Hiroo Onoda en su juventud en el ejército imperial.
El Teatro de Guerra del Pacífico
Durante la Segunda Guerra Mundial, el Pacífico se convirtió en un escenario de sangrientas batallas. Normalmente olvidado a consecuencia de la importancia del Teatro Europeo, fue en el Pacífico donde se definió parte importante de la Guerra y donde se jugó el todo por el todo el Imperio Japonés, confiado en que un ataque contundente le permitiría destruir a los Estados Unidos y sacarlos rápidamente del conflicto.
Lamentablemente para los nipones, las cosas no fueron así. Su ataque a Pearl Harbor, aunque tremendamente exitoso en términos psicológicos, no destruyó la totalidad de la flota americana, y sus siguientes movimientos no fueron acertados. Eventualmente, tal y como lo tenían los japoneses, el “Gigante Dormido” despertó y su imponente producción industrial fue imposible de combatir. En la Batalla de Midway, las Flota Combinada japonesa fue completamente destruida (y al contrario que los Estados Unidos, el país no estaba en condiciones de reconstruirla).
Imbuidos en un mundo medieval en el que el honor del combatiente no se podía poner en juego, los japoneses no consideraban posible una derrota. Para ellos era claro: victoria o muerte. Así mismo, se caracterizaban por una altísima disciplina y por una actitud marcial que hacía de ellos enemigos temibles.
Isla tras isla, los defensores japoneses hicieron la vida imposible a los norteamericanos, aferrándose como nadie a sus territorios conquistados. Una vez derrotados, rara vez se rendían, sino que seguían el combate como fuera, ocultos en las selvas del trópico pacífico.
Algunos casos fueron verdaderamente dramáticos. Hubo soldados que pasaron más de una década ocultos en la selva, convencidos de que las tropas enemigas los estaban persiguiendo. Y, por sobre todos, se encuentra Hiroo Onoda, el japonés que duró 29 años resistiendo en medio de las selvas filipinas.
Hiroo Onoda
Orígenes y entrada en el conflicto
Hiroo había nacido el 19 de marzo de 1922 en la ciudad de Kamekawa en la Prefectura Wakayama, en una antigua familia perteneciente a la clase samurái. A sus 18 años se vinculó al Ejército Imperial Japonés.
Originalmente entrenado en labores de Inteligencia, Hiroo fue enviado a la Isla Lubang, en Filipinas el 26 de diciembre de 1944, en donde se le ordenó hacer todo lo posible por limitar el avance enemigo. Básicamente se trataba de realizar una Guerra de Guerrillas contra un ejército que ya había destruido la Flota Combinada y marchaba victorioso sobre el Teatro del Pacífico. En sus instrucciones estaba jamás quitarse la vida… y jamás entregarse a los enemigos.
Pese a estar perfectamente preparado para la misión, Hiroo era inferior en rango a las tropas japonesas asentadas inicialmente en la región por lo que no se escucharon sus instrucciones y los estadounidenses pudieron ocupar fácilmente la isla. Ascendido a teniente, Hinoo, junto con otros tres supervivientes, comenzaron la resistencia desde las montañas.
Se trataba de Yuichi Akatsu, Shoichi Shimada y Kinshichi Kozuka, tres leales soldados que junto con Hinoo se comprometieron a limitar lo más posible el rango de acción de las tropas de ocupación. Estaban completamente aislados y, por lo tanto, no se enteraron del final de la Guerra y la rendición incondicional de Japón el 15 de agosto de 1945.
El Teniente años después de la Guerra
La Resistencia después de la Guerra
Ya para los últimos meses de 1945 comenzaron a volar panfletos sobre las montañas de Filipinas informando a los japoneses sobre el final de la Guerra e instándolos a rendirse y entregar sus armas. Hinoo analizó con sus tres compañeros el panfleto y juntos determinaron que se trataba de una farsa, ya que seguramente si la Guerra en verdad hubiese terminado, los aliados no informarían de ello. Los panfletos decía:
“La Guerra terminó el 15 de agosto. ¡Bajen de las Montañas!”
Convencidos de que se trataba de un engaño, los hombres siguieron en su lucha.
Por razones desconocidas Yuichi se separó del grupo en 1949, trabajando solo por 6 meses y eventualmente entregándose al ejército filipino. Y en 1952, aviones norteamericanos lanzaron sobre las montañas cartas firmadas por los familiares de los soldados de nuevo insistiendo en su rendición. Una vez más, los tres hombres pensaron que se trataba de un engaño.
El 7 de mayo de 1954 Shoichi abandonó a sus compañeros. Pese a los cuidados que le dieron, el soldado murió por el disparo de un grupo de búsqueda del ejército filipino. Los dos soldados restantes, Hiroo y Kinshichi, siguieron juntos hasta el 19 de octubre de 1972 cuando el segundo pereció en un enfrentamiento con la policía local. Los dos soldados estaban quemando la cosecha de arroz de algunos campesinos en medio de su Guerra de Guerrillas.
Aunque las autoridades pensaban que Hinoo había muerto en 1959, el hecho de que siguiera habiendo actividad en las montañas les hizo sospechar que el Teniente seguía con vida. En Japón se convirtió casi en una leyenda y algunas personas comenzaron a buscarlo.
Fue así como el 20 de febrero de 1974 Norio Uzuki, estudiante japonés de viaje por las Filipinas, se encontró con el Teniente Hinoo Onoda. El joven tenía el objetivo de encontrar “al Teniente Onoda, un Panda y al Abominable Hombre de las Nieves” en ese orden, y pronto entabló amistad con el soldado y le informó de la situación. Hinoo, sin embargo, afirmó que no se rendiría hasta recibir la orden de un superior.
Hiroo Onoda entregándose a las autoridades
El Final
Con una fotografía del Teniente, Norio Uzuki volvió a Japón e informó a las autoridades que comenzaron la incesante búsqueda de su superior, el Mayor Yoshimi Taniguchi, que a la sazón se había convertido en un librero.
Al oír de su subordinado el Mayor inmediatamente recordó la promesa que alguna vez le hiciese – “Pase lo que pase, volveremos por ti” – y de inmediato tomó un avión a Lubang. Allí se encontró con Hinoo y, formalmente, le dio la orden de rendirse y entregar las armas que poseyera a los soldados filipinos. Liberado de su juramento, Hinoo finalmente se entregó a las autoridades.
Pese a haber cometido varios asesinatos, Hinoo recibió un perdón oficial por parte del presidente Ferdinand Marcos y se le permitió abandonar el país. En Japón se convirtió en una celebridad por su valor, su patriotismo y su gran talento.
Hinoo jamás terminó de acostumbrarse al mundo y siempre sintió nostalgia por el pasado en el que había vivido… y luchado. Murió el 16 de enero de 2014 en Tokio de una falla cardiaca.
Lo más interesante de esta historia es que Hinoo no fue, de hecho, el último hombre en dejar de luchar. Pero sobre el soldado que tiene esta distinción hablaremos en un próximo artículo.
Fuente de imágenes: 1: wikipedia.org, 2 y 3: globalrecon.net