Una pastelería revolucionaria
La pastelería austriaca es reconocida hoy en día por su gran talento y peculiaridad al punto que se han vuelto clásicas sus recetas. Este no ha sido un triunfo fortuito, sino que se ha construido a lo largo de muchos siglos de trabajo continuo y, sobre todo, sobre las vidas de miles de personas que tuvieron que enfrentarse a las invasiones otomanas de los siglos XV, XVI y XVII.
Particularmente importante fue la guerra que se luchó en el siglo XVII contra el Imperio Otomano: una lucha atroz que cobró muchísimas vidas y en la que los europeos buscaban evitar el posicionamiento de los islámicos en la cumbre del mundo, algo que efectivamente lograron. En aquel entonces la Europa Cristiana atravesaba un momento de particular inestabilidad: las luchas intestinas entre los reinos que se debutaban conquistar América se solucionaban en el Atlántico mientras Europa Oriental era abandonada a su suerte. Fue el rey polaco- lituano Juan III Sobiesky quién lideró entonces la defensa y enfrentó a los enemigos tradicionales del cristianismo unificando los reinos asolados por los ataques de los otomanos.
Ya había pasado años desde que Solimán y sus jenízaros entraron a Austria y dejaron las tierras agrícolas destruidas, quemando mujeres y niños por igual e imponiendo su ley – ajena a los cristianos – en pequeños poblados austríacos que terminaron por extinguirse. Pese a la desesperanza, poco a poco los reinos cristianos del Oriente se levantaron y organizaron una red eficiente de resistencia contra los enemigos, red que permitió poco a poco el resurgimiento de la autoridad de los reyes y príncipes cristianos.
No hay que subestimar en este tiempo la importancia de la conversión de los cosacos (de los que ya hablamos en este artículo) al cristianismo: al convertirse comenzaron a concentrar sus ataques sobre los otomanos, aunque de vez en cuando siguieran atacando las tierras del Rus y de la Gran Polonia.
Las guerras contra los otomanos fueron cruentas en el Oriente de Europa
La ferocidad de los panaderos
Cuando los otomanos contraatacaron, en 1683, su asedio los llevó a las puertas mismas de Viena. Conscientes del poder de las murallas, decidieron comenzar complejas obras de ingeniería por debajo de la misma para tomar la ciudad por sorpresa.
Y fueron los panaderos, que trabajaban en la madrugada, quienes comenzaron a notar cosas extrañas. Ruidos en medio de la noche que hacían creer que algo se moviese bajo la tierra… un sonido muy sospechoso, en cualquier caso, en medio de un asedio. Prontamente informaron al Emperador Leopoldo I, que fue capaz de aprovechar el momento para encerrar a los otomanos y tornar su estrategia en su contra.
Desafortunadamente muchos panaderos perdieron la vida esta noche con sus familias: en medio de las escaramuzas entraron algunos jenízaros (soldados de élite del Sultán) que se enfrentaron a la resistencia de los ciudadanos vieneses, armados con algunas herramientas para hacer pan. Su heroísmo en la batalla solo fue superado por su sagacidad detectando la actividad otomana, lo que convirtió a los panaderos en los grandes héroes de la resistencia austríaca contra los infieles (como entonces llamaban a quienes profesasen la fe del Islam).
El mandato para hacer el croissant
Luego de la victoria, las mareas de la guerra comenzaron a cambiar y los otomanos se batieron en retirada frente a lo que ahora era un imparable frente cristiano. Sobiesky, rey de Polonia y Lituania, sería quien liderase esta ofensiva y terminase, de una vez y para siempre, la eterna amenaza del gigante otomano en las puertas mismas de Europa.
También tuvo importancia aquí la llegada de Leopoldo I, paladín de la cristiandad, quien condecoró personalmente a los panaderos y los premió por su valor en la resistencia y por la invaluable información que brindaron, salvadora, sin lugar a dudas, de la capital austríaca. Fue en honor al rey y como agradecimiento a su reconocimiento que los panaderos decidieron realizar un nuevo pan en su honor.
La medialuna y el Croissant
Tenía que tener media luna porque así reflejaría el poder de los panaderos sobre un imperio otrora considerado invencible. Originalmente una mofa, llegó a tener tal popularidad que no sólo se volvió el preferido del rey sino que comenzó a venderse a lo largo y ancho de las regiones polacas, alcanzando poco a poco otros mercados europeos. Fue en parte gracias a esto que la industria panadera llegó a convertirse en un baluarte del pueblo austriaco.
Más de un siglo después el croissant sería adoptado por los franceses, que lo popularizarían alrededor del mundo y lo convertirían en un símbolo de la cocina francesa llevando a que muchos olvidaran sus verdaderas raíces en medio del conflicto entre el Islam y el Cristianismo.
Al final, la media luna del Croissant se convirtió en un símbolo de resistencia y el croissant mismo se volvió una especie de augurio, un pan que recordaba la resistencia e indicaba mejores tiempos por venir. En efecto, tras su aparición nunca más los otomanos verían las puertas de Viena ni amenazarían el corazón mismo de la Europa Cristiana.
Fuente de imágenes: 1: franciaecmulsacun.blogspot.com.co, 2: youtube.com, 3: cookingideas.es