De nuevo Japón
No es por azar que la nación nipona es un tema recurrente en las páginas de este portal: muchas de las leyendas más peculiares, de las historias más extrañas y de los sucesos más inesperados parecen ocurrir en esta pequeña isla del pacífico norte. Sin embargo, lo que veremos hoy se aleja un poco de los temas que normalmente tratamos y se adentra en el lado oscuro de la sociedad japonesa.
Estamos acostumbrados a oír hablar de Japón como una sociedad relativamente homogénea. Ha resistido mejor que prácticamente cualquier otro país globalizado los embates de la cultura occidental y creado su “propia” modernidad, futurista pero también, parece a veces, anclada al pasado. Los inmigrantes no abundan, el japonés es un idioma universal y en general la situación parece indicar una sociedad en la que todos, sin excepción, son iguales.
Sin embargo, hay un sector de la población que vive marginado en su propia tierra. Heredero de una serie de tabúes cuyos orígenes se pierden en las nieblas del pasado, los Intocables siguen siendo rechazados, humillados y hasta amenazados por el simple hecho de tener tareas consideradas indignas.
¿Qué hacen los intocables?
Dentro de estas labores se encuentran algunas que uno esperaría encontrar – como los hombres que se encargan de la basura, o que entierran a los muertos – pero otras que no se esperarían, como las personas vinculadas a cualquier tipo de manipulación de objetos provenientes de los animales incluyendo, claro, a quienes trabajan en un matadero, pero también a personas que se encargan del tratamiento del cuero o la carne una vez procesadas.
Incluso en los casos de trabajos que en otros lugares serían considerados prestigiosos el tabú sigue presente… como bien lo saben los trabajadores del matadero de Shibaura.
Poco importa que la carne que se realiza allí sea, seguramente, la más exclusiva y costosa del mundo: la célebre Wagyu japonesa. Realizada con toros alimentados y criados específicamente con el propósito de generar un corte extremadamente suave (a los que incluso se les hacen masajes), un corte de esta carne puede, perfectamente, superar los 80 dólares por libra… cruda.
Aprender a realizar bien los cortes de la carne wagyu es un verdadero arte que puede tomar una década. Los trabajadores del lugar son artesanos altamente calificados con buenas remuneraciones, algo que sería, cuanto menos, cuestión de prestigio en otros países. Pero en Japón es cosa de vergüenza.
Una tradición feudal
Todo comenzó en la Edad Media, cuando la sociedad feudal nipona constaba de una serie de castas, una de las cuales – los Burakumin – vivían aisladas de los demás.
Burakumin significa “gente de la aldea” y hace referencia a las comunidades que vivían aisladas de los demás pobladores en barrios independientes ya que se dedicaban a ocupaciones consideradas impuras o “marcadas por la muerte”. Dentro de este grupo, los “Eta” eran el sector más bajo, el más rechazado y el más odiado: al día de hoy, la palabra misma es un insulto. En las épocas feudales un samurái tenía incluso el derecho de matar a un Eta si consideraba que lo había insultado, y hacia mediados del siglo XIX se consideraba que “7 Etas valen lo mismo que una persona normal”.
Y es precisamente esa palabra la que usan quienes buscan humillar a los modernos intocables, pues pese a la destrucción del sistema feudal en 1871 y la creación de una nueva legislación en la que todos son considerados iguales la herencia cultural no ha desaparecido. En tiempos pasados las empresas incluso buscaban bases de datos de las personas para evitar contratar descendientes de los Burakumin y hoy, aunque esta práctica se ha vuelto ilegal, en el mercado negro se sigue vendiendo información al respecto que ha destrozado más de un futuro matrimonio.
En muchos sentidos Japón es un ejemplo para el mundo, pero parece que algunas de sus tradiciones culturales se quedaron en la Edad Media.
Fuente de imágenes: 1: ichef.bbci.co.uk, 2: conoce-japon.com