El mundo espiritual
Gran diversidad de creencias, que seguramente incluyen a prácticamente todas las religiones de la Historia, consideran que el mundo es más de lo que vemos. Que la realidad material a la que estamos atados no es sino un reflejo de nuestras propias limitaciones, las cuales podemos o estamos destinados a romper. Ya sea en forma de la iluminación buscada por el budismo, de la muerte designada por Dios y que lleva a su compañía en el cristianismo o islamismo, o de la comunicación con los antepasados y el viaje a realidades alternas en muchos tipos de chamanismo, siempre la humanidad considera que hay un “más allá” y busca de manera incesante contacto con él.
Este mundo espiritual, según algunas creencias de la teosofía y la antroposofía, estaría constituido no poder entidades divinas equivalentes de alguna manera al hombre (como suele representarse a las deidades) sino por información. Información sobre el universo que nos rodea, sobre los entes espirituales que nos componen, sobre todo aquello que necesitamos para alcanzar el verdadero conocimiento.
Se encuentran allí los Registros Akásicos.
Registros Akásicos
Se conoce como Registros Akásicos a un compendio de conocimientos profundos sobre el Universo que incluyen todo lo que ha sido, todo lo que es y todo lo que podría ser. Estos registros se encuentran en un plano no material de existencia conocido como el “Plano Astral” al que en teoría todos los seres humanos tenemos acceso, pero que solo unos poco privilegiados habrían visitado.
Fueron investigaciones del siglo XIX las que llevaron a la postulación de estos registros como un conocimiento que habrían compartido innumerables culturas ancestrales incluyendo los druidas, los sumerios, los egipcios, los incas y los tibetanos entre muchas otras culturas. De acuerdo con varias fuentes, incluso en la Biblia aparecería registro de esta información en forma del llamado “Libro de la Vida”.
Pero, ¿qué son exactamente los Registros Akásicos? ¿Qué los compone?
El Plano Astral y la información del Universo
Estamos hechos de información. Incluso en el plano material, nuestro ADN no es más que un compendio de información genética destinada a constituir nuestros cuerpos y nuestra realidad física.
El Plano Astral, constituido en el “éter” (algo así como un vacío en el que algo existe), no es más que los rezagos de cada acción de cada ser espiritual en el mundo, restos que dejan una resonancia que otro ser puede leer… si se ubica en el plano adecuado. Dentro de estas “tablillas indestructibles”, entonces, estaría escrita la historia del mundo.
Pero uno no puede acceder a este conocimiento con fines meramente educativos, no digamos con objetivos maliciosos. Es necesario estar en tranquilidad y buscar allí con el propósito de conocerse: la información del mismo ser, por lo general, será la primera en salir a la superficie.
De acuerdo con quienes han visitado este territorio, es también fundamental llevar de antemano la aceptación: muchos se encuentran con hechos de sus vidas pasadas que resultan duros, y si no están en capacidad de aceptarlos e interiorizarlos de antemano no serán revelados ante ellos.
Acceder a la información propia, según dicen, es relativamente sencillo y no requiere más que una “intuición bien desarrollada”. La meditación, la capacidad de mantener la mente en blanco, es fundamental, pues solo cuando estamos en paz podemos recibir las tenues señales del universo. Además de estas cosas, las motivaciones para acceder son la llave de la sabiduría: quien ingrese con un motivo que no sea el autoconocimiento y la comprensión no obtendrá nada.
Revisar los registros universales resulta, según parece, más complejo: solo los ya iniciados en sus propias escrituras pueden aprender a hacerlo. En el mismo proceso se encuentra el secreto, que nadie parece querer revelar.
Imágenes: 1: youtube.com, 2: johannesuske.com