en riesgo, ante los peligros que pueden representar las ambiciones de los sectores privilegiados de la sociedad, hecho que parece estar representado en este relato por el norte desarrollado con su promesa de dinero y prosperidad, frente a un continente humilde como Latinoamérica.

Algunos lectores han objetado sin embargo el lenguaje un poco discriminatorio que la autora utiliza para referirse a la condición del personaje con discapacidad, como por ejemplo «anormal». En su defensa, algunos críticos han resaltado la fecha en donde se escribió este cuento, es decir, la década de los ochenta, en donde no existían políticas claras sobre cómo referirse a la población con discapacidad, así como tampoco existía una visión integradora de esta población. No obstante, para algunos vale más la intención de Allende de dibujar los riesgos de la población vulnerable que el error, tal vez por ignorancia, de usar algunas palabras que en la actualidad son tomadas como discriminatorias y peyorativas.

Resumen de Un camino hacia el norte

Este cuento de Isabel Allende comienza con la voz de un narrador omnisciente, quien dará cuenta sobre el viaje de 270 Kilómetros que realizan desesperados, durante ocho días, Jesús Dionisio Picero y su nieta Claveles Picero, rumbo a la ciudad, a fin de poder entrevistarse con el Secretario de Bienestar Social, atravesando para esto montañas y caminos, y siempre tratando de evitar a los soldados y caminos regulares, al tiempo que pasaban trabajo, hambre y sueño.

Así mismo, el narrador comenta cómo la pareja de abuelo y nieta por fin entraron a la capital, buscando al funcionario público, aun cuando el peso de muchos siglos parecía haber descendido sobre ellos. De igual forma, el narrador comienza a dar cuenta de quienes son estos personajes. De esta forma, señala que Jesús Dionisio Picero era un reconocido artesano provinciano, quien se había vuelto bastante famoso por las esculturas de madera que hacía sobre santos, así como por pequeñas esculturas que realizaba dentro de botellas, con mucha paciencia y cuidado, y que agradaban a sus vecinos y a los turistas, quienes confundían los colores que usaba Jesús con rasgos propios del arte indígena, población a la que pertenecía este hombre.

Este artesano no sabía leer ni escribir, sin embargo, lograba colocar en sus esculturas versos en latín. Tampoco obtenía de su arte el dinero suficiente para vivir, por lo que también criaba y cuidaba con esmero gallos de pelea que vendía en el pueblo, y en pueblos cercanos. Así crio junto a su esposa Amparo los trece hijos que tuvieron, aun cuando sólo sobrevivieron cinco de ellos a las enfermedades y accidentes de la infancia. Cuando ambos esposos eran ya mayores y daban por terminada la crianza de niños, por ser ya adultos todos sus hijos, llegó vestido de militar el menor de ellos, quien se había alistado en el ejército.

Este hombre traía consigo una pequeña y agónica bebé recién nacida, a quien la madre había dejado abandonada en el cuartel con una nota que aseguraba que el hombre era el padre. El general le había ordenado entregarla a las monjas, pero no teniendo corazón para eso, se la llevó a sus padres. La bautizaron Claveles Picero y se quedó a vivir con ellos, ayudando a su abuela en las labores de la casa y a su abuelo con las artesanías.

Después de catorce años de ese momento, Amparo amaneció muerta en su cama. Abuelo y nieta hicieron los honores  y la enterraron, y regresaron a la casa en donde guardaron un luto severo. El artesano se rebeló contra el destino, comenzó a beber a escondidas, sólo podía tallar imágenes lúgubres que no eran del gusto de nadie, y la casa se les vino encima convirtiéndose en la más pobre de la región. Claveles decidió irse a un pueblo vecino a trabajar, dejando al abuelo sumido en las tinieblas de su dolor.

Al poco tiempo regresó, con un bebé en el vientre, encontrándose con la sorpresa de ver cómo su abuelo se había sumido en la miseria. Enérgica le dijo que había mucho por hacer y que venía a quedarse. Ambos comenzaron a arreglar la casa, y la felicidad de saber que recibirían otro miembro de la familia, pareció recuperar al abuelo, quien empezó a tallar. Así mismo, fue el abuelo quien ayudó a traer al niño al mundo, como lo hizo con sus trece hijos. Lo llamó Juan, ante lo que la madre objetó que no había ningún Juan en la familia. El artesano argumentó que Juan era el mejor amigo de Jesús, y que como ése era su nombre, ese niño había nacido para ser su mejor amigo.

Sin embargo, con el tiempo abuelo y nieta notaron algo extraño en el niño. El médico les confirmó que era sordo, y que por lo tanto también sería mudo. La madre entró en desesperación, pues no tenía dinero para darle una vida acorde a sus necesidades. Pero el abuelo fue enérgico en que podía criarlo y educarlo. Y así lo hizo. A veces Claveles partía para trabajar en los pueblos vecinos y Jesús y Juan se quedaban cuidándose. El bebé aprendió rápidamente a cuidarse, a bañarse, vestirse e incluso a tallar las formas más sencillas de los santos. Su abuelo diseñó un sistema de señas para que ambos se comunicaran.

Pero la madre seguía pensando que debía mandarlo a estudiar. En la escuela del pueblo lo rechazaron, sólo quedaba la ciudad. En ese tiempo aparecieron entonces unos voluntarios de una fundación que captaba niños con discapacidad, para que fueran adoptados por familias gringas, con mucho dinero, que querían ayudar a estos niños. El abuelo fue tajante al decir que los hijos siempre deben estar con los padres, aun cuando Claveles quedó muy impresionada.

Varias veces se encontró claveles a los voluntarios en el pueblo, y estos incluso comenzaron a visitarla cuando el abuelo no estaba. Tanto insistieron que un buen día, la madre vistió a su hijo y lo llevó a la fundación para entregarlo, en pro de darle una mejor vida, y a cambio también de 250 dólares, que la ayudarían en su pobreza. Cuando el abuelo se enteró, destrozó la casa y golpeó a la nieta. No volvió a hablarle. La vida de abuelo y nieta siguió en absoluto silencio, como si fueran desconocidos.

Un día, Claveles escuchó como su abuelo la llamaba desesperada. “Lo mataron, lo mataron”, repetía el viejo. Claveles preguntó a quién, escuchando cómo el abuelo le decía que a Juan, repitiéndole también lo que acababa de escuchar en la radio, donde el Secretario de Bienestar Social anunciaba la captura de los miembros de la fundación a la que habían entregado a Juan, y que era una banda criminal que captaba a niños indígenas con discapacidad, para engordarlos y luego usarlos como bancos de órganos para pacientes ricos. Sin embargo, el funcionario también detallaba que habían logrado salvar más de veinte niños que estaban en espera.

Angustiados, el artesano y la nieta partieron a un largo viaje hacia la ciudad, en búsqueda del Secretario de Bienestar Social, a ver si entre los niños que se habían salvado se encontraba afortunadamente Juan, y si podían devolvérselo, al tiempo en que querían comprometerse con la dueña de la fundación desmantelada a trabajar duro para reintegrarle los 250 dólares, de los cuales ya casi no quedaba nada.

Imagen: pixabay.com