Así se imaginaba Fordlandia. Huelga decir que las cosas no salieron tan bien
Henry Ford
Sí, ese Henry Ford.
Hacia principios del siglo XX un hombre llamado Henry Ford revolucionó el mundo de la industria. La creación de una cadena de producción para el primer automóvil masivo de la historia –el Ford modelo T– había convertido a este personaje en uno de los hombres más ricos del mundo y había dotado su nombre de un aura casi mística. Así como Bill Gates, Mark Zuckerberg o Steve Jobs en la actualidad, Ford era un apellido que auguraba progreso, que se asociaba de manera inmediata con la innovación y la tecnología.
Pero Ford también cometió errores. El más grande de ellos, y seguramente uno de los más olvidados, estuvo asociado a una aventura fracasada en la selva del Amazonas en donde descubrió, al igual que muchos antes y después que él, que la naturaleza no es una fábrica y la sociedad no puede organizarse con la nítida y clara división de una línea de producción.
Se trató del sueño fallido de Fordlandia.
Llegada a Brasil
En el año 1928 Ford llegó a Brasil.
Debido a la fama que tenía y el éxito de sus actividades económicas muchos comenzaron a preguntarse a qué se debía la visita del magnate. Por semanas, los periódicos locales elucubraron sobre el tema: algunos creían que se trataba de la construcción de una nueva fábrica, otros, que era un ferrocarril al mar. Sin embargo, la realidad se mostró bastante más impresionante.
El interés de Ford no era otro que la construcción de una gran plantación de caucho que le permitiera construir las llantas de sus vehículos. En la década de los 1920’s los británicos habían conseguido un práctico monopolio de la producción de caucho con sus plantaciones de Sri Lanka y habían aprovechado para subir los precios de manera acelerada, afectando las actividades de Ford y sus fábricas de vehículos. El magnate estaba interesado en comenzar la producción de sus propias llantas con su propio látex, y por esta razón comenzó a considerar la construcción de una gran plantación en medio del Amazonas.
Pero Ford pensaba en grande. Coqueteaba con las ideologías fascistas y era un amante del orden y de la ingeniería social. Tenía planes para una gigantesca ciudad-fábrica que abastecería el mundo de vehículos, pero lamentablemente carecía de los recursos para realizarla.
Pero lo que sí tenía era los recursos para realizar una gran ciudad-plantación y demostrar de una vez por todas que el orden era la base del progreso. Y fue así como comenzó a pensar en Fordlandia, la ciudad que traería la civilización del siglo XX a las tierras perdidas del Amazonas.
La construcción de la ciudad
La construcción de Fordlandia comenzó en 1928, irónicamente cuando los precios del caucho habían comenzado a bajar debido a la competencia de otras regiones y la creación de la plantación ya no era vital para los intereses de Ford.
Pero en cualquier caso el magnate decidió seguir adelante. Consideraba que la fluctuación de precios podría afectarlo en el futuro y además quería construir su ciudad. Compró a precios inflados casi un millón y medio de hectáreas de tierra en la región del río Tapajós, tributario del Amazonas, y comenzó allí la construcción de su ciudad.
Fordlandia se ubicaba en la cima de una colina para protegerla de las crecidas. Sin embargo, esto significaba que el transporte de materiales sería más difícil, y la construcción definitiva no pudo comenzar hasta 1929.
Ford, fiel al espíritu de la época y a sus pocas creencias, había ordenado que se construyeran dos espacios diferentes, uno más refinado para los estadounidenses y uno menos refinado (sin acueducto, por ejemplo) para los obreros y el resto de la población. Originalmente el asunto fue muy desordenado y Ford se vio obligado a contratar varios gerentes. Así mismo, pese a los altos salarios que pagaba, le fue imposible mantener una población de trabajadores y la construcción de la ciudad se dilató. Peor aún, Ford contaba con vender la madera de los árboles que iban cortando, pero resultó ser de mala calidad.
No fue hasta 1931 cuando Archibald Johnston se convertiría en el gerente de la ciudad y lograría, por fin, la finalización de la misma. Todo estaba listo: el teatro, el salón de baile, las edificaciones… Ford había conseguido su sueño de llevar su idea de “civilización” al Amazonas. La obra estada completa… excepto que no producía caucho.
El salón de baile de Fordlandia
Caucho amazónico
Como mencionamos en el artículo La Fiebre del Caucho la principal razón por la que el Amazonas perdió el monopolio mundial de este producto fue que en otras regiones, sin sus parásitos nativos, podía sembrarse en plantación. Pero en el Amazonas, si había muchos árboles juntos pronto eran atacados por plagas.
Fue esto precisamente lo que le pasó a Fordlandia. Los cultivos de caucho nunca prosperaron pese a años de esfuerzos infructuosos y millonarias inversiones. La ciudad siguió languideciendo por años hasta que sería vendida por el nieto y heredero de Ford, Henry Ford II. A partir de ese momento sufriría una lenta decadencia hasta convertirse en el pequeño poblado que es hoy.
Fordlandia fue el sueño de un hombre que pensó que el Amazonas podía gobernarse como una fábrica de vehículos. Pero no. La selva es una, y se rige bajo sus propias reglas.
Fuentes:
- https://www.theguardian.com/cities/2016/aug/19/lost-cities-10-fordlandia-failure-henry-ford-amazon
Imágenes: 1: wbur.org, 2: fee.org, 3: elespanol.com