Sinopsis de un Discreto Milagro
Con el título, un Discreto Milagro este texto narrativo constituye un cuento, nacido de la pluma de la escritora chilena Isabel Allende, el cual forma parte de los veintitrés cuentos que construyen el libro Cuentos de Eva Luna, publicado por primera vez en el año 1989, gracias al trabajo de la editorial Plaza & Janés.
En sus líneas, la autora plasma la historia del padre Miguel Boulton, quien queda ciego, y a pesar de sus profundas convicciones políticas y religiosas, es convencido por su hermana de tratarse debidamente los ojos, hasta que el padre –quien tiene una visión bastante reservada de la religión- recupera milagrosamente la vista, aceptando que los milagros existen, y hasta ayudando a que la santa que lo curó reciba su reconocimiento por parte del vaticano.
Resumen del cuento Un discreto milagro
Este cuento de Isabel Allende comienza con un narrador omnisciente, quien dará cuenta de cómo llegó al país, donde se desarrollará la historia, proveniente de Liverpool. De profesión ninguna, emigró de su patria solo con la ambición de lograr gran fortuna, y así lo hizo, llegando a ser el dueño de una gran flotilla de barcos cargueros, que llegaron a convertirlo en un hombre muy rico, al otro lado del mundo de su Inglaterra natal. Así mismo el narrador cuenta cómo la familia Boulton trató de conservar durante generaciones su flema inglesa, hasta que la influencia de la nueva patria los había emparentado con el criollo, hecho que se evidenciaba en el nombre de los descendientes, en los que se basará esta historia: Gilberto, Miguel y Filomena, hermanos quienes seguirían caminos bastante diferentes.
De esta forma, el narrador comentará en principio como el cierre de los barcos de carga había traído la caída de posición de la familia, sin que dejaran de ser una de las más acomodadas del país. Ya viejos estos hermanos, cada uno se empecinaba en actuar de acuerdo a cómo habían evolucionado sus vidas. Así, se describirá dentro del cuento, cómo Gilberto se convirtió en poeta, habiendo estudiado en Inglaterra, de donde regresó con costumbres bastante flemáticas. Era el soltero de la familia, pues sus hábitos de bohemio nunca le permitieron conseguir la muchacha joven y pálida que tenía como ideal de mujer. Irónicamente, a pesar de criticar a los aristócratas, terminó siendo uno de ellos.
Por su parte, Filomena se caracterizaba por su apariencia sencilla. Ella sí se había casado, y ahora en la viudez llenaba su soledad con la alegría de varios nietos. Era la que velaba por sus hermanos, sobre todo por su hermano Miguel, a quien a veces veía en harapos. Igualmente, contaba con la paciencia de escuchar los rebuscados y extraños versos de sus hermanos. También, el narrador la describe como una mujer con el gran don de saber tejer, oficio que usaba para tejerle ropa a su hermano, Miguel, quien en menos de una semana la había regalado para otro mucho más necesitado.
Finalmente, el narrador hará su descripción sobre Miguel Boulton, quien se había convertido en sacerdote desde muy temprano, y que a diferencia de sus hermanos no era alto y rubio, sino por el contrario moreno y de baja estatura, no obstante es descrito como un hombre de rostro generoso. Así mismo, el narrador comentará cómo dejó la casa a los diecisiete años para entregarse a una vida de sacrificio, condensada hoy en las condiciones en las que vivía, habitando una iglesia, situada en las afueras de la capital, en una población establecida sobre un basurero, que atormentaba a sus habitantes con sus olores, moscas y enfermedades.
Así también, este padre –quien tenía fuertes arrebatos de mal humor- era conocido por todos por su sentido de Justicia y su lucha social, habiendo en ocasiones denunciado capturas y desapariciones, siendo arrestado muchas veces y sumándose a huelgas de hambre en varias ocasiones. En este sentido, el narrador hará referencia a la cantidad de veces que este sacerdote había ido preso. Ya en su vejez estaba casi completamente ciego, pues ocho años atrás había perdido la vista por el ojo derecho, mientras que por el izquierdo casi no veía. Situación que estaba a punto de cambiar. De hecho su hermana, cada vez que había manifestaciones, enviaba a su chófer –un convicto salvado por este sacerdote- a que lo protegiera y lo sacara del peligro, a todas estas sin que el sacerdote supiera o se diera cuenta.
De esta forma, el narrador sitúa a este Sacerdote en una reunión con los líderes comunales del pueblo, mientras discutían sobre cómo se iban a organizar para salvar al pueblo. De repente mucho sudor, palpitaciones y la oscuridad. El padre se había quedado completamente ciego. En chófer lo fue a buscar y lo llevó a casa de su hermana, Filomena. Al día siguiente decidieron ir al médico. Luego de horas de discusión, en donde el sacerdote se negó firmemente a ir a un médico privado, lo llevaron al hospital, en donde le dijeron que otra operación requeriría de instrumentos especializados, por lo que la opción era el hospital militar, a lo que el sacerdote se negó rotundamente. Ante lo que el médico también aconsejó acudir al Opus Dei.
Aun en contra de sus convicciones su hermana Filomena lo obliga a ir a la clínica de esta corriente del catolicismo, donde el médico admite a operar a Miguel, afirmando que se necesitará un verdadero milagro. Al salir de la clínica, Filomena le indica al chófer que los lleve hasta la montaña, a pesar de las protestas de su hermano, Miguel, que se niega a visitar un templo levantado a nombre de una beata criolla, llamada Juana de los Lirios, quien tiene fama de realizar grandes milagros. El narrador describe el lugar como un sitio lleno de medallas, cruces, velas, flores y enfermos pidiendo. Ya ahí, Filomena entra en oración y le pide a la Santa que le devuelva la vista a su hermano.
Posteriormente el padre es operado de su ojo izquierdo. Es llevado a la mansión Boulton para terminar de recuperarse. A las cincuenta horas, Filomena llama al médico para decirle que su hermano ve bastante bien, a lo que éste lo regaña por haberle quitado el parche. Para sorpresa del médico, Filomena declara que se refiere al otro ojo, al que no fue operado. Al llegar el médico, se descubrirá que el padre Miguel ahora puede ver por los dos ojos. El milagro se ha hecho.
Viendo recibió entonces el padre Miguel su cumpleaños número setenta, el cual recibió rodeado de los feligreses de su barrio, en una fiesta que le organizara su hermana con algunas damas de sociedad. Ante todo pronóstico, el padre Miguel comenzó a recolectar firmas para enviar al Vaticano, pidiendo la santificación de Juana de los Lirios, aun cuando era una santa de origen aristócrata.
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