La vida de las Mujeres en el Palacio de Versalles

La vida de las Mujeres en el Palacio de Versalles

Luis XIV fue el artífice de la construcción del palacio de Versalles, desde sus mismos orígenes imaginado como un centro de elegancia y lujos. Con el paso del tiempo varios espacios fueron reformados y adaptados a las necesidades de los usuarios, desde exóticas decoraciones hasta los más bellos jardines, todo para convertir aquel lugar en el sueño de residencia de cualquier francés. Era así como el rey esperaba que la gente que lo habitara siguiera ciertos protocolos y comportamientos.

Un estilo de vida que no todas podían afrontar

Las constantes reglas y protocolos pesaban más para las mujeres, evidentemente esto requería de un mayor esfuerzo y dedicación. Entre 1600 y 1815 el mercado alrededor de la apariencia de las mujeres de la corte parecía no detenerse y una sola mujer requería obligatoriamente de la asistencia de sastres peluqueros, modistas y orfebres. Sus atuendos desde los más sencillos a los más formales no dejaban espacio a la comodidad, por lo menos a esa comodidad a la que hoy se acostumbra.

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Los corsés eran tan rígidos e incomodos que era necesario que muchas tomaran días de entrenamiento antes de usarlos en público en los que poco a poco se iba adaptando a la figura femenina y modificándola, según los estándares de la moda de aquellos tiempos. Otro implemento que no pasó desapercibido fueron las faldas, las cuales tampoco eran nada cómodas, eran demasiado voluminosas y hechas de grandes cantidades telas lo cual dificultaba la movilidad de las féminas, las cuales tenían que dar pasos pequeños, casi como si se deslizaran.

Finalmente, algo por lo que destacaron en aquellos tiempos eran los peinados exagerados y muy adornados, algunos estilos eran alegóricos con formas enormes y con toda clase de ornamentos. Preparar este tipo de peinados podía tomar varias horas y en el desgaste físico para la usuaria dejaba algunos efectos secundarios como dolor de cuello o cabeza, o en casos más peligrosos que una vela mal acomodada incendiaria tan colosal peluca.

La misa para buscar la salvación y la redacción de misivas para pasar el tiempo

Era una obligación asistir a misa, un evento de gran importancia, y aunque la moral era dudosa entre los pasillos de Versalles eso no era excusa para decirle no a la eucaristía, la cual era celebrada generalmente a las 10 a.m. Se trataba de todo un evento de asistencia obligatoria para todos: el rey se sentaba en la tribuna real, rodeado por toda su familia; las damas de la corte ocupaban las tribunas laterales, de igual manera los oficiales y el público tenían sus lugares reservados.

Una de las actividades que se consideraban mundanas y a la cual le dedicaban mucho tiempo era la redacción de cartas: viajar y llevar misivas se volvía cada vez más fácil, contar lo último que había sucedido en el baile, quien había tenido un romance con quien, la última moda o simplemente preguntar cómo iba todo fuera de las paredes de Versalles. Varias de las cartas fueron publicadas a modo de memorias, lo cual convertía aquellas misivas en algo muy interesante y popular.

La vida de las Mujeres en el Palacio de Versalles

Otro asunto de interés general para Versalles: el chisme

Como anotamos, escribir cartas se convirtió en un pasatiempo de gran interés para los habitantes de Versalles, desde la nota de agradecimiento por un evento divertido hasta la esquela de amor dedicada al amante. Incluso, se menciona que María Antonieta envió algunas cartas dedicadas a su amante.

Sin embargo, había un pasatiempo en particular que nadie podía dejar de lado, el chisme y las habladurías. El cotorreo era inevitable y recorría todos los pasillos de Versalles tratando desde temas de gran envergadura como asuntos de estado hasta minucias como quién tenía un romance con quien. Aquellas situaciones eran inevitables debido a la cantidad de renombrados personajes que vivían en aquel sitio, cabe recordar una de los hechos que más fue comentado: la rivalidad entre la reina María Antonieta y Madame Du Barry, la amante del rey.

Ser la amante, un cargo de gran prestigio

Tanto hombres como mujeres casados tenían aventuras y buscar un affair no era un asunto sencillo, la mayoría trataba de ligar con personajes importantes, inclusive atrapar al mismo rey. Ser la amante del rey tenía un carácter oficial y la dama que lo ocupaba era nombrada con el título de amante del rey, un título que buscaba inflar más el ego de monarca, porque los reyes que no tuvieran incluso generaban burla, como fue el caso de Luis XVI.

