Es probable, que lo más conveniente, previo a exponer algunas de las frases más célebres en relación con el Cielo, sea revisar de forma breve la connotación con la que se toma este concepto, tan usado en las imágenes poéticas y religiosas.
Definición de Cielo
Pese a que son varios los pensadores y las corrientes que han intentado definir el concepto Cielo, desde el ámbito espiritual, puede que la forma más objetiva de acercarse a esta definición sea revisando aquella promulgada por la Real Academia Española de la Lengua, institución que le otorga a este concepto una entrada con varias acepciones en su Diccionario. Sin embargo, en este caso se tomará en consideración la tercera acepción, la cual define al Cielo de esta forma:
En la tradición cristiana, morada en que los ángeles, los santos y los bienaventurados gozan de la presencia de Dios.
Por consiguiente, se tendrá entonces que el Cielo, al menos para el mundo cristiano occidental, es el lugar en donde reside Dios. Sin embargo, este concepto y esta acepción se han convertido también en una imagen poética clara, en donde la persona que la usa –sea cristiana o no- se refiere al paraíso, o al lugar ideal, cuando usa la referencia Cielo.
Por ende, se crea entonces en la salvación o no, se toma el Cielo como el lugar ideal, en donde todo placer y beneficio es alcanzado. De ahí que todas las personas quieren ir hacia él, o hacia aquello que en la tierra lo emula.
Frases de Cielo
De esta manera, siendo entonces el concepto “Cielo” sinónimo de placer y triunfo máximo, no es de extrañar que cientos de pensadores lo hayan usado en diferentes contextos e imágenes. A continuación, algunas de ellas:
Gustave Flaubert (1821 – 1880) Creo que sí mirásemos siempre al cielo acabaríamos por tener alas.
Creo que sí mirásemos siempre al cielo acabaríamos por tener alas.
Siendo el Cielo la morada del Dios, según el imaginario occidental cristiano, entonces se puede inferir que esta morada es un lugar en donde reina el bien y el resto de sentimientos puros. De esta manera, tal como lo señala en su frase Gustave Flaubert, escritor francés del siglo XIX, para el humano dirigir su vista y su alma hacia la bondad puede conducirlo hacia ella. Por otro lado, especulando sobre la frase de Flaubert, centrar también la imagen en la maldad puede llevar al hombre hacia caminos equivocados. En consecuencia, si se quiere ser bueno, se debe centrar la mirada en la bondad.
Jorge Luis Borges (1899 -1986) Que el cielo exista, aunque nuestro lugar sea el infierno.
Que el cielo exista, aunque nuestro lugar sea el infierno.
Otra de las consecuencias de creer en que el Cielo es el lugar de la morada de Dios, es que si se cree en este lugar, se asume entonces que Dios existe, hecho que aun cuando es discutido fervientemente en el ámbito intelectual, de alguna manera consiste para la mayoría en una esperanza, ya que si Dios existe, la existencia del hombre queda de alguna forma justificada, y sobre todo no desamparada.
En sintonía con la esperanza que regala la fe, Jorge Luis Borges, célebre escritor argentino del siglo XX, mostraba cómo pese a saber que el hombre, por su naturaleza, merecía ir al infierno, en realidad podía sostenerse sobre la creencia de que el Cielo, y obviamente Dios incluido en él, existiera.
Jean Anouilh (1910 – 1987) Todas las guerras son santas, os desafío a que encontréis un beligerante que no crea tener el cielo de su parte.
Todas las guerras son santas, os desafío a que encontréis un beligerante que no crea tener el cielo de su parte.
También puede pasar que Cielo y Dios sean sinónimos, y se entiendan además como señal de voluntad divina. En este sentido, al menos parece insertarse la frase de Jean Anouilh, escritor francés del siglo XX, quien resaltaba cómo en ocasiones el hombre concibe sus deseos o batallas como aprobadas por la divinidad superior.
De esta manera, según la frase de Anouilh, puede que lo más difícil en un enfrentamiento puede ser que alguna de las partes entienda que no tiene la razón, en tanto que todo aquel que decide ir a la guerra, cree tener a Dios de su parte.
Víctor Hugo (1802-1885) Dios es la plenitud del cielo; el amor es la plenitud del hombre.
Dios es la plenitud del cielo; el amor es la plenitud del hombre.
De igual manera, Dios y Cielo son tomadas como imagen de poder, plenitud y superioridad. En consecuencia, usarlas para comparar algo es afirmar que ese algo es insuperable. Un ejemplo del empleo de este tipo de imagen es esta frase de Víctor Hugo, novelista francés del siglo XIX, para que además de entender que Dios y Cielo son plenitudes, señalaba que con ellos puede ser comparado el amor, al menos desde la visión de los hombres.
Por ende, así como Dios es lo máximo que existe en el Cielo, para el humano lo más grande que puede existir es el Amor, tal vez –especulando sobre la frase de Víctor Hugo- porque es el sentimiento que más acerca al mortal a la inmensidad y eternidad de la que se cree está conformado Dios.
Radindranath Tagore (1861 – 1941) Engarza en oro las alas del pájaro y nunca más volará al cielo.
Engarza en oro las alas del pájaro y nunca más volará al cielo.
Igualmente, el Cielo es visto como meta, es decir, que siendo un lugar lleno de placeres y triunfos, todos los humanos desean alcanzarlo. Empero, esta ambición en ocasiones puede traer consecuencias desastrosas. Una forma poética de hablar sobre cómo tantas ganas de cielo pueden dejar al hombre sin él, es esta frase de Tagore, poeta indio, para quien las alas del pájaro no deben ser de oro, pues aun cuando bellas, estas no podrían conducirlo al cielo, puesto que una ambición enorme, es también un enorme peso, que de seguro no dejará que quien lo carga elevarse a metas más sublimes.
Henry F. Amiel (1821 -1881) El cielo, el infierno y el mundo entero, está en nosotros.
El cielo, el infierno y el mundo entero, está en nosotros.
Empero, para algunos pensadores, el Cielo –aun visto como la morada de Dios y los ángeles- no es un lugar espiritual y apartado del hombre, sino que se encuentra en el propio humano, o al menos en sus creencias y su corazón. Un ejemplo de esta corriente de pensamiento puede ser esta frase de Henry F. Amiel, escrito suizo del siglo XIX, para quien el Cielo –al igual que el infierno o el mundo, es decir, el bien y el mal- residen en la naturaleza humana, por lo que es en sí mismo que el humano buscará y encontrará aquello que busque.
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