El cuerpo humano y la tecnología
Todos conocemos a los “hackers” de internet, aunque normalmente se tienen ideas un tanto erradas con respecto a lo que ellos representan. Aunque la gente no lo crea, existe una ética del hacker y muchas comunidades dejarán por fuera a quienes no la cumplan; la mayor parte de los hackers “legítimos” rechazarán, así mismo, que se denomine con tal nombre a personas que utilizan sus habilidades para hacer daño a terceros.
Esta filosofía ha comenzado a penetrar otras áreas del conocimiento, y su incesable apetito por soluciones, por nuevas aproximaciones y por alternativas a los sistemas actuales ha comenzado a introducirse en otras regiones del conocimiento. En este caso, hablaríamos de la biología humana y de la medicina, y de la posibilidad (según los biohackers) de alterarlas hacia nuestro favor.
Nuestro cuerpo es el producto de cerca de 3 mil millones de años de evolución. Es una obra maestra de la ingeniería capaz de reaccionar en centésimas de segundo, procesar millones de datos al día y mantener reservas energéticas para futuras necesidades. Sin embargo, no estamos aprovechando su máximo potencial… y podríamos modificarlo para que fuera incluso más eficiente.
¿Hasta dónde podemos llegar?
Los peligros que involucra esta experimentación son bastante obvios: alterar un sistema tan extremadamente complejo como el cuerpo humano no es un juego de niños. Sin embargo, paso a paso, y aprendiendo de sus errores, los biohackers comienzan a anotarse sus primeras victorias. Las tecnologías que desarrollan, aunque un tanto riesgosas, están abiertas para que cualquiera pueda experimentar con ellas y aportar su grano de conocimiento a la disciplina.
Así como los hackers tradicionales de internet buscan la libertad de la información, los biohackers presionan por el abaratamiento de las tecnologías ya existentes que permitirían realizar (por ejemplo) experimentos genéticos en un garaje. Análogamente, muchos consideran que la fusión del hombre con la tecnología no solo es posible, sino deseable, y se dedican a intervenir su cuerpo con máquinas caseras que se supone mejorarán su desempeño.
Así mismo, hay una corriente de este movimiento que habla sobre la posibilidad de usar drogas psicoactivas para mejorar el desempeño del cerebro humano. Sobre este campo se ha experimentado más bien poco, pero la ilusión sigue siendo que, eventualmente, se encontrarán sustancias capaces de potenciar las capacidades del individuo sin consecuencias negativas a mediano o largo plazo.
Las variantes más radicales de este movimiento tienen contacto cercano con el biopunk y la ideología del transhumanismo (es decir, la idea de que el hombre debe moverse a nuevos estadios de evolución modificando voluntariamente su cuerpo), y consideran que las potencialidades del cuerpo y la mente humana no se han explorado por motivo de un sentido erróneo de la moral.
Existen varios personajes que han llegado a modificar sus cuerpos de manera permanente. Uno de los más conocidos es Lepht Anonym, quien ha llegado a integrar dispositivos electrónicos en su cuerpo para obtener nuevos sentidos e interactuar con sus aparatos. En este momento se encuentra desarrollando un proyecto llamado Southpaw, el cual adaptaría a la rodilla un dispositivo que, permanentemente, le indicara al cerebro de su poseedor la ubicación del norte geográfico.
Otros avances del Biohacking involucran el desarrollo de visión nocturna y la creación de aparatos para aprovechar (e interactuar con) la energía eléctrica desarrollada por los músculos humanos.
Resulta interesante cómo mientras que algunos científicos afirman que la eventual evolución digital pone en peligro a la humanidad (y proponen buscar medios para contenerla), los biohackers proponen forzar una evolución humana que eventualmente podría competir con estas máquinas. ¿Será que el futuro nos depara una guerra entre máquinas inteligentes y humanos súper desarrollados?
Y tú, ¿serías capaz de modificar así tu cuerpo? ¿Te gustaría experimentar con ello?
Fuente de imágenes: 1: estaticos.muyinteresante.es, 2: america.aljazeera.com, 3: abc.net.au