Economía
En la actualidad, más que seguramente en cualquier otro periodo del pasado, la economía dirige el mundo. Los gobiernos se eligen y se destruyen con base en los indicadores económicos que un puñado de personas seleccionaron hace ya bastante tiempo. Pese a las nuevas propuestas, ha sido bastante difícil encontrar alternativas y nuevos modos de medir el éxito de una sociedad.
Muchísimas variables en la actualidad dependen de la economía. La calidad de vida, el empleo, la estabilidad social, todos estos son factores que al menos parcialmente terminan por depender de lo bien que vayan las economías de los países. Es por esta razón que existen temores a procesos de crisis económica que puedan afectar de manera generalizada a los países.
Aires de crisis
En el pasado, dichas crisis han llevado a conflictos verdaderamente catastróficos. Fue en parte consecuencia de la Gran Depresión de 1929 que la población alemana recurriera a los radicalismos, erigiendo en poder al nazismo y sembrando las bases de lo que posteriormente sería la Segunda Guerra Mundial. Análogamente, fue un periodo duro para la economía el que sembró el descontento que llevó a la Primavera Árabe, la cual, a su vez, terminó por impulsar el radicalismo y la aparición de ISIS en el Oriente Medio.
Una recesión generalizada de la economía, de esas que se retroalimentan y de las que parece no haber solución alguna, es uno de los peores temores de cualquier analista político. Y por lo tanto, el hecho de que en la actualidad exista la posibilidad de que una crisis de este tipo se levante es un hecho preocupante.
La nueva crisis
El asunto se desató, con toda su fuerza, con la crisis económica del 2008. En este caso, sin embargo, la crisis estuvo muy localizada en los países desarrollados y tuvo un origen relativamente específico: la excesiva venta de hipotecas. Aunque Europa no se ha recuperado del todo, incluso los países más afectados – como España – ya muestran claros signos de que lo peor ha pasado.
El temor es que esta crisis no sea sino el preludio de un evento mucho más complejo. Casos así ya han ocurrido en el pasado (la crisis de 1929 fue precedida por una crisis menor, que muchos creyeron superada, en 1921), con la diferencia de que en la actualidad la recuperación ha sido menor a en periodos anteriores. Y dicha recuperación no se ha dado gracias a un factor sostenible, sino gracias al crecimiento de la deuda.
Personas pidiendo un trabajo en 1929
En términos simples, el gasto que mueve la economía (pues para que existan empresas debe haber alguien que les compre sus productos) y que ha permitido el crecimiento lento de los últimos años se ha debido principalmente al endeudamiento. El problema con el endeudamiento es que, por definición, tiene un alcance limitado: entre más me endeude, más difícil me será pagar y menos tendré que gastar en el futuro. Y aquí entramos al quid del asunto.
Crisis por la deuda
En la actualidad, la economía mundial ha aumentado de manera importante su nivel de deuda. En la actualidad, la cantidad de deuda se acerca a 3 veces la producción de un año, es decir, tardaríamos tres años en pagarlo todo.
Vale aclarar que la deuda está repartida, y que (obviamente) si se suman deudores y acreedores el resultado es 0. Sin embargo, esto significa que un gran porcentaje de sujetos, o empresas, o estados, depende demasiado de sus ingresos futuros para sus gastos presentes… y lo que es peor, este número sigue aumentando.
Hay un punto a partir del cual la situación se vuelve insostenible. La deuda hace que las personas se vean obligadas a reducir sus gastos, disminuyendo a su vez la ganancia de las empresas y recortando el personal. Esto hace que, de nuevo, quienes están endeudados recorten sus gastos y el ciclo se repite.
Aquí vemos como la deuda aumenta con el paso de los años. Sólo desciende durante la crisis del 2008.
El peligro es que no son sólo las personas. Los países y las empresas también muestran niveles de deuda que seguramente no se han presentado en ningún momento de la Historia. Nadie tiene margen de acción para actuar, y cada vez que ocurre un problema la solución involucra mayor endeudamiento. Hacia mediados de 2015 China esquivó una crisis de deuda impresionante mediante ayuda gubernamental, pero al hacerlo gastó fondos e incrementó la deuda estatal, y si el hecho se repite bien podría suceder que ya no existiera margen para hacerlo de nuevo.
Una gran crisis económica tendría unas implicaciones bastante serias para nuestra sociedad, pues seguramente golpearía con mayor dureza que nunca (hoy somos más dependientes de la economía globalizada y, por lo tanto, más vulnerables a sus movimientos). Sin embargo, de la crisis vienen también las oportunidades, y una crisis podría ser lo mismo una puerta a la catástrofe que a un mundo diferente (y quizás un poco más justo). El problema es que este mundo podría ser mucho mejor… o mucho peor.
Imágenes: 1: 20minutos.es, 2: myvoicealoud.wordpress.com, 3: whythings.net