La Combustión Espontánea Humana
Aunque tradicionalmente se le llama sencillamente “Combustión Espontánea”, el término correcto debería ser “Combustión Espontánea Humana” (CEH) pues la combustión espontánea en general hace referencia a cualquier objeto que pueda envolverse en llamas sin que medie una causa o detonante obvio. Muchos materiales presentan, bajo las circunstancias adecuadas, casos de combustión espontánea.
Las personas son otra cosa. Pese a que el debate sobre la combustión espontánea lleva unos tres siglos (en los cuales hay poco más de dos centenares de casos relativamente bien documentados) a priori lo lógico sería negar la posibilidad misma de que un cuerpo humano (compuesto en más de un 70% de agua) pueda arder de manera autónoma, y el hecho es que muchas veces los cuerpos calcinados en incendios nos muestran claramente que una vez la fuente externa de fuego se apagó el cuerpo de la persona no siguió ardiendo por sí mismo.
Sin embargo, una mirada más profunda parece indicar que, aunque suene imposible, la combustión espontánea podría al menos ser teóricamente posible en algunos escenarios específicos, justificando así un puñado de casos de otra manera inexplicables (algunos de los cuales se trataron en el artículo pasado de Combustión Espontánea).
En general, hay que tener en cuenta que la Combustión Espontánea suele ocurrir de manera parcial, pulverizando hasta las cenizas una parte del cuerpo y dejando otras intactas. Esto es lo que la ha hecho tan difícil de explicar.
Veamos:
La teoría de la grasa
En las circunstancias adecuadas, cualquier tipo de movimiento o ficción puede comenzar a generar electricidad estática que se va acumulando en el cuerpo de una persona o los objetos a su alrededor. De vez en cuando esta electricidad es suficiente para generar una chispa que encienda una tela o pelusa fina.
Si las circunstancias son adecuadas, y la persona es incapaz de reaccionar a tiempo, la tela quemada puede generar una especie de “reacción en cadena” en la que a su vez se enciendan nuevos tejidos. Eventualmente, una parte considerable de la ropa puede resultar incinerada.
Lo natural es que una persona reaccione a tiempo para quitarse la ropa, saltar a un lugar con agua o al menos rodar en el suelo. Sin embargo, si la persona está inconsciente o es incapaz de reaccionar puede ocurrir una segunda fase que, aunque posible, es muy poco probable: antes de que la ropa se queme en su totalidad, a través de heridas o quemaduras en la piel, la grasa subcutánea puede empezar a fluir y empapar los tejidos en llamas.
Y entonces obra el proceso. Como el pistilo de una vela, que puede arder por horas sin quemarse por la cera que asciende, el tejido empapado de grasa arderá hasta que toda la grasa se acabe – lo cual puede representar varias horas en promedio para una persona – haciendo que los demás tejidos se carbonicen en el proceso. Aunque la temperatura no llegue a ser tan alta, es la duración de la flama la que crea el peculiar resultado.
Hace algunos años se realizaron varios experimentos con cadáveres de cerdos en los que la llama ardió hasta por 8 horas y alcanzó temperaturas de hasta 800°C. Las partes “vestidas” de los cerdos desaparecieron por completo, mientras que aquellas descubiertas, al no tener una tela que les brinde llama, se preservaron sin más que quemaduras superficiales. Esto demostró que, al menos en teoría, este tipo de quemaduras pueden suceder.
La teoría del metabolismo
Algunos van más allá de la teoría antes mencionada y afirman que los seres humanos no sólo pueden quemarse, sino que pueden ser los propios generadores del fuego. Así, el cuerpo humano sería una máquina capaz de incendiarse en cualquier momento independientemente de las condiciones externas.
Como sabemos, nuestro cuerpo almacena energía en forma de glucosa, grasa y – a nivel celular – ATP. Todos estos son compuestos altamente inflamables que el cuerpo manipula en pequeñísimas cantidades para obtener la energía necesaria para vivir. De alguna manera, nuestras células son centrales generadoras en miniatura que obtienen su energía de la oxidación (que no es más que otra palabra para “quema”) de la glucosa.
Es fácil suponer que, bajo circunstancias excepcionales, los frenos del sistema podrían fallar y la temperatura del cuerpo podría aumentar al punto de inflamación. Así, esta combustión en miniatura que ocurre específicamente cuando la célula lo requiere podría, por razones desconocidas, comenzar a ocurrir en masa, haciendo que rápidamente el sistema se sobrecalentase llevando a la ignición de tejidos completos basados en azúcares o grasas.
Así, la persona ardería “desde adentro”, haciendo que en segundos su cuerpo aumentara la temperatura en lugares localizados llevándola a la muerte. La continuación de las llamas podría entonces hacer su parte y convertir el cuerpo de la víctima en cenizas.
El bebé en India que supuestamente sufre de combustión espontánea
Algunos casos específicos parecen apuntarle más a este tipo de CEH que al otro. Sin embargo, esta teoría no ha sido demostrada y por ahora no se sostiene con la evidencia disponible. Uno de los casos emblemáticos – el de un bebé de menos de un año en India – despertó las sospechas de los médicos, que creen que no se trata de un evento anormal sino simple y sencillamente de maltrato.
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