La tragedia de 2011
Hace 4 años sucedió un evento que conmovió de pies a cabeza la sociedad japonesa. El terremoto de Tohoku, de magnitud 9 en la escala de Richter, desencadenó un impresionante tsunami que no solo destruyó miles de hogares, oficinas y negocios (la cifra oficial ronda los 300.000), sino que puso a toda la población en peligro al liberar sustancias radioactivas de la planta nuclear de Fukushima. A pesar del peligro, las autoridades japonesas fueron capaces de detener el flujo a tiempo – al menos, para asegurar las vidas humanas –.
Sin embargo, estudios recientes revelan que el tsunami también liberó a la atmósfera miles de toneladas de gases de efecto invernadero y de sustancias que destruyen la capa de ozono. Debido a los daños en los equipos eléctricos, de refrigeración y aire acondicionado, más de 6000 toneladas métricas de halocarbonos se habrían liberado en la atmósfera. Estos halocarbonos incluyen cluorofluorocarbonos (CFCs) e hidrocluorofluorocarbonos (HCFCs), materiales obsoletos que las máquinas modernas ya no usan, pero que aún se usaban en algunos negocios de la región.
Una consecuencia inesperada
Los halocarbonos (y principalmente los CFCs) fueron prohibidos por sus dramáticos efectos en la capa de ozono. Una sola molécula de CFC es capaz de reaccionar con miles de moléculas de ozono, destruyendo sus vínculos en la atmósfera y atrayéndolos a capaz más bajas, con lo que lentamente debilita la capa. Por supuesto, en la eventualidad de que esta parte de la atmósfera dejara de existir nos veríamos bombardeados por los rayos UV, lo que llevaría a dramáticas tasas de mortalidad de todos los seres terrestres.
Afortunadamente las emisiones de halocarbonos, a pesar del evento en Japón, van a la baja, y aunque hayan aumentado en los años 2012 y 2013, sus efectos aún no amenazan la estabilidad de la capa de ozono. Por su parte, el efecto invernadero de los gases no es tan importante y ni siquiera afecta en mayor medida las cifras globales. Sin embargo, el estudio si ha puesto en duda la eficiencia de las empresas y los hogares japoneses que tenían máquinas obsoletas a pesar de que hace más de 15 años que fueron prohibidas en ese país.
Fuente de imagen: es.ipcdigital.com