Caperucita roja era una niña que vivía junto a su mamá, cerca del bosque. Un día su mamá se encontraba haciendo unos panes, y se acordó de la abuelita de caperucita roja, que vivía al otro lado del bosque. Así que destino unos panes adicionales y cuando los hubo terminado, los envolvió y los metió en un canasto, pidiéndol a la niña que fuera y los llevara a su abuelita.
– No hablas con nadie en el bosque, expresó su madre.
– Así lo haré, exclamó caperucita.
Con estas indicaciones Caperutica roja emprendió viaje rumbo a la casa de su abuela. Sin embargo, en el camino se encontró con el lobo malo del bosque, pero ella no sabía, y en su ingenuidad, ignoraba que corría peligro.
– Muy buenos días hermosa niña, expresó el lobo.
– Muy bueno días señor lobo, exclamó Caperucita
– ¿Qué hace un niña sola en el bosque? Podrías correr peligro, dijo el lobo
– ¿Tú crees? Dijo caperucita
– Pero no temas que yo te voy a acompañar ¿Hacia dónde te diriges? Espetó el lobo
– Voy a casa de mi abuelita, pero no debo hablar con nadie, repuso caperucita.
– Pero yo no soy nadie malo, de hecho, te he advertido de los peligros que podrías correr en el bosque y me he ofrecido a acompañarte para que nadie pueda hacerte daño.
– Pero mamá me advirtió que podría encontrar a alguien malo
– ¿No insinuarás que soy un lobo malo, o sí?
– Claro que no señor lobo, pero si no te importa seguiré sola mi camino
– Esta bien
Y en cada conversación que tenían la niña encontraba en actitudes y posiciones sospechosas, pues el lobro se la quería comer. Sin embargo, la niña siguió sola su camino, y el lobo corrió tan veloz como pudo y llegó a la casa de la abuelita, fingiendo ser caperucita, y una vez adentro, la devoró, se vistió las ropas de la abuela y se cobijó dentor de la cama esperando a que llegara caperucita.
Y una vez que caperucita llegó, tocó a la puerta.
– ¿Quiés es? Dijo el lobo
– Soy yo, Caperutica roja, abuelita
– Sigue querida, sigue, repuso el lobo simulando la voz de la anciana.
Caperucita entró, pero notó que algo estaba mal con la abuelita, pues lucía algo extraña.
– Abuelita, pero qué ojos tan grandes tienes
– Es para verte mejor
– Abuelita, pero qué nariz tan grande tienes
– Es para olerte mejor
– Abuelita, pero qué boca tan grande tienes
– Es para comerte mejor
Y una vez dicho esto, el lobo se lanzó sobre la niña, abrió sus grandes fauces y se la devoró de un sólo bocado. Y habéndola devorado, sintió sueño y se acostó a dormir
Sin embargo, justo en ese momento pasaba por allí un cazador que escuchó como unos chillidos. Lo que sucedía es que el lobo se había comido enteras tanto a la abuelita como a la niñá y ellas se estaban quejando en el estómago del lobo.
El cazador se percató de ello y, aunque le iba a disparar un tiro al lobo en el estómago, desistió de hacerlo, y a cambio cogió un cuchillo, abrió el vientre del lobo, sacó sanas y salvas a la abuela y a Caperucita y, a cambio, llenó el estómago del animal con piedras del lugar.
Cuando el lobo despertó se sintió pesado y dando tumbos abandonó el lugar, sin percatarse de lo que había sucedido. Por su parte, las mujeres sobrevivieron y la niña aprendió la lección de no desobedecer las órdenes de sus mayores, así como no hablar con extraños.