La mentira puede ser definida como aquella sentencia que no corresponde con un hecho verídico o veraz, y que sin embargo es usada por un individuo, que tiene el claro objetivo de engañar a su receptor, haciéndole creer algo distinto a la verdad, sobre un hecho del pasado, el presente o incluso el futuro.
Estrechamente relacionada con el engaño, la mentira –de acuerdo a algunos especialistas en comportamiento humano- no necesariamente se encuentra ligada al hecho verbal, pues también puede construirse con actos, como por ejemplo cuando se finge sorpresa ante el descubrimiento de un acto ilícito donde también se está involucrado. Incluso, se puede mentir por omisión, cuando se calla el conocimiento sobre un hecho, aun cuando se pregunte abiertamente o se solicite la declaración de alguien que sea consciente de lo sucedido.
De esta forma, la mentira sería todo grado de ocultamiento o distorsión de la verdad, la cual puede hacerse a través del discurso, las acciones, omisiones y silencios, entre otros tipos de expresión, en donde el emisor busque engañar a un receptor o grupo de receptores con fines individuales, como lograr un objetivo material, moral, espiritual o social. No obstante, incluso legalmente, la peor mentira en la que puede caer un individuo es a calumnia, puesto que su engaño estaría comprometiendo directamente la reputación de otra persona.
Clasificación del tipo de mentiras
Relacionada entonces con la manipulación, el engaño y el egoísmo, la mentira siempre ha sido vista como un pecado por las distintas religiones, que ven en la Sinceridad y la Verdad valores éticos y entidades espirituales a alcanzar y mantener, puesto que pueden llegar a verlas como atributos de su propia deidad, como es el caso del Cristianismo, en donde las escrituras identifican a Jesús de Nazaret como el Camino, la Verdad y la Vida. Así mismo, el representante del mal, Satanás es relacionado con la mentira.
Por su parte, Dante Alighieri en la conformación de su obra La Divina Comedia destina el círculo octavo para los mentirosos. Es decir, los coloca en un círculo anterior al último, donde reina satanás. En este estadio del infierno, según la cosmovisión del poeta florentino, van a parar los mentirosos, los aduladores y los hipócritas, donde son sometidos a castigos eternos por haber engañado a personas que le dieron su confianza.
Así mismo, dos santos de gran relevancia en el ámbito teológico también abarcaron en su obra temas relacionados con la mentira: San Agustín de Hipona y Santo Tomás de Aquino. A continuación veremos brevemente lo que cada uno de estos teólogos pensaban en términos espirituales de la mentira:
San Agustín
De acuerdo al pensamiento agustiniano las pequeñas mentiritas no pueden ser consideradas en realidad mentiras. Así mismo, este teólogo logra describir y clasificar al menos ocho distintos tipos de mentira, usando como criterio la cantidad de daño, si perjudican o no al involucrado o terceros. No obstante, sea como sea su conformación, San Agustín relaciona la mentira como pecado.
Santo Tomás de Aquino
En cuanto al pensamiento de este otro teólogo, se podría decir que él clasifica las mentiras de acuerdo a su calidad de pecado, distinguiendo entre las mentiras que constituyen pecados veniales, y aquellas que por el contrario representan pecados mortales. Así mismo, Santo Tomás de Aquino clasifica las mentiras de acuerdo a su función e intensión, describiendo que básicamente haya tres tipos de ellas: las útiles, las humorísticas y las maliciosas, de este trío, las dos primeras serían pecados veniales, y la última, mortal, puesto que busca hacerle daño a alguien.
La mentira como antivalor
Sin embargo, liberando a la mentira de la carga espiritual que algunas religiones puedan otorgarla, a fin de analizarla un poco más materialmente, la mentira no deja de estar relacionada con rasgos negativos, puesto que a nivel social y moral es vista también como un antivalor, que va en contra de valores éticos y humanos como la Sinceridad, la Honestidad, la Verdad, la Armonía, el Respeto, entre otros tantos, sobre los cuales se basa una sociedad de valores, en donde sus miembros opten por dar lo mejor de sí en términos de convivencia.
A este respecto, disciplinas como la Psicología, ven en la Mentira y su uso constante el germen de la estafa, el engaño, el irrespeto, el fraude, la injusticia, el abuso, entre otras situaciones que pueden colocar en riesgo a los más vulnerables, puesto que se entiende que un individuo opta por la mentira cuando quiere manipular o engañar a un tercero para su propio beneficio, lo que da pie a situaciones ilícitas como la corrupción, el abuso, el robo, etc. En este sentido, la Mentira también se erige como un antivalor y como uno de los elementos que colocan en riesgo una sociedad armoniosa, que luche junta para obtener el mejor de los éxitos, puesto que socava la confianza, el respeto y la sinergia necesarias para lograr la unión cívica y social.
Por consiguiente, la Educación brindada tanto por padres como por maestros debe estar orientada a mostrarles a los más pequeños la importancia de guiar sus actos y palabras en torno a la verdad, la sinceridad y la honestidad, identificando a la mentira como símbolo del conflicto y la desunión, puesto que un individuo mentiroso está en constante riesgo de ser descubierto y perder amistades, si alguna vez llega a conseguir lazos duraderos con otros individuos. También se deberá alertar a los niños que la mentira, como toda costumbre se convierte en un hábito, llegando un momento en donde no se podrá dejar de mentir. En este sentido, la verdad más allá de un valor abstracto debe convertirse en una práctica y una actitud cotidiana, en aras de formar individuos íntegros que construyan una sociedad positiva.
Imagen: elpensante.com