En el ámbito del conocimiento, se conoce como lectura al proceso de decodificación, que se hace con respecto a un código específico y conocido por el lector, con el fin de captar y entender el mensaje que ha sido elaborado por el emisor.
Por lo general, la palabra lectura se asocia principalmente con el proceso por medio del cual un hablante decodifica un mensaje escrito, que se encuentra en un idioma que conoce, a fin de poder procesar, comprender y entender aquello que el escritor ha elaborado sobre un soporte físico, en un momento determinado. En este caso, el código es el Lenguaje, así como la lengua que es común al escritor y al lector.
Lectura del mundo
Sin embargo, el proceso de lectura, visto como la acción de decodificar un mensaje no es propio o exclusivo del hecho literario, sino que puede trasladarse también a la lectura de números, la lectura de símbolos e incluso la lectura de lenguaje corporal, entre otras situaciones que el ser humano pueda ver e interpretar de una forma específica, para acercarse a su comprensión. En este sentido –sepa la persona o no leer palabras en un soporte físico- la lectura es un hecho inherente al hombre, el cual lee constantemente cada una de las cosas que le rodean.
De esta forma, el acto del humano de observar su entorno, a fin de interpretarlo, entenderlo y aprender a manejarlo, puede ser interpretado como una decodificación de su realidad, lo que llevaría a concluir que la lectura está totalmente relacionada con este hecho, por lo que se podría afirmar que el humano antes de aprender a manipular su realidad o relacionarse con ella, debe aprender a leerla.
Subjetividad en la lectura
No obstante, sea en términos literarios o vitales, la lectura siempre reviste un carácter subjetivo. Es decir, este proceso, entendido como el mecanismo cognitivo de interpretar y entender la realidad, siempre sucede desde los intereses, conocimiento y back up del individuo que realiza la lectura. Por ejemplo, cuando un individuo entra en lectura de un libro, este será entendido por él no sólo desde las intenciones e información que aporta el escritor, sino que será interpretado desde la vida, conocimientos y momentos con los que cuente el lector. De hecho, si la misma persona leyera unos años después el mismo texto, se produciría una lectura totalmente diferente, pues cada individuo lee desde el contexto inmediato que se encuentra.
Por ende el individuo que lee el mismo libro en el ahora, no es igual a como era hace diez años, por lo que se tiene que hablar de lecturas diferentes. En la vida ocurre el mismo proceso, pues la lectura que se hace del mundo irá variando de acuerdo a las capacidades cognitivas, conocimientos intelectuales, historia de vida, nivel de madurez, experiencias específicas, entre otras realidades que intervendrán radicalmente en la forma de leer e interpretar el mundo circundante.
Lectura como herramienta de liberación
De allí que la Educación sea vista en todo momento como la principal herramienta de liberación del individuo, puesto que un nivel de ilustración adecuado lo preparará de mejor manera, a fin de conocer su historia, su lugar en la historia, al tiempo en que también sentirá la necesitad de decidir hacia dónde quiere que marche su destino.
Igualmente, se unirá a esto, ya hablando intelectualmente, es decir, a la lectura realizada sobre los textos, la posibilidad de conocer, entender y aceptar o rechazar las distintas leyes que lo ocupan, surgiendo como un agente activo en las decisiones del colectivo nacional del que forma parte. De ahí que importantes hombres de la historia, como Simón Bolívar pronunciaran frases como por ejemplo que “un pueblo ignorante es instrumento ciego de su propia destrucción”.
En sintonía con esto, entonces, aprender a leer será el primer paso para formar el pensamiento, en la tarea y ejercicio de conocer la necesidad de mantenerse conectado con la realidad, a fin de leerla en todo momento, para poder tomar las mejores decisiones a través de su interpretación.
¿Leer de todo?
Finalmente, remitiéndonos al hecho específicamente literario, se ha convertido en un lugar común la recomendación que orienta al público a tener que leer de todo. No obstante, cada vez son más los escritores y especialistas que advierten sobre la importancia de no convertirse en un eslogan a priori y revisar mejor lo que se le está recomendando al público lector.
Un ejemplo de ello, lo constituye la ensayista y profesora universitaria María Fernanda Palacios, para quien por ejemplo la lectura de libros de auto-ayuda, que según la lógica del eslogan citado deberían incluirse en el repertorio de lecturas obligada, pueden hacer mucho más daño que bien. De acuerdo a esta afirmación de Palacios, se podría inferir que las razones detrás de esta angustia pueden estar relacionadas primero con la noción y uso popular que se tiene de estos textos como cápsulas axiomáticas de psicología cotidiana, siendo claro que no todo el mundo puede solucionar sus problemas con tablas de fórmulas y respuestas.
En segundo lugar, a nivel de lenguaje estos libros –de acuerdo a algunos críticos y detractores- están escritos en un lenguaje muy bajo, que aun cuando puedan ser de fácil lectura no ayuda en realidad al lector a enriquecer su lenguaje, así como tampoco representa un reto intelectual o un goce estético. Así mismo, según esta lógica, al ser tan sencillos hacen que el músculo lector se acomode, pudiendo llegar a atrofiarlo. En este sentido, la recomendación de este tipo de especialistas sería leer, pero leer buena literatura, ensayos, poemarios, novelas, cuentos, que conviden al alma a realizar un viaje al centro de uno mismo, pero no para ayudarse, sino porque es el destino de cada humano sobre la tierra.
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