El artículo pasado vimos cómo los nazis organizaron hacia mediados de los 1930’s una sociedad que buscaba “recolectar información del pasado de la raza aria” en términos históricos, sociales, culturales y arqueológicos. El objetivo, sin embargo, no tenía nada de científico: buscaba justificar el paradigma racial que había impuesto el nazismo y que consideraba que los llamados “arios” eran intrínsecamente superiores. De hecho, uno de los objetivos de Ahnenerbe era probar que en un pasado prehistórico una legendaria sociedad de arios había dominado a todas las demás razas.
Pero aunque fuera un componente importante de sus objetivos, demostrar que los arios habían sido siempre una raza superior era solo uno de los objetivos de la organización, y sin lugar a dudas el menos impresionante. Pronto comenzó a incursionar en dominios más oscuros que iban desde la búsqueda de poderes sobrenaturales hasta la creación de una nueva legión de soldados… pasando por la destrucción del cristianismo y la creación de una nueva religión.
La nueva religión alemana
Según se dice, Himmler estaba obsesionado con la creación de un culto propio. Fiel a la creencia nazi de la superioridad aria y el pasado glorioso de la raza, estaba convencido del poder de los símbolos ocultos y de la necesidad de sustituir la mitología religiosa cristiana con el mito fundacional de la supuesta comunidad aria.
Una de las figuras que tomó más importancia en este escenario fue el conocido como el “sumo sacerdote” nazi: Friedrich Hielscher, quien tenía profundos vínculos con lo oculto y según se dice era temido por todos los generales importantes del nacionalsocialismo. El mismo Himmler – quien como recordaremos, era el comandante de la Gestapo, la policía secreta – le mostraba una profunda devoción y hablaba de él en susurros: se dice que lo consideraba la persona más importante en la Alemania Nazi después de Hitler.
Muchos creen que, de haber ganado la Guerra, Hielscher habría salido a la luz como el sacerdote supremo de la nueva religión, mientras que Hitler sería una especie de divinidad encarnada. Hacia 1940 la religión ya se había organizado y había creado sus propios ritos destinados, ante todo, a reemplazar las tradiciones cristianas que tanta influencia tenían en el pueblo alemán:
Sol Invictus
El nacimiento de Cristo (herencia a su vez de fiestas paganas mucho más antiguas) es una de las fiestas más importantes en el calendario cristiano. Aunque originalmente era secundario a la Pascua (que en algunos países católicos llamamos la “Semana Santa”), en los últimos dos siglos tomó más y más importancia hasta convertirse en una fiesta verdaderamente primaria.
Por esta razón los miembros de Ahnenerbe crearon su propia festividad del 25 de diciembre. Conocida como Sol Invictus, la festividad honraba el renacimiento del sol luego del solsticio cuando comenzaba a hacerse más y más fuerte luego de su aparente derrota. Como él, los ideales nazis se sobrepondrían a la adversidad y resurgirían más fuertes que nunca.
Ostara
Como la Navidad, la pascua también fue sustituida con un nuevo ritual, en este caso llamado “Ostara”, que celebraba la fertilidad y la llegada de la primavera. El ritual fue bautizado en honor a la antigua divinidad germánica que precisamente representaba esta época del año.
Los sacramentos
Se sabe que además de crear sus propias fiestas, Ahnenerbe comenzó la creación de sus propios sacramentos, al estilo de los católicos, que involucraban el matrimonio, el bautizo y lo que podríamos llamar “extremaunción”. En el caso del matrimonio una pareja sólo podía casarse si demostraba “Pureza de sangre” y el evento se realizaba con un sacerdote y en un cuarto con una bandera negra que tenía una “S” rúnica como único símbolo. Normalmente el evento concluía con el sacerdote brindándoles a ambos pan y sal (símbolos de la tierra y de la fertilidad) y con la entrega de regalos que invariablemente incluía un ejemplar de Mein Kampf.
Los demás sacramentos se imitaron de la misma manera. Hay que admitir que la organización no fue particularmente proclive a crear cosas, sencillamente las copió: es de suponer que así, consideraban sus creadores, sería más fácil sustituir los ritos católicos.
¿Ceremonias en una lengua desconocida?
Se cuenta que al final de su vida Friedrich Hielscher no parecía preocupado. Se encontraba frente al tribunal de Nuremberg que acababa de condenarlo a muerte (a él y a Wolfram Sievers), pero su mirada impasible desafió el odio en los ojos de quienes lo condenaron. Sievers sencillamente se agachó y pidió la bendición de Hielscher, quien pronunció algunas palabras en una lengua que nadie fue capaz de comprender.
Cuando preguntaron a los guardas, afirmaron que ambos hombres entonaban cánticos misteriosos en sus cubículos durante la noche. Jamás se supo en qué lengua desconocida o a qué deidades ocultas rezaban, y con su muerte se perdió el misterio.
¿Tenía algún poder esta lengua perdida? Es posible, pero al final no pudo dominar el hierro y la pólvora de los cañones aliados. Quizás, como alguna vez lo dijo Héctor, príncipe de Troya, los Dioses no se preocupen tanto por lo que sucede en la Tierra.
Pero no fue solo apelando a antiguos hechizos perdidos que los nazis intentaron aprovechar el poder de lo oculto. Toda una serie de macabros experimentos se realizaron buscando aprehender los secretos del alma y destinarlos a la destrucción terrena de los enemigos, aunque también se buscó conocer los límites del cuerpo experimentando sobre los prisioneros. Sobre estos aspectos hablaremos en los últimos dos episodios.
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