Los orígenes de la sabiduría
Quienes crecieron odiando las matemáticas seguramente recuerden a Pitágoras, ante todo, por el teorema al que legó su nombre… y le tengan algo de inquina al personaje. Pero este teorema – que por cierto establece que el cuadrado de la hipotenusa de un triángulo rectángulo iguala a la suma de los dos catetos al cuadrado – es mucho más importante de lo que podríamos suponer por una clase de primaria.
El subtítulo de este capítulo es intencionalmente ambicioso. Por supuesto, existen muchas formas de sabiduría, desde las más tradicionales hasta las más científicas, pasando por toda una plétora de ambientes sociales, comportamentales o familiares. Pero Pitágoras fue pionero en una de las ramas más específicas y – a mí parecer – más bellas de la sabiduría: las matemáticas.
No fue el primero, claro, en interesarse en los números: los sacerdotes babilonios le llevaban, cuanto menos, milenios de ventaja. Tampoco fue el primero en considerar las matemáticas un campo de estudio puro, pues los egipcios ya habían realizado patentes avances en este aspecto. Fue, sin embargo, el primero en considerar a las matemáticas, ellas solas, como un ambiente en el cual se podía llegar a la verdad. Su escuela mística creía en el poder de los números, no solo para comprender, sino para llegar a la sabiduría pura y al conocimiento de uno y del todo. Fue, en verdad, una revolución.
Siglos después de Pitágoras quedaría cada vez más claro que las matemáticas no eran obra del azar. Que los números fueron en lenguaje con el que Dios (o con el que los dioses) escribieron el universo. Desde los grandes avances de los matemáticos árabes hasta la llegada de los números a Europa, pasando por los grandes matemáticos de Oriente, esta carrera continúa hoy en día. Una de las historias más interesantes que refleja el poder de las matemáticas es la historia del nacimiento de la física cuántica: probada a mediados de los 1910’s, fue propuesta una década atrás por un físico que buscaba llegar al resultado opuesto. En 1905, Max Planck encontró en el papel la explicación a los fenómenos inexplicables de la luz y demostró que la materia es indivisible cuando es muy muy pequeña… y lo hizo todo mediante los números.
Las leyendas del nacimiento de Pitágoras
Cuenta Jámblico, filósofo griego de épocas romanas, que antes del nacimiento de Pitágoras el oráculo informó a su padre, Mnesarco, que su esposa daría a luz a un niño privilegiado, que sobrepasaría en gloria y belleza a todos los demás. El hombre decidió entonces cambiar el nombre de su mujer a Pitasis en honor a la Pitonisa, sacerdotisa del oráculo, y fue de aquí de donde provino el nombre Pitágoras. Desde su nacimiento, el hombre ya estaba vinculado con los dioses.
Durante su juventud Pitágoras viajó por el mundo. Aprendió los secretos de las matemáticas de los egipcios, a quienes conoció por consejo de Tales de Mileto, quien consideró que un joven tan brillante necesitaba horizontes más amplios que los que ofrecía la Grecia de aquel periodo. En la tierra de los faraones realizó duras pruebas para demostrar que era digno del conocimiento que iba a brindársele y pasó más de 20 años bajo la enseñanza de varios maestros que le inocularon el valor de las matemáticas… y del ocultismo. De esta mezcla saldría su escuela mística, que buscaba en los números los secretos del mundo y el control de las fuerzas ocultas.
Una mente privilegiada
Se dice que Pitágoras aprendía como si tuviera 10 o 20 vidas a su disposición. Solo en Egipto el sabio entró en contacto con los misterios de la geometría, con la astrología babilónica enseñada por los magi (antiguos sacerdotes), pero también con diversas influencias de regiones lejanas y en particular de los Brahmanes hindúes, quienes le inculcaron el concepto de karma y la idea de reencarnación. No en vano Pitágoras afirmaría que “aprender es sólo recordar”, una noción importante en las escuelas místicas, esotéricas y gnósticas que tanta fuerza tomarían en los siglos por venir antes de ser aplastadas por el cristianismo.
En Samos, ya en la Grecia Clásica, Pitágoras tomaría sus primeros alumnos. Pero fue en Crotona donde fundaría su famosa Escuela Mística, que sería un preludio tanto de universidades como de sociedades secretas y en la que encontramos muchos de los elementos que luego veremos en los monasterios y universidades medievales. Se podría decir que en Crotona nació el conocimiento moderno, la semilla de la cual se escinden las instituciones que vemos hoy día.
Pero sin lugar a dudas lo más interesante de esta Escuela Mística era la tremenda importancia que daba al espíritu. Pese a ser un centro de conocimiento, Pitágoras consideraba que su Escuela no tenía por qué enseñar a mentes indignas, y que la pureza del cuerpo y del alma era una condición para obtener la sabiduría. Las matemáticas no iban solas y solo podía aprenderlas una mente digna de tal conocimiento.
Una de las pruebas más interesantes consistía en los 5 años de silencio: cualquier persona que deseara entrar a la escuela debía pasar 5 años sin pronunciar palabra para limpiar su alma y alejarla de las pasiones externas. Hay que admitir que si Pitágoras veía una persona de temperamento particularmente tranquilo a veces estaba dispuesto a reducir este tiempo a 2 años, pero nunca menos.
Una vez pasaba la prueba el estudiante era admitido y podía, por vez primera, ver el rostro del maestro. Entonces comenzaba su formación matemática, que estaba muy vinculada al misticismo y el esoterismo de la escuela. Sobre esta formación hablaremos el capítulo siguiente.
Parte 2
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