La leyenda dorada
A finales del XIII el dominico Santiago (también conocido por su nombre italiano Jacobo de la Vorágine) fue obispo de Génova (específicamente entre 1292 y 1298). Este religioso, sin embargo, es conocido ante todo por ser el autor de la Leyenda Dorada, una recopilación de historias entorno a los santos y sus representaciones iconográficas, pictóricas y escultóricas.
Fue uno de los libros con más copias durante la Baja Edad Media al punto que hoy todavía existen millares de ejemplares. El manuscrito narra la vida de 180 santos y mártires cristianos a partir de obras antiguas y de gran prestigio: los propios Evangelios, los apócrifos, y los escritos de Jerónimo de Estridón, de Casiano, de Agustín de Hipona, de Gregorio de Tours y de Vicente de Beauvais, entre otros.
Cada protagonista de las diversas historias que nos ofrece el libro tiene sus particularidades y relevancias. Sin embargo, por el momento vamos a contarles el relato de Águeda de Catania, la joven que enfrentó al imperio Romano.
Vida y Obra de Águeda de Catania
Los datos que posemos de Águeda o Ágata provienen de la leyenda dorada, en la que se narra que la chica, de una edad que no se ha podido determinar, consagró su virginidad a Cristo. La doncella tenía clara su misión y sabía cuál era el camino que debía recorrer. Sin embargo, como podrán imaginarse la época en la que vivió Ágata fue en los inicios del Cristianismo, cuando los seguidores de Cristo eran perseguidos por las autoridades romanas.
El procónsul Quintiliano fue uno de los tantos romanos que dieron cacería a los cristianos, y entre ellos a Águeda, quien rechazó los avances indeseados del político y por ello padeció un sinfín de torturas. La joven se negó a rendir tributo a los dioses romanos y en castigo fue entregada a un prostíbulo para ser abusada, pero fue gracias a la oración que encontró la fortaleza y la salvación para evitar tal mal. Fue llamada nuevamente ante un tribunal y al negarse por segunda vez a reconocer las costumbres romanas la condenaron a ser torturada: descoyuntada en el potro, azotada con varas, desgarrada con garfios, quemada con antorchas y le fueron amputados sus pechos.
Tales atrocidades fueron recriminadas por la mártir, quien le dijo a Quintiliano: «Cruel tirano ¿no te da vergüenza torturar a una mujer el mismo seno con el que de niño te alimentaste?». La chica fue arrojada a una celda, donde tuvo una visión de San Pedro quien curó sus heridas.
Quintiliano sorprendido por tal hazaña, sometió a la chica a un último dolor: puso vidrio molido y carbón encendido en el piso de su celda y la hizo rodar encima. Mientras sucedía tal castigo un misterioso terremoto azotó el lugar, derribando edificios y dando muerte a los verdugos. Águeda dio un último suspiró y agradeció a Dios ser digna de todos sus favores y murió. Su cuerpo fue recogido por cristianos, quienes le dieron sepultura.
Un año después de su muerte, el volcán de Eta, cercano a Catania ciudad de donde era la doncella, entró en erupción. Los paganos aterrados por la catástrofe corrieron al sepulcro de la mártir y tomaron su manto para protegerse, y se dice que en el instante que extendieron la tela en el suelo la lava se detuvo. Este hecho sucedió unas nueve veces
Por último cabe resaltar, que el día de celebración de esta Santa es el 5 de febrero y es patrona de la mujeres en especial de aquellas que padecen cáncer o han sido víctimas del fuego o de incendios.
Fuentes:
- https://es.wikipedia.org/wiki/%C3%81gueda_de_Catania
- https://www.preguntasantoral.es/2011/02/santa-agueda-de-catania/
Imágenes: 1: wikipedia.org, 2: infovaticana.com