De las religiones
Pocos temas han influido más en la historia de la humanidad que la religión. Construida en forma de chamanismo en los orígenes mismos de la humanidad (al menos, en aquellos que podemos conocer), ha ido evolucionando a lo largo de siglos para convertirse en una de las fuerzas motrices más poderosas de la Historia.
No es mi intención en este artículo debatir sobre lo bueno o malo de la importancia de las creencias religiosas: es un debate bastante amplio que, considero, debe darse en un lugar más propicio. Sencillamente quiero comenzar resaltando el poder de las religiones y su influencia en la vida de las personas.
Sin embargo (o quizás, a causa de ello) también en la religión tenemos lugar para creencias que al profano le parecen completamente irracionales. Este choque de civilizaciones (por llamarlo de alguna manera) ha sucedido por milenios, pero pocos casos resultan tan curiosos e ilustran tan bien el fenómeno como el culto a John Frum en la isla de Tanna en Vanuatu.
La isla de Tanna
Ubicada en la región occidental de la Polinesia, cerca de las costas orientales de Australia, la isla de Tanna hace parte del archipiélago de Vanuatu, un país independiente en esta región del Océano Pacífico. Es una de las islas más pobladas de la nación (con un total de 30.000 habitantes aproximadamente) y tiene una mayoría melanesia tradicional que por décadas se ha sentido oprimida por las misiones presbiterianas.
Es este conflicto el que parece haber dado origen al culto a John Frum. Parece ser que muchos de los habitantes rechazaban profundamente la llamada Ley de Tanna, impuesta por los misioneros cristianos desde comienzos del siglo XX. Hacia los 1930’s, la tensión estaba en el punto máximo.
La llegada de John Frum
Fue entonces, de acuerdo con la leyenda, cuando apareció John Frum. Se trataba de un hombre vestido a la usanza occidental, con traje y corbata, a veces blanco y a veces negro. Este hombre decía a las personas que debían abandonar las misiones y retomar sus antiguas tradiciones, y que dejaría la isla para volver luego con regalos. En 1941, el rito tomó fuerza y miles de creyentes abandonaron sus hogares y se dirigieron al centro de la isla.
El movimiento fue fuertemente reprimido, pero no ayudó en absoluto a ello el arribo de 300.000 soldados norteamericanos trayendo provisiones (“cargo”, en jerga local) y muchos de los cuales vestían con los trajes tradicionales occidentales. Como si fuera poco, el paso de los aviones de carga fascinó a los nativos que comenzaron a construir una especie de “aeropuertos rituales” con la esperanza de que alguno de ellos aterrizara y les llevara cargo.
Muchos creen que fue con el arribo de un soldado norteamericano a principios de los 1930’s que se creó la leyenda. El nombre mismo, “John Frum”, podría ser una malinterpretación de “John from the US” (“John, de los Estados Unidos”), y la presencia de soldados tanto caucásicos como afrodescendientes brindaría una explicación al hecho de que nadie sepa a ciencia cierta el color de este mesías.
En cualquier caso, la leyenda de John Frum, aunque pueda parecernos un chiste, fue de hecho el catalizador que llevó a la ruptura del dominio cristiano en esta isla y lo que permitió a los nativos retomar muchas de sus costumbres. Los seguidores de John Frum alcanzarían tal autonomía que de hecho se opondrían activamente a la creación de una nación independiente y centralizada, pues consideraban que ello lastimaría la cultura tradicional de las regiones.
Cada 15 de febrero los seguidores de John Frum celebran su fiesta religiosa y esperan con ansiedad la llegada de su Mesías, que llevará provisiones, regalos… y un motor de 25 caballos de vapor para el barco del pueblo. No saben en qué año ocurrirá, solo saben que será un 15 de febrero.
Ah, y los habitantes de aquella isla parecen tener una tendencia a la creación de religiones peculiares… pues fueron ellos los fundadores del Movimiento del Príncipe Philip, el cual tendremos que tratar en otro artículo.
Fuente de imágenes: 1: joaquinmarcial.files.wordpress.com, 2: oddculture.com