Una buena parte de los grandes pensadores y genios de la historia, fueron incomprendidos y el fin de sus días no fue para nada halagador. Siempre con la esperanza de que valoraran el tesoro del conocimiento que portaban, pero fue al contrario y hasta les quitaron la vida por lo mismo, como a Sócrates, Giordano Bruno y hasta el mismo Jesucristo, resultó crucificado. Y en el caso de otras mentes brillantes de las últimas décadas y siglos, terminaron en situaciones de suicidio, depresión, abandono y enfermedad. Veamos ahora: “los grandes pensadores modernos con un lamentable final”:
Sigmund Freud (1856 – 1939)
Falleció cuando tenía 83 años de edad, sumido en la depresión y la nostalgia, defraudado por la humanidad y luchando contra un doloroso cáncer que lo aquejó en sus últimos años. Tomó la decisión de abandonar a sus familiares y amigos. Se apartó de todos y se resguardó en una casa a las afueras de Londres junto con su mujer e hija, quienes lo vieron padecer una cruel enfermedad que le destruyó su laringe, boca y garganta. Hasta su perro lo abandonó por el olor que despedía por el cáncer.
Karl Marx (1818 – 1883)
El rabino autor de la dialéctica materialista, se casó con Jenny Von Westphalen, con quien tuvo siete hijos, varios de los cuales murieron apenas en su infancia. Su biografía relata que debió atravesar por una fuerte crisis económica, sobre todo porque se negaba a aceptar cualquier empleo que no tuviese que ver con lo intelectual.
Pero cuando murieron los padres de Jenny, quedaron con una buena herencia, algo muy irónico, porque Marx siempre promulgó que se acabara ese derecho a heredar algo de la familia. Al poco tiempo, su esposa contrajo una enfermedad que le arruinó la vida. Sus hijas tomaron cada una su destino y él quedó solo al cuidado de su mujer. Cuando ella murió, quedó sumido en la soledad y trataba de refugiarse en su doctrina sionista que trataba de mantener bajo perfil.
El viejo barbudo culminó sus días con los pulmones destrozados por tanto fumar, totalmente paranoico y en medio de la locura. Hallaron su cadáver postrado en el escritorio, con una pluma rebosante de tinta. Le hicieron un gran entierro llena de pompas fúnebres judías, otra ironía, pues públicamente promulgaba el ateísmo.
Friedrich Nietzsche (1844 – 1900)
El ilustre autor de obras magnas de la filosofía, como “Así Habló Zaratustra”, entre otras, culminó de una forma muy trágica sus días, muy a pesar de haber contado con una inteligencia envidiable. Algunos de sus críticos consideran que Nietzsche no pudo soportar su alto cociente intelectual. Fue educado únicamente por mujeres beatas.
En su adultez vivía enfermo y solo. Su mejor amigo era el grandioso músico Richard Wagner e inspirado en sus composiciones magistrales, produjo poemas, libros y aforismos que marcaron huella en la Filosofía. En sus últimos años de vida, residía como un simple huésped en un hotel económico. Un día escuchó que en la calle maltrataban a un caballo y se llenó de ira. Salió a alegar y al ver que el caballo sangraba, se lanzó a abrazarlo y gritaba lleno de terrible angustia. Entonces le dio un ataque cerebral y perdió el conocimiento. Quedó babeando y en un estado catatónico por varios años hasta que finalmente murió.
Max Weber (1864 – 1920)
Toda su existencia vivió atormentado por desoladoras depresiones. Padeció una implacable neumonía que lo mandó a la tumba. Siempre se destacó por su vocación a la ciencia. Tuvo que vivir momentos de la guerra bastante traumáticos. Luchaba incansablemente por ver una humanidad mejor, pero se deprimió hasta el fondo, decepcionado por la manera de pensar de las masas, hasta que la neumonía le puso fin, a sus desdichas.
Michel Foucault (1926 – 1984)
En su vida pública, ante los demás, era una lumbrera ejemplar, tanto en el catolicismo que pregonaba, como en lo relacionado con la academia, pues era de los mejores estudiantes de la época. Pero en su privacidad, desde muy joven se volvió drogadicto y le encantaban prácticas salidas de todo pudor. Se le reconoce por sus plausibles obras del pensamiento, historia, sociología y política.
Contrajo SIDA por su desenfrenada promiscuidad y todos sus placeres extremos le pasaron la cuenta de cobro, dejándolo seco y acabado. Los redentores y los genios no han sido del agrado de la humanidad.
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