Con el avance de la tecnología en casi todos los aspectos de la vida del ser humano, se podría pensar que muchas cuestiones “revolucionarias” respecto a temas como el sexo parten de esta época. De la misma manera, solemos juzgar la épica medieval, aquella que llegamos a calificar incluso de oscurantismo, en la que todo tenía explicaciones alucinantes relacionadas con poderes místicos o fuera de este mundo.
La realidad es que la humanidad se las ha ingeniado desde siempre en encontrar un “poco de diversión”, aun en un contexto precario de información científica respecto al funcionamiento de nuestro propio ser. Por ello, a continuación, te compartimos algunas de las curiosidades más interesantes del sexo en la época medieval.
La Iglesia como pilar
Como era de esperarse, muchos aspectos de la vida diaria de las personas de ese entonces giraban alrededor de la iglesia y de los valores fundamentales del cristianismo desde un ámbito bastante conservador.
Pero si bien conseguir contactos de citas no era tan fácil como en la actualidad, lo cierto es que a las personas de todos los estratos sociales les gustaba pasarla bien y coquetear.
Como norma, el sexo se reservaba para las parejas casadas y funcionaba, de hecho, como una forma de confirmar o validar el matrimonio, ya que sin este acto el enlace podía incluso anularse, lo cual confería al sexo un papel muy importante. Sin embargo, a ojos de la iglesia, este papel era sobre todo la procreación.
Pero como en todo, esta prohibición confería a las relaciones íntimas fuera del matrimonio un toque tabú que generaba interés por este tipo de relaciones.
Además, debido a que muchos matrimonios de las personas de altos círculos sociales se concretaban por conveniencia entre familias, era común el fantasear con relaciones premaritales o fuera del matrimonio con otros hombres y mujeres. Fue esta una de las razones por las que muchas historias y literatura con estos temas tabú se popularizaron en la época.
Relaciones entre personas del mismo sexo y autoplacer
Desde luego que las relaciones entre personas del mismo sexo no son invento de esta época, y de esto se tiene certeza gracias al registro de estas relaciones en documentos, especialmente cartas en las que se plasmaban fervientes (y frustrados) sentimientos amorosos.
Como era de esperarse, cualquier relación que tuviera otros fines que no fuera el tener hijos era considerado un pecado. Esto incluía desde luego las relaciones entre personas del mismo sexo a los que se acusaba de sodomía, y que podían perseguirse y castigarse como se hacía con “otros delitos” (como robar).
Por su parte, los actos carnales entre hombres no eran vistos de la misma manera que los actos entre mujeres, siendo que los primeros eran considerados como un pecado más grave, ya que existía una noción falocentrista en la reproducción, y se consideraba que la unión entre dos hombres era como una especie de “desperdicio” de fluidos vitales.
En el tema del autoplacer, existen registros de la existencia de juguetes sexuales de esa época para mujeres, que eran hechos en su mayoría de cuero e incluso cerámica.
Con esta información, no sorprende que también existan registros de dibujos pornográficos que hacían alusión a diversas fantasías y situaciones comprometedoras en el ámbito sexual. Aunque en muchos de los casos, el principal objetivo de estos era hacer reír, lo cual no disminuía su carácter escandaloso. De estas situaciones nació también mucha literatura.
La magia para atraer al ser amado
En aquel entonces, los temas relacionados con la práctica de la magia y los conjuros con fines amorosos se reservaban en su mayoría para las personas más ilustradas y sabías de la época, por lo que su credibilidad y la confianza que las personas colocaban en ella comenzó a elevarse como la espuma.
Fue así como era posible encontrar pócimas y brebajes que contenían como ingredientes el semen masculino y la sangre menstrual. De esta manera, los amantes (o candidatos a serlo), buscaban asegurarse un lugar en el corazón y mente de su persona de interés.
Además, se prestaba especial atención a la búsqueda de la cura del mal de amores, ya que consideraban que podía tener repercusiones mortales. Morir por una decepción amorosa era posible.
Embarazo
Como se comentaba antes, este era, de acuerdo con la Iglesia, el único fin para el cual se debían mantener relaciones íntimas maritales, de hecho, se inculcaba a los fieles que redujeran sus encuentros físicos al mínimo posible y que no se quitaran del todo las prendas.
Incluso, la Iglesia también establecía que la única posición “permitida” y que cumplía los estándares era la del misionero.
Por su parte, creían que el embarazo solo se conseguía cuando la mujer tenía un orgasmo, por lo que consideraban imposible que una mujer quedara embarazada tras sufrir algún tipo de abuso sexual, lo cual se castigaba severamente porque esto representaba “dañar la propiedad” del padre o el cónyuge.
Los saunas como revolución sexual
Era cuestión de tiempo, podríamos pensar. Los baños públicos ganaron gran popularidad en la época al representar libertad en la expresión sexual, desde luego no todos sostenían relaciones en este tipo de lugares, pero se prestaban para “ligar”, conocer personas y, también, se convirtieron en sitios de encuentros para los amantes.
Si incluso entre marido y mujer era difícil admirar el cuerpo desnudo en su totalidad, los baños públicos se convirtieron en una forma transgresora de encuentros sociales para los más audaces.
¿Periodo de oscurantismo?
Los estudiosos de la historia nos demuestran que las personas de esta época no eran ni puritanos ni persignados. Había limitaciones, sí, pero, como siempre, la humanidad se las ingenia para superar barreras y cuestionar lo establecido.
Haciendo una comparación es obvio pensar que vivimos en la mejor época para la expresión de la sexualidad, ya que conceptos como identidad de género y homosexualidad no existían en el pasado. Sin embargo, nuestros antepasados utilizaron las herramientas que tenían a la mano (así como el conocimiento) para disfrutarse mutuamente lo mejor que podían, ¡así como nosotros!