La Francia del Rey Sol
No cabe ninguna duda: la cúspide de la Monarquía Francesa se vivió a finales de los 1600 y comienzos de los 1700. En aquellos tiempos el Rey de Francia era en verdad magnífico, todopoderoso, un monarca absoluto que decidía sobre la vida y la muerte de sus súbditos y el futuro de su reino. En aquellos tiempos, la Monarquía parecía eterna.
Luis XIV, el Monarca más poderoso de Francia seguramente en toda su historia (a menos que tengamos en cuenta a Napoleón, quien no fue rey sino emperador y además a la postre fracasó), gobernó sobre una nobleza postrada y una burguesía aduladora que le permitían hacer a su antojo. Su mundo era uno de refinadas costumbres, de bailes de gala, de tradiciones absurdas para nosotros (como el deber de ciertos nobles de vestir al Rey en un orden determinado) pero que se seguían de manera sistemática. Francia tendría mejores días. Sus reyes no.
En estos años apareció un hombre misterioso que muchos vinculan a la Monarquía. Se trataba de un prisionero que fue condenado hacia finales de julio de 1669 y sobre cuya sentencia no se sabe mucho…
Excepto, claro, que de manera permanente vestía una máscara de terciopelo.
La Máscara
Para ser precisos, la máscara era de terciopelo, siendo escritores posteriores (como Alejandro Dumas) quienes popularizaron la idea de una máscara de hierro. Lo que sí se sabe es que cubría, a todas horas, el rostro del prisionero.
Así, nadie en la prisión sabía de quién se trataba.
De acuerdo con uno de los pocos documentos que llegaron a la actualidad, el nombre del sujeto era Eustache Dauger. Fue enviado a la prisión bajo órdenes del Marqués de Louvois (ministro de Luis XIV) con una serie de instrucciones muy particular.
El hombre permanecería aislado, en un cuarto con varias puertas que se cerrarían una después de la otra. Esto le impediría a cualquiera que se acercase poder oír lo que sucedía desde afuera. El gobernador de la Prisión de Pignerol (Dauvergne de Saint-Mars) se encargaría de su cuidado por sí mismo y solo estaba autorizado para entrar a la habitación una vez en el día, entregar comida y verificar que al preso no le hiciese falta nada.
Sin embargo, éste no estaba autorizado para hablar. Si pronunciaba una sola palabra que no estuviese relacionada con sus necesidades básicas sería ejecutado inmediatamente.
Y claro, siempre debía llevar puesta su máscara.
Valet
En la carta original del Marqués se menciona que Dauger no debía pedir mucho, pues se trataba “sólo de un valet”. En aquellos tiempos, un valet era una especie de sirviente personal, un cargo de importancia pero, por supuesto, subordinado a un señor.
Esto se probaría útil para Dauger en el futuro. 6 años después de su encarcelamiento Saint-Mars solicitó que se le permitiese servir a Nicolás Fouquet, encarcelado por el mismo Luis XIV bajo cargos de desfalco. El valet ordinario de Fouquet, un hombre llamado La Rivière, no estaba siempre disponible y en esas ocasiones Dauger lo reemplazaba. Sin embargo, Dauger no estaba autorizado para hablar con nadie además de Fouquet (quien jamás saldría de prisión), por lo que tampoco existían temores de que el rumor se regara.
Tras la muerte de Fouquet, en 1680, Saint-Mars descubrió un agujero que comunicaba la celda de Fouquet con la de otro prisionero: el Marqués de Lauzun. De inmediato Dauger fue cambiado de lugar y a Lauzun se le informó que había sido liberado. A toda costa se buscaba mantener el secreto: nadie debía saber que Dauger existía.
Cuando Saint-Mars fue asignado a la prisión Fuerte de los Exilios, Dauger llegó allí con él. En 1687 de nuevo ambos fueron a Santa Margarita (una isla cerca de Cannes), pero en esta ocasión algo no salió bien y comenzaron a correr rumores de que había un prisionero que llevaba siempre sobre su frente una máscara de hierro.
Y por último, ambos llegaron a La Bastilla en septiembre 18 de 1698. Entre las pocas referencias que hay resalta una que señala que, de nuevo, se encuentra en una celda con muchas puertas y que dos mosqueteros lo vigilan de cerca, con la orden de matarlo si llegaba a retirarse la máscara.
La muerte del prisionero
Dauger murió el 19 de noviembre de 1703 y fue enterrado en una lápida bajo el nombre “Marchioly”. Toda su ropa fue destruida, la celda se limpió cuidadosamente y sus pertenencias metálicas fueron fundidas. No se dejó rastro alguno de su existencia.
¿Quién era el prisionero?
Han surgido todo tipo de teorías sobre la identidad del hombre. Algunos aseguran que se trataba de un hermano mayor de Luis XIV, quien habría sido el legítimo heredero al trono de no haber estado prisionero. Esto podría explicar la insistencia en que tuviera siempre su máscara.
Otros aseguran que se trataba del padre del Rey. En efecto, Luis XIII (padre “oficial” de Luis XIV) era un anciano que, según todo registro, llevaba al menos 13 años sin reunirse con su esposa en el lecho cuando quedó embarazada de Luis XIV. El Cardinal Richelieu (importante asesor del Rey) temía que si Luis XIII no tenía hijos lo sucediera su hermano Gaston de Orleans, quien lo retiraría de su cargo y le quitaría todos sus privilegios. Así, el hombre decidió conseguir un “sustituto” que engendrara un hijo con la Reina. El hombre habría sido exiliado, y tras retornar con el objetivo de obtener más dinero habría sido encarcelado. Sin embargo, no habría sido asesinado, pues Luis XIV no deseaba la muerte de su propio padre.
Por supuesto, conocemos su nombre, pero no hay ninguna razón por la que un personaje sin grandes conexiones políticas o prestigio se mantuviera de esta forma. Sería sencillamente asesinado. Por esta razón, casi todos consideran que el nombre Dauger es en verdad un seudónimo.
Y seguimos a la espera de la respuesta.
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