Entre las novedosas y saludables preparaciones que pueden elaborarse con kéfir se encuentran las gaseosas naturales, las cuales además de resultar bastante divertidas para los niños y los adultos, son una fuente medicinal y nutricional bastante completa. No obstante, previo a explicar una de las tantas formas de prepararla, se revisarán algunos aspectos propios de los microorganismos con los cuales se producirá esta bebida.
El kéfir
Por consiguiente, se comenzará por señalar que en líneas generales, el kéfir puede ser comprendido como un alimento prebiótico, al cual se le atribuyen grandes propiedades nutricionales y curativas.
Sin embargo, al momento de decir kéfir, en realidad puede estarse nombrando dos distintos productos, que aun cuando relacionados, son diferentes, por lo que se necesita igualmente una explicación mucho más detallada, tal como se ve a continuación:
Nódulos de kéfir
En consecuencia, la palabra “kéfir” puede ser empleada para denominar al conjunto de microorganismos, que forman un ecosistema microbiano o masa biótica, en donde pueden distinguirse al menos cuatro distintos tipos de proteínas (bacterias prebióticas, lípidos, levaduras y proteínas) que conviven en perfecto equilibrio y simbiosis.
Así mismo, estos microorganismos se distinguen por encontrarse recubiertos por una matriz polisacárida, denominada kerifan, y que cuenta con la función de almacenar estos microorganismos, así como con grandes propiedades nutricionales.
Con respecto al aspecto de estos nódulos, estos pueden ser descritos como una masa que se asemeja en su color y forma bastante a la coliflor, solo que a diferencia de esta flor, puede resultar bastante blanda y gelatinosa. Entre sus capacidades se encuentra la de sintetizar y metabolizar ciertos productos, originando en base a ellos fermentos.
En este sentido, se puede distinguir entonces el kéfir de agua y el kéfir de leche, cuya principal diferencia será el producto que pueden metabolizar.
Kéfir, bebida fermentada
Por otro lado, la palabra “kéfir” también es usada para referir a un líquido fermentado, producido por la metabolización de sustancias que son capaces de procesar los microorganismos, que conforman los nódulos, según su propia naturaleza.
En este sentido, se puede hablar entonces de kéfir de agua, cuando los nódulos han producido fermentos en base a agua y azúcar, o panela, así como de kéfir de leche, cuando los microorganismos son capaces en cambio de metabolizar la leche, produciendo una especie de kumis. De esta dos clases de fermentados, el más popular pareciera ser el que se hace en base a leche.
Origen y propiedades del kéfir
Con respecto al origen de este alimento, las distintas fuentes señalan que este puede situarse hace miles de años en la historia. No obstante, existen dos distintas versiones sobre cómo los hombres llegaron a conocerlo.
Por consiguiente, en una versión religiosa, el pueblo islámico señala que fue el propio Alá el que le brindó a Mahoma el kéfir, en forma de maná, así como los secretos de su preparación. Es por eso que para los musulmanes el kéfir representa un alimento sagrado, al punto de haber castigado en el pasado con la muerte a quien se atreviera a difundir sus secretos a pueblos extranjeros, no pertenecientes a la religión.
Otra de las versiones, quizás mucho más históricas, está constituida por la tesis que señala que quizás el kéfir fue descubierto por accidente por un antiguo pastor, que de seguro guardó un poco de leche en un zurrón, que para ese momento estaba construido con el estómago de un animal, y que al buscarlo de nuevo lo encontró fermentado.
Con los años, la Humanidad comenzó a conocer cuántas propiedades medicinales y alimenticias tenía este alimento. Fue así como con el tiempo se descubrió, por ejemplo, que el kéfir resulta ideal para tener a raya muchas de las infecciones y enfermedades que pueden afectar la salud humana, por lo que desde la antigüedad era considerado un verdadero elixir de la vida, al punto de que su propio nombre proviene de la lengua turca, en la que significa literalmente “bendición”.
Por otro lado, el kéfir también es visto como una gran fuente de nutrientes. En este orden de ideas, la Ciencia ha podido determinar que en su composición, por ejemplo, puede encontrarse gran cantidad de nutrientes, como por ejemplo carbohidratos, o vitaminas como la A, C, D, E, K, B1, B2, B3, B5, B6, B9 y B12.
Así también en el kéfir –tanto en los nódulos como en sus fermentos- pueden conseguirse minerales vitales para la salud humana, como por ejemplo Calcio, Cobre, Fósforo, Hierro, Manganeso, Magnesio, Potasio, Selenio y Zinc.
Cómo hacer gaseosa a base de kéfir
Toda vez se han revisado estas cuestiones sobre el kéfir, puede que entonces se tenga conciencia de la importancia de sustituir las dañinas gaseosas comerciales por productos naturales, que contengan estos fermentos, los cuales además de aportar a la bebida su textura espumante, lo dota de gran cantidad de nutrientes.
Para preparar este tipo de bebidas, se podrán usar por ejemplo los siguientes ingredientes: un litro (1 l) de agua filtrada, la cual debería se potable, pero contener la menor cantidad de cloro, por lo que en algunos casos se recomienda que sea ozonada / cuarenta (40 g) gramos de azúcar / cuatro (4) cucharadas de nódulos de kéfir / medio ( ½ ) limón / una (1) cucharadita de jengibre rallado.
Al momento de comenzar con la preparación, se deberá entonces tomar un recipiente de vidrio, y en él mezclar el agua con el azúcar. Cuando ambos ingredientes se hayan integrado, y se conviertan en un jarabe, se deberá entonces proceder a agregar los otros ingredientes, es decir, el kéfir, el limón y el jengibre. También se podrían agregar otros frutos secos y endulzantes como higos, dátiles o uvas pasas.
Se procede entonces a colocar la preparación en una botella de vidrio con tapa. Se le permite fermentar por aproximadamente 48 horas. Durante este tiempo, se recomienda ir abriendo la botella de forma eventual, para así ir liberando el gas que este fermento produce. Pasado este tiempo, se le podrá agregar cualquier base cítrica que se desee.
Por ende, se pasa de botella, teniendo cuidado de colar la preparación, para así retirar los frutos secos. Igualmente, se agrega jugo de medio limón o naranja. Se lleva a la nevera, y se espera por 24 horas más. Transcurrido este tiempo, ya se puede disfrutar de una deliciosa bebida espumante y cítrica, que no tiene nada que envidiarle a la gaseosa que venden en las cadenas de supermercados, y que por el contrario constituye un alimento ideal para los niños.
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