La tolerancia es el respeto por el libre albedrío de nuestros hermanos, que son todos los seres humanos de todas las latitudes. Es admitirlos a todos tal y como son, con sus opiniones, culturas, pensamientos, filosofías, religiones, modos de ser, de sentir, de actuar, sus gustos, disgustos, virtudes y defectos, etc.
La vida puede entenderse y verse desde muchas perspectivas, por lo que comprendiendo esta base lógica, podremos tolerar a los demás, porque sabemos que cada uno es un mundo diferente y que todos estamos llenos de defectos.
La no tolerancia es el juicio crítico que le hacemos a todos. Ese juicio lo emitimos porque subconscientemente nos estamos señalando a nosotros mismos. No nos gusta ver nuestros defectos reflejados en los demás y eso nos molesta.
La tolerancia es precisamente, no molestarse por ninguna de las características de las personas, partiendo del hecho de que uno también es así, o lo ha pensado, o lo ha sentido o hecho alguna vez.
La tolerancia se puede asimilar como la consideración y el respeto hacia la diversidad, con pleno reconocimiento de la pluralidad global. La humanidad siempre ha anhelado la tolerancia; incluso, en los mass media siempre se habla de tolerancia, pero esto demuestra el dicho que afirma: “la tolerancia es fácil de aplaudir, difícil de practicar y muy compleja de explicar”.
La tolerancia en la actualidad, suele ser como una de las tantas palabras por el estilo, cuyo significado se ha tergiversado por completo, como democracia, paz, libertad, igualdad, amor, Dios, familia, inteligencia, etc.
Pero la tolerancia no puede confundirse con la sumisión, puesto que hay circunstancias o hechos intolerables, en el sentido en que no se pueden permitir por nada del mundo, como la violencia sexual, el ataque a la propia vida, entre otras que deben ser debidamente reflexionadas por cada individuo.