De niño a conquistador
Proveniente de una familia acaudalada, Francisco de Orellana llegó al continente americano con grandes ansias de conquistar grandes territorios. De todas las grandes historias se mencionaba la posibilidad de hallar El Dorado, una ciudad maravillosa y esculpida en oro.
También existía la creencia de estar en el país de la Canela: el sueño ambicioso de los españoles en América que consistía en un espacioso lugar lleno de especias y otras riquezas capaces de llenar a los seres más ambiciosos.
Es cierto que para lograr aquello debían enfrentar graves peligros. Orellana sabía que no sería fácil enfrentar a seres que comían humanos y con aspectos grotescos y abominables. Él sabía que su destino no sería el mejor si no lo intentaba.
Pizarro había mandado expediciones por todos los lados del gran imperio inca que había conquistado. No le faltó coraje para buscar en todos los entornos. A Valdivia lo mandó hacia Chile; A Diego de Rojas para Argentina (Rio de la Plata) y a Pedro Candía hacia Madre de Dios.
El infierno verde
La expedición que mandó el conquistador Francisco Pizarro en 1539, estuvo a cargo de su hermano Gonzalo Pizarro. La inversión fue de 70.000 ducados donde se contaba 3000 nativos, 200 soldados españoles, más de 2000 perros de caza y 100 caballos.
La expedición debía subir desde Perú hasta Ecuador. Allí buscarían la ciudad dorada del “Tawantisuyu” o del “Imperio Inca”. Acamparon unos meses en Quito para partir en febrero de 1541. Era la expedición más añorada por el Imperio español.
Gonzalo invitó al gobernador de Guayaquil, Francisco de Orellana, para que lo acompañara en la gran expedición de las ciudades sagradas. Este con muchos esfuerzos se hizo de un gran grupo para partir hacia la extraña selva vacía.
No se vieron sino hasta meses después. La entrada en este territorio selvático tropical fue el infierno para la expedición. La falta de alimento y el sol extremo, martirizó a los conquistadores con graves enfermedades que los mermaban.
Muchas tribus indígenas con sus cerbatanas envenenadas atacaban la gran caravana. El recorrido era de 1000 kilómetros hasta el volcán de Sumaco y de allí un recorrido interminable hasta lo desconocido. Cientos de hombres caían como moscas.
Además la fauna no era la mejor. Los insectos atacaban e infectaban de graves fiebres mortales. El mismo Orellana se contagió de algo, pero con esfuerzo pudo recuperar su delicada salud. Cuando llegaron al rio Coca, construyeron un bergantín para los enfermos.
La travesía en el río “Paranaguasú”
Al escasear la comida, el hambre se volvió ley. El interior selvático era tan enorme y aterrador para la expedición que era dificultoso imaginar la posibilidad de salir de ese infierno.
Francisco Orellana intentando ayudar pidió autorización a su comandante Pizarro para remontar el río Coca para encontrar víveres. Con muchas dudas pero aceptando, el bergantín se le dio con 57 hombres, entre ellos: el cronista Gaspar de Carvajal.
La remontada del río siguió de largo hasta que el barco bajó a otro río llamado Napo. Allí todo era verde y el río café. El sol y las flechas eran el día a día y la tripulación deseaba abandonar por la locura. Además algunos viajeros comieron plantas que les hizo perder la cordura y eso alarmó al capitán Orellana.
Casi en navidad de 1542, los hombres de Orellana escucharon fuertes tambores. Acercaron el barco cuidadosamente a la costa y hallaron un poblado del cual tomaron posesión. Cientos de hombres escaparon y sólo dejaron la comida que le sirvió mucho a la expedición.
Llegaron los líderes de 13 grupos indígenas diferentes con ánimo de hacer la paz. Hicieron intercambios de parte y parte. Orellana les daba ropas y baratijas y los indios ofrecían comida e información.
Según la crónica de Gaspar de Carvajal, los indígenas llegaban de todas partes para ofrecer sus servicios al rey de los españoles. Eso les facilitó por varios meses comer mejor y recuperar la salud. Además pudieron construir otro navío: El victoria.
Fue cuestión de días para dejar de lado el antiguo río donde andaban para entrar al gran Paranaguasú. Este río es el actual Amazonas. Orellana le bautizó así por los grupos que vivían allí: Mujeres que lanzaban largas flechas contra las embarcaciones fueron la pesadilla española durante el recorrido.
Los encuentros hostiles
En el recorrido por el río grande, Orellana fue atacado por varias tribus desde la costa. Los recibimientos ya no eran cálidos y llenos de alimentos: eran hostiles y mortíferos. Las flechas envenenadas eran lanzadas con puntería. Varios murieron.
El extremeño Orellana también evidenció altas mujeres que cargadas de largas flechas, daban tiro al blanco sobre los bergantines. Puede que no haya sido sólo mujeres sino hombres con el cabello muy largo. La verdad es que la lucha contra ellos fue feroz según las crónicas que retratan lo ocurrido.
Varios meses pasaron en ese río maltrecho donde los conquistadores enloquecían por los ruidos de la Amazonía. Finalmente un septiembre llegaron a las costas venezolanas. Maltrechos y con hambre contaban las historias más fantásticas jamás halladas.
A pesar de no encontrar las ciudades llenas de oro, el viaje les propició historias igual de ricas a las que vivió Odiseo y sus hombres: Habían descubierto el río más caudaloso de la Tierra y además, habían sobrevivido a él.
Fuentes:
- Descubrimiento del río de las Amazonas. Relación de Gaspar de Carvajal
- https://www.unapiquitos.edu.pe/contenido/opiniones/El-primer-mito-de-la-Amazonia.html
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