Suicidio
El tema del suicidio se encuentra últimamente en medio del debate público a causa del llamado “Juego de la Ballena Azul”, que parece estar detrás de un sinnúmero de suicidios en niños y adolescentes alrededor del mundo (sobre todo en las regiones eslavas). Para muchos, este juego no es sino la expresión máxima de la corrupción y la desidia que ha alcanzado la sociedad actual.
Mas no es esta la primera vez que un grupo de gente se reúne para decidir terminar con su vida. Los llamados “clubes suicidas” han tenido cierta popularidad por algún tiempo, y aunque hacerles seguimiento sea un tanto complejo (pues, como es obvio, los principales testigos terminan casi todos muertos) sabemos lo suficiente como para entender lo macabro del fenómeno.
Aquí revisaremos algunos de los casos mejor documentados. Muchísimos más han quedado en el olvido a causa de la dificultad que representa rastrear este tipo de situaciones.
El club de los suicidas en Armenia
En marzo de 1939 Fidel Ángel Castiblanco, nativo de la ciudad colombiana de Armenia (entonces centro cafetero del país, muy pudiente a comparación del resto de la nación), se llevó el revólver a la sien y disparó.
Dejó tras de sí una mujer viuda y 7 hijos huérfanos, y sus familiares originalmente creyeron que su partida era la de un hombre desesperado. Pero no: no tenía deudas, no tenía algún amorío que lo pudiese avergonzar, era un miembro prestigioso de la sociedad.
Sencillamente estaba cumpliendo su palabra.
La historia la cuenta Fidel Castiblanco, su hijo y uno de los pocos testigos de lo que fue llamado el “Club de los Suicidas de Armenia”, un flagelo que azotó la ciudad en torno a 1936 y, de nuevo, una década más tarde, hacia 1945. No se sabe hasta qué punto fue un único club o más bien una especie de “moda” que se popularizó y replicó entre las poblaciones jóvenes de la ciudad, pero algo se conoce de su funcionamiento.
Los miembros del club se reunirían en los bares, que por entonces apenas surgían en la ciudad, y a la luz de las velas y ambientados por algunos tragos pactarían su muerte conjunta. La fecha y la hora no se dirían, y eventualmente a cada miembro le llegaría una carta con una bala indicándole que había llegado su momento. Se decía que si el susodicho mostraba cobardía sus compañeros cumplirían su promesa por él (es decir, lo asesinarían).
Muy semejante al caso de la Ballena Azul, este “Club” generó todo tipo de suspicacias y escándalos, tuvo un cubrimiento moderado por la prensa, pero en última instancia permaneció en las sombras y no se pudo saber realmente cuántos de los suicidios presentados en este periodo en la ciudad (que fueron bastante superiores a los promedios previos, o al menos eso indica la prensa) fueron en verdad causa del “Club” y cuantos causa de que fue un periodo convulsionado en la historia del país.
“Clubes suicidas” en Japón
Es lamentable que no haya mucha más información sobre colectivos de este tipo en otros lugares del mundo. Nuestra segunda parada ya es en tiempos relativamente modernos y ocurrió, cómo no, en Japón. En este país, caracterizado por ser bastante… particular, por así decirlo, ocurrieron una serie de suicidios hacia el cambio del milenio que parecen haber estado asociados al surgimiento de las “salas de chat online”.
En torno al año 2004 estas parecen haber sido el escenario para que incontables personas con depresión, tristeza o sencillamente aburrimiento crearan pactos para morir al mismo tiempo. Supongo que, pese a la distancia, el hecho de no morir solos servía de algún tipo de consuelo.
La BBC realizó algunas entrevistas, en particular a un hombre llamado Naoki Tachiwana, quien se encontraba buscando alguien que lo acompañase a morir. No era un psicópata, ni un lunático, ni un asesino. Era solo un hombre que quería morir, pero no lo quería hacer solo. Su testimonio sirvió para indicar qué estaba sucediendo en las redes japonesas, pero al no tratarse de una organización unitaria ni de una metodología sistemática (como sí lo es la Ballena Azul) no fue mucho lo que se pudo hacer al respecto.
Los suicidios de Bridgend
Entre 2007 y 2009, al menos 25 personas cometieron suicidio en la comunidad de Bridgend, en Gales del Sur (Reino Unido). Se trataba mayoritariamente de adolescentes.
En este caso particular, nadie sabe realmente por qué sucedieron los eventos. Mientras que algunos hablan de una organización secreta, otros consideran que se trató ante todo de una serie de coincidencias que los medios romantizaron y convirtieron en una “secta” precisamente al darle importancia.
En cualquier caso, las similitudes eran suficientes como para determinar que en efecto había una relación de algún tipo entre las muertes. Todos eran jóvenes. Todos, menos uno, murieron al colgarse. Ninguno dejó nota de despedida, o una carta en la que explicaran el porqué de su decisión.
Y por esto mismo, nunca se llegó a saber en verdad qué pasaba por su cabeza.
Imágenes: 1: semana.com, 2: bbc.co.uk, 3: elmanana.com