El puesto de amante de rey era muy codiciado debido a las recompensas económicas y los lujos que venían, como contar con apartamentos en el palacio, a eso hay que sumarle el poder y el respeto de todos. También estaba la posibilidad, de que los hijos concebidos de aquella relación fueran reconocidos y recibieran títulos y tierras.

Un ejemplo de aquello, fue Madame de Pompadour, la amante de Luis XV, quien entre los años 1745 a 1751 ganó gran poder político por no ser solo la amante del rey sino también su consejera. El puesto de amante de debía cuidarse, pues no faltaba la familia que buscara que su hija captara la atención del monarca.

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Los juegos de azar y la cacería actividades para todos

Una de las dinámicas que tenían los nobles para pasar el tiempo y socializar eran los juegos de azar, una actividad en la que eran bienvenidos tanto hombres como mujeres y podían pasar horas y horas jugando.

Algo curioso sobre este pasatiempo era que los cortesanos contrataban maestros de juegos para enseñar a sus hijos a jugar. Así mismo, este mundo del azar se convirtió en una de las formas en que las mujeres podían acceder a su propio dinero, teniendo en cuenta que era una época en que las féminas no tenían independencia financiera.

Otro de los pasatiempos que disfrutaban ambos sexos era la cacería, todos eran bienvenidos a participar y era una buena forma de lograr ser notado y hasta amigo del mismo rey, quien era uno de los que más disfrutaba dichosa actividad. La caza también se convirtió en una oportunidad para que las mujeres se libraran de los pesados trajes y usar ropas más cómodas como las destinadas a montar a caballo: decían que la hermana de Luis XVI prefería ir a caballo vistiendo un traje de caza a la moda, que usar el carruaje.

También las cacerías eran el momento ideal para quedar preservadas en la eternidad por medio de un retrato, así era como las damas aprovechaban esta oportunidad para llamar a los artistas de momento y crear bellos cuadros. Otra costumbre que tenían en el momento de la cacería era intercambiar armas, como forma de regalo.

Una vida dedicada a la familia real

Para obtener el favor de los nobles con mayor poder, en especial de la familia real, la gran mayoría de los otros nobles dedicaban parte de su vida a realizar favores o servir: esto significaba estar a cargo de ciertas tareas obteniendo cargos oficiales en el proceso. Con la llegada de nuevos títulos, llegaban privilegios y ventajas, si eras cercano al rey te veías bien recompensado y justamente fueron las mujeres quienes gozaron con aquellas decisiones.

Desde amantes hasta hermanas, aquellos que servían al rey gozaban de un buen puesto y en algunas ocasiones no tenía que ser necesariamente el rey, por ejemplo, María Teresa de Sabayo-Carignano se ganó el cariño y amistad de la reina María Antonieta, a quien sirvió como Superintendente del Palacio Mayor de la Reina, el mayor rango que se le podía otorgar a una dama de compañía; todo lo que sucedía tenía que pasar bajo su estricta supervisión, su cargo era equivalente a ser jefa de estado y con el puesto vinieron grandes beneficios como un excelente salario y un conjunto de habitaciones en Versalles.

Muchos de los títulos o cargos anteriores se heredaban o se otorgaban por la belleza o inteligencia del personaje.

La vida de las Mujeres en el Palacio de Versalles

Dar a luz para las mujeres nobles era un asunto del estado

Con los privilegios y lujos venían ciertas obligaciones para las mujeres nobles: procrear y traer un heredero. Ni la reina podía salvarse de tal ‘tarea’ y cuando llegaba el momento del parto (que uno podría pensar que debería ser privado y solo atestiguado por las personas más cercanas y necesarias) se convertía en todo un espectáculo.

Damas de compañía, príncipes y princesas, institutrices y hasta los sirvientes comenzaban a desfilar por la habitación de la agotada mamá, felicitándola por dichoso suceso. Una invasión total a la privacidad, algo a lo que las féminas no se podían negar a que sucediera.

Fuentes:

  1. https://www.youtube.com/watch?v=g3FYZ9Jf0fs

Imágenes: 1 y 3: descubrirelarte.es, 2: deviajeenlavida.com, 4: historia.nationalgeographic.com.es

Bibliografía ►
El pensante.com (agosto 24, 2021). La vida de las Mujeres en el Palacio de Versalles. Recuperado de https://elpensante.com/la-vida-de-las-mujeres-en-el-palacio-de-versalles/