Avión
El sueño de volar es tan antiguo como la Historia, y muchos hombres (y seguramente mujeres) murieron en el pasado tratando de cumplirlo. La leyenda griega de Ícaro es seguramente la historia más conocida, pero dista de ser la única.
Hacia finales del siglo XVII por primera vez los seres humanos pudieron levantar el vuelo… o más bien una especie de levitación. Usando aire caliente en una bolsa sellada los primeros “globos aerostáticos” pronto popularizaron la posibilidad de elevarse a varias decenas o centenares de metros y ver el mundo desde arriba.
Por supuesto, esto no era técnicamente “volar” y el interés en desarrollar máquinas voladoras continuó por un tiempo. Tras más de un siglo de fracasos, finalmente los Hermanos Wright en Estados Unidos lograron desarrollar una nave operada con un motor que era capaz de mantenerse sobre el suelo en el año 1904 y poco tiempo después la tecnología comenzó a crecer de manera acelerada en todo el mundo.
Como gran parte de las nuevas tecnologías, en particular aquellas que involucran algún riesgo, la aviación fue por años un asunto principalmente masculino. Sin embargo, ya para finales de la década de los 1910’s algunas mujeres estaban comenzando a ingresar al campo.
Fue en ese momento, para ser más precisos el 28 de diciembre de 1920, que una joven llamada Amelia Earhart realizó su primer vuelo. Se trató de un vuelo de entretenimiento que valió 10 dólares y que la convenció de que debía volar.
Entrando a la aviación
Amelia trabajó horas extras en varios empleos para conseguir los mil dólares que valía el curso de aviación. Como profesora eligió a Anita Snook, una de las pioneras en el campo, quien usaba un avión Curtiss JN-4 para dar sus clases. Anita recibió a su nueva pupila y Amelia comenzó su camino para convertirse en una de las más célebres aviadoras de todos los tiempos.
Apenas seis meses después de comenzar sus lecciones, Amelia compró su primer avión: un Biplano Kinner Airster al que bautizó “El Canario”. El 22 de octubre de 1922, cuando apenas llevaba dos añs en el campo, voló esta aeronave a 4.300 metros de altura, estableciendo un nuevo récord femenino, y el 15 de mayo de 1923 obtuvo su licencia de aviación en los Estados Unidos.
Solo 15 mujeres la habían recibido antes que ella.
Pausa en el vuelo
Luego de romper el récord, la familia de Amelia comenzó a sufrir una serie de penurias económicas, principalmente porque su madre invirtió toda la herencia de su abuela en una mina de yeso que no resultó productiva. Finalmente, la joven se vio obligada a finalizar sus estudios en el Instituto de Tecnología de Michigan (MIT) y entró a trabajar, primero como profesora y luego como trabajadora social.
Sin embargo, nunca dejó de lado su amor por la aviación: se unió a la Asociación Aeronáutica de Estados Unidos y fue eventualmente elegida vicepresidenta. En 1928 esta asociación tomó la decisión de realizar un vuelo transatlántico con una mujer a bordo, y Amelia fue la elegida; sin embargo, como no sabía manejar los dispositivos de posicionamiento, fue únicamente una pasajera.
Viaje sobre Norteamérica
Motivada por su viaje transatlántico, Amelia se convirtió en aquel mismo año en la primera mujer en realizar un vuelo de extremo a extremo de América del Norte. Al volar sobre suelo, podía guiarse con las marcas del terreno y no requería de aparatos de navegación. Este vuelo la convirtió en una pequeña celebridad y marcó el comienzo de su interés en los vuelos competitivos, en los que participaría en los años por venir.
Viaje sobre el Atlántico
Pero si bien el vuelo sobre el continente le dio algo de fama, sería su vuelo sobre el Atlántico el que la convirtiera en la piloto más célebre del mundo.
En 1932 Amelia ya tenía mejor conocimiento del manejo de aparatos de navegación, y por lo tanto comenzó a considerar un vuelo transatlántico. El 20 de mayo de aquel año partió de Harbor Grace, en New Foundland, y arribó 14 horas y 56 minutos después a Nueva Escocia. Esta hazaña le valdría la Cruz Distinguida de la Aviación del Congreso de los Estados Unidos y la Cruz del Caballero de la Legión de Honor Francesa, entre muchos otros reconocimientos.
Amelia siguió realizando vuelos cada vez más largos, siendo particularmente importante su vuelo de California a Honolulu, sobre el Pacífico. Comenzó a acariciar el sueño de una vuelta al mundo, y en 1937 decidió que había llegado el momento de realizarla.
Desaparecida
Un primer intento, realizado el 17 de marzo de aquel año, quedó en veremos debido a un accidente mientras el avión despegaba, posiblemente debido a la explosión de una de las llantas.
Sin embargo, Amelia estaba decidida, y el primero de junio de ese mismo año partió junto con su único acompañante: Fred Noonan. Tras numerosas paradas en América del Sur, África y Asia, los dos aventureros llegaron finalmente a Lae, en Nueva Guinea, de donde se disponían a partir a Hawai, y de allí finalmente a los Estados Unidos.
El dos de julio partieron rumbo a la Isla de Howland. Como se trataba de un pequeño trozo de tierra en el mar, era fundamental mantener comunicación al acercarse al destino, pues sería así que podrían guiarlos a la isla. Sin embargo, el avión de Amelia parece haber tenido desperfectos asociados a su sistema de comunicaciones, y aunque los barcos recibían sus mensajes ella no parece haber recibido los de ellos.
El resultado, cómo no, fue la desaparición del avión y sus pasajeros en medio del Océano Pacífico. Al día de hoy, aún no sabemos bien qué sucedió, y se han propuesto todo tipo de teorías, aunque la mayor parte de los historiadores cree que simplemente se estrelló en el océano y se hundió.
En cualquier caso, aquel 2 de julio de 1937 acabó la historia de la más célebre aviadora de la Historia.
Fuentes:
- https://en.wikipedia.org/wiki/Amelia_Earhart#Early_flying_experiences
Imágenes: 1: newshub.co.nz, 2: nationalgeographic.com, 3: wikipedia.org