Cada vez que en la calle se ve una mujer con un frente voluptuoso, muchos se preguntan si serán reales o implantados.
Ciertamente, cada cirujano tiene su estilo de proceder, lo cual hace difícil determinar que un patrón de forma específico señale que son pechos falsos, pero lo que sí se puede identificar, son los siguientes detalles que ayudan mucho a la hora de cómo saber si los senos son naturales o no. Veamos:
Parecen unos melones
Según los profesionales de la estética, los senos auténticos tienen una forma muy similar a la de una pera, de modo que, si se ven muy redondos, como melones redondeados o pelotas, es una gran señal de que no son naturales. Muy distintos de los reales, que suelen presentar mayor volumen en la zona de abajo, mientras que las mamas implantadas parecen tener un cuerpo más equitativo y simétrico, dando la forma esferoidal.
Suenan como bolsas de agua
Cuando el busto ha sido operado, por lo general cuando la mujer salta o se mueve agitadamente, se le alcanza a escuchar el líquido de los implantes de silicona, tal cual como si movieran bruscamente una bolsa llena de líquido. Obviamente, ese sonido tan sutil solo se percibirá en un lugar tranquilo y muy seguramente, más íntimo.
Pechos muy erguidos
Según el doctor Norman Rowe, un cirujano plástico estadounidense, uno de los indicios más claves para saber si son o no naturales, es la postura que presentan.
Un sostén, como su nombre lo indica, tiene como función sostener el peso de los pechos, que tienden a caerse por ley de la gravedad. Si una mujer sigue con el frente levantado como si tuviese sujetador, es casi seguro que porta implantes.
El experto enseña además, que cuando no son operados, naturalmente saltan y se mueven cuando la mujer corre. Pero cuando llevan prótesis, casi no se mueven, ya que el tejido de la piel es dura, por efecto de la silicona. Al tocarlos, también se notará esa dureza artificial tan peculiar.
La distancia entre uno y otro
Margaret Ponce de León, especialista en modelaje, señala que una de las formas como se sale de esa duda, es fijarse en qué tan próximos están las mamas entre sí.
La genética femenina casi siempre tiende a moldear los senos con una determinada separación, de modo que cuando ellas quieren llamar la atención con alguna blusa escotada, necesariamente disponen de un sostén que se los junten y eleven, a excepción de aquellas cuyas medidas son realmente grandes.
En las mujeres que no se han operado, es normal ver un crecimiento de carne que inicia en el espacio donde se separan los pechos, que finalmente conforma la mama entera. Pero en quienes sí han pasado por el quirófano, esa distancia es muy notoria y se ven más retirados de lo común, como si ubicaran dos pelotas en cada extremidad, pero no se aprecia aquel abultamiento del tejido mamario.
También sucede lo contrario: que ese espacio natural sea acortado por el cirujano y se vean muy cercanos. Es bien sabido, que los pechos femeninos no son perfectamente equilibrados, sino que siempre va a haber uno de mayores proporciones que el otro o más caído, así sea una diferencia mínima. En tal efecto, al observar una mujer que guarda total simetría, es para dudar de su autenticidad.
Cicatrices en los senos
Toda operación de busto, por más tecnología que se emplee, va a dejar una o varias cicatrices, que suelen verse si se mira detalladamente el área de las axilas o justo debajo del seno. Por eso, los médicos cirujanos se especializan en lograr disimular esos imperfectos, pero aún así, son notorias al fijarse bien.
Con un test de luminosidad
Una de las más famosas modelos de Rusia, Sveta Bily, explica que para distinguir los naturales de los operados, solo basta con la linterna de tres o varios teléfonos móviles y enfocarlas en el pecho femenino.
De ser naturales, la piel no permitirá el paso de la luz, mientras que si son artificiales, el seno por dentro se ilumina de luz roja y se debe a que la silicona produce ese efecto de brillo en la oscuridad.
No es una regla general, pero sí aplica para la mayoría.
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