Augurios de principio de año
Ya mencionábamos en este artículo que el comienzo del 2016 no presentó buenos augurios para la economía mundial: una nueva caída en las bolsas chinas y una situación seria – por decir lo menos – en las economías emergentes amenazaban la estabilidad del crecimiento a lo largo y ancho del globo.
Un mes después de estas afirmaciones la situación no parece mejorar. El mundo se mantiene en un estado de alerta contra una situación que se sostiene, pero que podría llevar al colapso en el corto plazo. Mientras que muchas economías emergentes presentan problemas (con algunas excepciones, como India), los precios del petróleo y de las materias primas se mantienen en mínimos históricos y muchos gobiernos se acercan a un posible default (esto es, un fallo en los pagos de la deuda).
Un contexto sin ganadores
Hace algunas décadas era fácil determinar quién ganaba y quién perdía con una crisis mundial. En la actualidad difícilmente se puede hablar de países ganadores.
Cabe mencionar el caso anómalo de India (un país emergente, por cierto), único beneficiado del contexto, pero su caso – centrado en la exportación de servicios, antes que las materias primas – es muy diferente al del promedio mundial. Sin embargo, ¿acaso las regiones como Europa o los países como Estados Unidos no podrían encontrar en este contexto vientos favorables al crecimiento a costa del resto del mundo?
Pues no. Si aquello que llamamos el “tercer mundo” entra en una crisis, el mundo desarrollado comenzará también a tambalearse. Veamos:
Comencemos por Japón. Se trata de un país de ingreso alto que obtiene una parte considerable de su renta exportando. Es apenas natural que en un contexto de crisis en gran parte del mundo sus ventas comiencen a caer de manera acelerada, convirtiéndolo en una víctima tardía de la recesión. Esto, claro, aplica también para Estados Unidos y Europa, aunque en menor medida.
Europa, que no se ha recuperado completamente de la crisis, es también dependiente del mundo emergente y en calidad de prestamista se vería muy afectado si, de repente, todos dejasen de pagar sus deudas. Así mismo, los países con mayor dinamismo (como Alemania) también se caracterizan por un espíritu exportador importante.
Y los Estados Unidos, aunque relativamente más sólidos, no serían más que el último eslabón en caer. En este momento el dramático fortalecimiento del dólar está afectando a los productores de este país y si la situación se mantiene, es de esperar que muchas empresas comiencen a perder empleos en favor de países allende las fronteras. La situación social del país no es la mejor y en el contexto actual, en el que la desigualdad aumenta rápidamente, es poco probable que el país pueda soportar una caída en los niveles de empleo.
El problema del petróleo
El principal actor en esta crisis es el petróleo. Por casi dos décadas, este bien tuvo aumentos impresionantes en su valor que lo convirtieron en “oro negro” y garantizaron a los países que lo exportaban grandes ingresos por este concepto. El fenómeno, en menor medida, se repitió con todo tipo de materias primas: soya, cobre, gas, hierro, etc.
En la actualidad, la situación ha revertido y estos países se encuentran en problemas. El asunto es que una crisis generalizada en ellos podría dar al traste con la economía mundial, gústele o no a los países más desarrollados.
Citigroup ha acuñado el término “petroarmagedón” para definir la situación en la que una bajada consistente en los precios del petróleo aumenta el valor relativo del dólar en los mercados mundiales, lo cual a su vez disminuye el comercio y la inversión extranjera (en ambas direcciones).
Crisis – oportunidad
Sin embargo, muchos ven la crisis actual como una oportunidad para repensar muchos de los preceptos del sistema moderno y volver a éste un poco más amigable con el futuro de la humanidad. Desde esta perspectiva, una crisis generalizada podría ser algo bueno… en particular, con respecto a los alarmantes niveles de desigualdad que se vienen conociendo.
En efecto, una de las principales preocupaciones para el futuro es que la desigualdad llegue a niveles aún más alarmantes (en Estados Unidos ya superó los niveles de 1910) y la pobreza comience a aumentar. En vista de que esta última se concentra en los países en vía de desarrollo, una crisis generalizada de estos podría resultar en una catástrofe.
Para que esto no suceda es fundamental que, en el peor de los escenarios, los gobiernos garanticen unas mínimas calidades de vida para las poblaciones que los eligieron: de lo contrario podríamos ver un retorno al radicalismo semejante a lo que hoy ocurre en Siria, Irak y Líbano y que también se presenta en regiones deprimidas de África Central.
En cualquier caso, Citibank es relativamente optimista y cree que para el final del año el precio del petróleo se habrá recuperado un poco y la situación de las economías emergentes habrá mejorado. Tendremos que esperar para saber si la situación descrita por el banco ocurre o si por el contrario el petróleo y las materias primas continúan su caída libre.
Fuente de imágenes: 1: lcnewsgroup.com, 2: zerohedge.com, 3: proactiveinvestors.co.uk