Samurái
Uno de los emblemas japoneses es la figura del Samurái. Este imponente guerrero, armado con una katana de hierro forjado capaz de atravesar los huesos, se convirtió en uno de los símbolos que representan a la nación nipona en el resto del mundo.
Los samuráis fueron importantes señores feudales en Japón hasta bien entrado el siglo XIX, cuando la Restauración Meiji decretó la igualdad de todos los hombres y abolió la figura del Samurái. En este periodo se popularizó una historia que provenía de más de 100 años atrás como consecuencia de la nostalgia de los hombres más tradicionales del país por un pasado romántico, heroico, legendario.
Era la leyenda de los 47 Ronin
El Incidente de Ako
La historia se popularizó hace pocos años por la película del mismo nombre (47 Ronin) en la que se mostraba una versión particularmente legendaria del relato. Aquí, sin embargo, procuraremos ceñirnos a los orígenes históricos del mismo.
Todo comenzó en el año 1701 del calendario cristiano cuando dos Daimyo (Lores Feudales) fueron convocados para organizar la recepción para los enviados del Emperador en Edo, durante su servicio ante el Shogun. Los hombres eran Asano Takumi no Kami Naganori, del Dominio de Ako, y un samurái llamado Kamei del dominio de Tsuwano. Ambos estaban bajo el encargo de Kira Kozuke-no-Suke Yoshinaka, un poderoso servidor del Shogunato que al parecer se caracterizaba por ser altanero y corrupto. Esperando un soborno, el hombre comenzó sistemáticamente a maltratar a los dos daimyo.
Los servidores de Kamei pronto ofrecieron un soborno al hombre a cambio de mantener un buen trato con su señor (todo esto, claro, a espaldas del hombre). Los servidores de Asano, sin embargo, seguían (como su señor) las doctrinas de Confucio y no estaban dispuestos a tolerar tal comportamiento. Por esta razón, Kira comenzó a comportarse de manera más y más indigna con el señor del dominio de Ako.
No están claras las circunstancias en las que Asano atacó al servidor del Shogunato. Aunque algunos afirman que se debió a los constantes insultos, otros consideran incluso que se trató de una trampa y que el daimyo actuó en defensa propia. En cualquier caso, el hombre fue capturado y condenado al seppuku, ya que en el Castillo de Edo estaba rotundamente prohibido el uso de cualquier tipo de armas.
Así, el hombre fue condenado a la muerte, su familia a la ruina, sus bienes a la expropiación y sus servidores a vivir sin un señor al qué servir. Esto, que podría parecer poca cosa, era una gran humillación para un Samurái (que entonces pasaba a denominarse Ronin).
Pero estos Ronin no eran samuráis ordinarios. Entrenados bajo el dominio de Asano, le querían y respetaban profundamente y estaban convencidos de que su muerte había sido una trampa para gobernar sus apreciados vienen. De los más de 300 hombres bajo su dominio, 47 tomaron una decisión: no descansarían hasta obtener la venganza por la muerte de su Maestro.
Ellos fueron los 47 Ronin.
47 Ronin
Oishi era el líder del grupo. Pese a que sabían que la venganza en este caso estaba prohibida, y que serían fuertemente castigados por ella, los hombres comenzaron a trabajar y realizaron un juramento secreto en el que afirmaban que vengarían a su maestro costase lo que les costase.
Inicialmente, todo consistía en pasar desapercibidos. Kira había aumentado la vigilancia en su mansión temiendo precisamente una venganza tal y como lo dicta el bushido, el código samurái. Para esto se convirtieron en monjes o mercaderes y Oishi, líder vigilado por espías, comenzó a frecuentar tabernas y casas de geishas con la intención de mostrar debilidad y generar lástima y vergüenza. El plan funcionó a la perfección: los espías de Kira le dijeron que los hombres estaban descomponiéndose y que su vida no corría peligro.
Un día, Oishi, que retornaba borracho a su casa, cayó al suelo y se quedó dormido en medio de la calle. Los transeúntes comenzaron a humillarlo y a gritarle improperios, avergonzándolo por haber caído tan bajo luego de ser un Samurái digno de la casa de Asano. Un hombre incluso le escupió y pateo su cara, algo que en otras circunstancias sería completamente imperdonable y llevaría a la ejecución del agresor. Esto sirvió como la prueba definitiva para Kira: los hombres no sólo no planeaban vengarse, ni siquiera eran dignos de llamarse samuráis.
Poco tiempo después, con la presión de los espías algo aliviada, Oshi visitó a su esposa leal (con quien llevaba casado más de 20 años) y se divorció. Aunque esto tenía como objetivo evitar que las consecuencias de su acto cayeran sobre ella, también fue visto como un acto de debilidad e inmoralidad. Sus hijos se marcharon con su madre, excepto por el mayor, Chikara, a quien Oshi ofreció elegir entre seguir a su padre o a su madre. El joven, de apenas 14 años, quiso por voluntad propia seguir a su padre.
Oishi comenzó a comportarse de manera más y más indigna. Sus hombres, tratando de calmarlo, contrataron una Geisha para que lo acompañara, pero esto no hizo más que empeorar su actitud. A los ojos del mundo, era un hombre perdido, desesperado.
Pero en su mente tenía muy claros sus objetivos.
Kira cayó en la trampa. Pronto comenzaría la batalla final… de la que hablaremos en un próximo capítulo.
Parte 2
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