Dentro de la Historia del Arte latinoamericano, se conoce con el nombre de Muralismo mexicano, a un movimiento artístico surgido en México durante las primeras décadas del siglo XX, el cual estuvo conformado por grandes intelectuales mexicanos, quienes coincidían en la idea de hacer otra forma de arte, impregnada con temas autóctonos, que rompiera con años de educación colonialista e imperialista.
Contexto histórico
En este sentido, para poder apreciar las motivaciones y alcances de este movimiento artístico mexicano, en primer lugar debería hacerse una revisión de su contexto histórico, pues este momento expresivo mexicano se encuentra estrechamente relacionado con los sucesos políticos que se dieron en territorio mexicano. De esta forma, se puede establecer como contexto histórico del muralismo mexicano los años posteriores a la Revolución Mexicana, cuyo discurso impregnó las ideas de los intelectuales mexicanos, quienes además identificaron este movimiento con los estatutos de izquierda que llegaban de la URSS, identificando en ellos y en la sucesión de una revolución social y cultural la esperanza de un mundo mejor.
En medio de este clima político e ideológico, sucedió el ascenso al poder del presidente Álvaro Obregón, quien desde el comienzo de su mandato puso en práctica importantes reformas sociales, entre las cuales resaltó la repartición de tierras, así como una nueva visión sobre la Educación, la cual tomó importancia, generando notables inversiones de parte del Estado, quien por primera vez tomaba de forma preocupante la realidad de la sociedad mexicana, en materia educativa, la cual revelaba que al menos noventa por ciento de la población era analfabeta.
Urgía entonces mecanismos que pudieran revertir esta realidad, pero que sin embargo pudieran enseñar a los mexicanos, aun cuando no supieran leer, los hechos más resaltantes de su historia. De esta forma, el presidente Obregón contrató a José Vasconelos, quien asumió las riendas de la Secretaría de Educación Pública, siendo éste el funcionario que concebiría la idea de contratar al doctor Atl Gerardo Murillo, quien ideó que la forma más rápida, masiva y efectiva para transmitir a la población mexicana los valores nacionalistas y culturares era a través de la técnica del mural, por lo que es reconocido históricamente también como el padre del muralismo mexicano.
Inicios del muralismo mexicano
De esta forma, una vez asumido el reto, el doctor Atl Gerardo Murillo se dio a la tarea de poner en práctica algunos de los principios sobre los cuales había fundado unos años atrás, en pleno corazón de la ciudad de México el Centro Artístico, el cual desde entonces buscaba la forma de generar una forma de expresión netamente mexicana, que fuese a un tiempo forma y contenido de la realidad genuina del pueblo mexicano, logrando concebir entonces un arte nacional. De esta búsqueda se había llegado a la conclusión de unir los estatutos formales y modernos del arte, a fin de plasmarlo en las paredes de la ciudad, como una forma también de sacar al arte de las fronteras de la galería para apropiarse del espacio público y viceversa. Así, este artista plástico había concluido que la mejor manera era la creación de murales.
En esta oportunidad, convencido de las conclusiones a las que lo habían dirigido su búsqueda, el doctor Atl Gerardo Murillo convocó a los jóvenes y entusiastas artistas del momento, para que lo acompañaran en la tarea de educar y transmitir los valores mexicanos al pueblo analfabeta y en proceso de educación, recibiendo respuesta de algunos pintores como David Alfaro Siqueiros, José Clemente Orozco, e incluso el propio Diego Rivera, quien llegó a convertirse en uno de los más importantes representantes del género.
Estética del muralismo mexicano
Así, con la intención de servir de medio educativo a la población, se fue gestando el movimiento muralista mexicano, el cual derivó a una estética, que convergió con aquella gestada en otros géneros como la música, la danza o la literatura, y que buscaba la adopción de una forma propia e independiente, que rompiera con los modelos y estereotipos impuestos desde la Europa colonial, para redescubrir el propio lenguaje mexicano, que tomaba mucho de la estética y el arte indígena, identificada como autóctona.
Igualmente, desde 1922, el muralismo mexicano se vio altamente influenciado por las ideas políticas del movimiento Sindicato Revolucionario de Obreros Técnicos y Plásticos, corriente conformada por artistas plásticos, quienes levantaban fervientemente las banderas revolucionarias y socialistas, pregonando la necesidad de emprender una nueva forma de ver el Arte, destacando su fuerza militante y comunicativa, así como la responsabilidad de denunciar e influir en la historia inmediata.
Por consiguiente, estas dos corrientes ideológicas se unieron para generar un muralismo que apuntaba a realzar los valores culturales mexicanos propios, así como la necesidad de instar a la población a mantenerse unida y en lucha, como pueblo oprimido, contra el patrón opresor y las fuerzas imperiales que pretendían el control político, territorial y cultural. Esta fuerza y la asunción de estas corrientes también produjo que a partir de 1923 el muralismo mexicano traspasara fronteras, promoviendo la visita e intercambio con grandes intelectuales y figuras de la escena izquierdista mundial.
Logros del muralismo
Dentro de los muchos aciertos y victorias conquistados por el muralismo mexicano es el de haber roto con los prejuicios negativos que se habían impuesto, durante años de cruenta conquista, sobre la estética indígena, así como sus valores, recursos y tradiciones, haciendo que el mexicano pudiese echar el paso sobre el camino de retorno para reencontrarse armoniosamente con su origen, surgiendo unos nuevos valores nacionalistas, bañados con el aura del orgullo y el amor por lo propio.
Así mismo, fue una ventana importante de transmisión de los valores revolucionarios en la población, hecho que no sólo generó un saldo político importante para los líderes de izquierda mexicana, sino que debido a su éxito comenzó a ser adoptada de forma consciente por los movimientos populares posteriores, que reconocían en el mural su sencillez, inmediatez, permanencia y capacidad para transmitir valores simbólicos e ideológicos en la población, por lo que más allá de las fronteras mexicanas, el muralismo político ha sido vigorosamente utilizado por varios movimientos revolucionarios latinoamericanos.
Imagen: recreación del mural «Man at the Crossroads» de Diego Rivera / Fuente: wikipedia.org