Uno de los mayores temores (y las mayores obsesiones) de la humanidad es el temor a lo desconocido. Y qué más desconocido que aquello que viene luego de que el hombre ha cesado de existir como un ser vivo. Por esto, seguramente, el temor a la muerte ha sido el que más ha motivado a la humanidad a lo largo de su Historia.
Todas las religiones claman tener la respuesta acerca de qué sucede con nosotros después de la muerte. Las llamadas “religiones del libro”, originadas en el medio oriente (Judaísmo, Islam y Cristianismo) hablan de una vida inmortal luego de la muerte, que puede ser de felicidad absoluta en contacto con Dios o de sufrimiento eterno dependiendo de lo correcto de las acciones de la persona. Otras religiones, como el budismo y variantes del hinduismo establecen un círculo eterno en el cual las personas están condenadas a este mundo para limpiar su karma hasta que logren llegar a la iluminación y volverse uno con el todo. Las creencias animistas, por su parte, establecen una unidad del hombre con la tierra que lo sostiene, y aseguran que tras la muerte uno se vuelve un espíritu que ronda los lugares donde vivía y puede favorecer o lastimar a quienes aún viven.
En todo caso, la inmortalidad está de una u otra manera relacionada con la posibilidad de seguir vivo para siempre, después de la vida terrena. Pero hay otro tipo de inmortalidad que ha obsesionado desde siempre a los hombres, y es aquella que no necesita de morir para luego encontrar la “otra” vida, la definitiva. La posibilidad de residir eternamente en el mundo ha sido tentadora para miles de hombres, que por todos los medios han buscado la manera de encontrar una sustancia mágica, un amuleto poderoso, una región, en fin, cualquier cosa que garantice la inmortalidad.
Son muchos los hombres que le han dedicado su vida a estas búsquedas. Los representantes más famosos son sin lugar a dudas los alquimistas, quienes creían que mediante la purificación del cuerpo y la mente llegarían a obtener la piedra filosofal que les daría riquezas y vida eterna. Muchos otros, como los aventureros de la Edad de los Descubrimientos, esperaban encontrar en alguna isla perdida en medio del océano la fuente de la eterna juventud.
Sin embargo, algunos claman que la inmortalidad sí fue alcanzada por un puñado de elegidos (quizás, de hombres superiores) que fueron capaces de superar las limitaciones del cuerpo para sobrevivir por cantidades de tiempo sobrehumanas. Por supuesto, muchos de ellos ya están muertos (o se supone que lo están) pero aun así vivieron para conocer 6 o 7 generaciones humanas a su alrededor, y en ocasiones incluso más.
Personajes inmortales en la Historia:
Conde de Saint Germain (cuya imagen aparece al principio del artículo)
oficialmente decía haber nacido en el año 1696, aunque esta fecha es muy imprecisa. Fue llamado por Voltaire “El hombre que todo lo sabe y jamás envejece”. Se decía, así mismo, que comía poco y rara vez dormía, y algunos claman que incluso participó en la novena cruzada, aunque seguramente naciera mucho después que ella. Era reconocido alquimista y se desconocía el origen de su fortuna, si tenía esposa, hijos, o cualquier tipo de relación familiar. Se dice de él que desapareció en 1794 tras la Revolución Francesa (la cuál predijo y sobre la que aconsejó a Luis XVI, aunque lamentablemente no fue escuchado), pero volvió a aparecer dos años después para el funeral de uno de sus mejores amigos. Hasta el año 1900 se encuentran menciones de personajes semejantes al Conde rondando por los países europeos. Oficialmente se dice que murió en 1784, pero no existen registros de tal defunción ni de alguien que haya asistido a su funeral.
Li Ching Yun
Un enigmático personaje chino del que se dice que nació en 1677 y murió en 1933. Fue un reconocido herborista que era periódicamente reconocido por el gobierno chino por su longevidad. Practicaba el Taoísmo y se cree que mediante la meditación y la medicina natural logró vivir durante 256 años, de hecho habitó muchos años en el templo taoísta de Yu Qing en el monte Lao Shan. No es el primer practicante del Tao del que se dice que ha vivido una larga vida: de esta disciplina viene la leyenda de los “Ocho inmortales” (cuyo retrato aparece al final del artículo) que habrían vivido durante miles de años viajando por las provincias chinas.
Nicolás Flamel
Fue un reputado alquimista nacido en el siglo XV del que se dice que consiguió la piedra filosofal y podría aún habitar entre nosotros.
¿Podría existir realmente la inmortalidad?
Sin embargo, el debate va más allá de las personas que logran envejecer lentamente y se ubica sobre la imposibilidad o la posibilidad de alcanzar la verdadera inmortalidad (es decir, la vida eterna sin envejecer ni morir). La inmortalidad normalmente se asume de manera holística (es decir, la persona no envejece, no enferma, y tampoco pueden matarla), pero es posible que un inmortal sea vulnerable a un ataque físico aunque su cuerpo sea inmune al tiempo y las enfermedades.
Sea como sea, algunas personas afirman que existen verdaderos inmortales habitando entre nosotros. Estas personas periódicamente cambian sus nombres y sus residencias para no despertar sospechas, y le hablan a aquellos que están preparados para recibir su mensaje. Una persona clama haber conocido un hombre que tiene 2800 años de edad, es decir, que vivió desde los tiempos clásicos griegos hasta la modernidad. Este hombre habría dado algunos consejos que luego se compilaron en un libro publicado recientemente. Así mismo, otras evidencias podrían indicar que los inmortales sencillamente habitan entre nosotros, viviendo su vida como personas normales, aunque por supuesto, son mucho menos concluyentes que aquellas referidas anteriormente (un verdadero inmortal jamás permitiría que le descubrieran).
En todo caso, vale la pena preguntarse sobre la idoneidad de una vida de inmortal. Mientras que algunos afirman que los inmortales se mueven predicando y aprendiendo, no sería extraño que una vida de inmortal fuera en realidad una desgracia. Borges, ese gran escritor, narra en uno de sus cuentos el supuesto testimonio de un inmortal que habría bebido del río de la vida eterna, y tras convencerse de que la inmortalidad no es sino la destrucción de la humanidad (pues lo que nos hace humanos es lo único de cada sensación, y un inmortal termina por sucumbir ante la indiferencia) parte por el mundo en busca de la muerte, con la ilusión de recuperar su vida humana, de poder disfrutar sus momentos y, llegado el punto, morir en paz.
Al final, puede ser que lo único que un inmortal desee sea la muerte. Puede ser que la verdadera paz no pueda encontrarse en la vida eterna, y que los humanos sean mortales porque de lo contrario, no serían humanos ni encontrarían su lugar en el mundo.
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