Grecia clásica
Con la escritura de la Ilíada y la Odisea en la Grecia Antigua comenzó un nuevo periodo de la Historia: la Grecia Clásica. Mucho de lo que somos hoy se deriva de este peculiar y extremadamente interesante periodo de la Historia, pero pese a la fama casi universal de la sociedad griega hay muchas cosas que siguen sin saberse de esta.
Como, por ejemplo, la aceptación y amplia popularidad de la homosexual.
Los griegos eran un tanto misóginos, por no decir más. Consideraban que entre un hombre y una mujer no había más función que reproducirse, que el amor de verdad sólo podía darse entre dos hombres. Habían incluso institucionalizado hasta algún punto el asunto (se trataba generalmente de un amante “mayor”, erastês, y uno más joven, erômenos), aunque claro, la situación variaba de ciudad a ciudad.
Una de las ciudades griegas más importantes fue Tebas. Pese a que tuvo un papel fundamental, suele quedar subordinada en los relatos a Atenas y Esparta, las dos ciudades legendarias del periodo de la Grecia Clásica (que además dirigieron a los griegos en su enfrentamiento contra los persas). Pero no por eso debe subestimarse: en su momento, Tebas, líder de la liga Beocia, tuvo tanto o más poder que estas dos ciudades.
Gran parte de su éxito se debió a su inmenso poderío militar, producto de un arduo entrenamiento y un potente ejército dirigido por la élite de la élite: el Batallón Sagrado, compuesto por 150 parejas de amantes que luchaban hombro a hombro.
Hoplitas de Grecia
Hablemos del funcionamiento de la guerra en Grecia. En este periodo las armas militares no estaban tan desarrolladas, y la escarpada geografía griega no favorecía la cría de caballos ni la leva de grandes números de hombres.
Así, la guerra griega se basaba en los ciudadanos de las Polis marchando juntos con su escudo (aspis) y su lanza (dory). Algunos podían tener algo de armadura (el casco, en particular, era común), pero en esencia lo demás era irrelevante y podían incluso marchar desnudos. Su poder no estaba en sus armas, sino en la magnífica organización de las falanges, en las cuales los hombres marchaban uno al lado del otro con los escudos levantados, cubriendo al compañero de la izquierda, y las lanzas hacia adelante. Ante una carga de caballería, levantaban los escudos y las lanzas y dejaban que los caballos se ensartaran. Ante un ataque con flechas, no había que hacer nada más que agacharse bajo el techo de escudos. En el mundo antiguo eran una especie de aplanadoras, y si podían evitar un flanqueo eran básicamente indestructibles (esto explica, por ejemplo, la resistencia de los espartanos en la Batalla de las Termópilas, donde resistieron fuerzas centenares de veces mayores por varios días para dar tiempo al resto del ejército griego de reorganizarse).
Todo el sistema se basaba en la cohesión de la formación: cada hoplita dependía de los otros y en el momento que la formación se rompía comenzaba la masacre. Así, era visto con deshonra el sentir miedo o vacilar, pues podía costar incluso una batalla.
La Falange Tebana
Es lógico entonces que las ciudades pusiesen amigos y familiares juntos, así era menos probable que un hoplita abandonase sus seres queridos. Pero en torno al 378 a.C. un general tebano llamado Górgidas decidió que sería mejor si combatieran amantes. Si hay razones para no abandonar un amigo o un familiar, ¿no son aún mayores para proteger al ser que más se quiere?
Así nació el “Batallón Sagrado”, un grupo de 300 hombres que consistían en la élite del ejército y marchaban junto a su amante. El éxito de la formación fue patente, y por dos generaciones los tebanos, dirigidos por su Batallón Sagrado, prácticamente no sufrieron derrotas importantes. Incluso los espartanos, tradicionales titanes del combate, se veían en problemas contra esta poderosa fuerza de choque.
Como nota al margen, algunos historiadores afirman que Górgidas no creó el Batallón Sagrado, sino que lo reformó. Afirmaciones previas de Platón parecen indicar que, en efecto, ya existía, pero no se puede decir con certeza.
Prosigamos. El brillo del Batallón Sagrado se vería en la Batalla de Leuctra. Poco tiempo antes el Batallón había derrotado una fuerza superior espartana, derribando el mito de la invencibilidad espartana y dando gran moral a las tropas tebanas. En Leuctra, de nuevo en desventaja, el Batallón Sagrado dirigió un ataque contra el ala derecha espartana (donde se concentraban las tropas mejor entrenadas) y aniquiló este frente, dando la victoria a las tropas tebanas.
Todo ha de terminar, y eventualmente el Batallón Sagrado, junto con toda Tebas, cayó ante el imparable poder de Macedonia. Pero nos heredó uno de los modelos de ejército más peculiares de la Historia que estuvo lleno de éxitos y convirtió a Tebas en la principal ciudad de Grecia.
Se podría decir que el Batallón Sagrado de Tebas demuestra algo que, de alguna manera, todos hemos sabido: las cosas se hacen mejor cuando se hacen por amor.
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