Magia antigua
Cuando hablamos de magia antigua normalmente imaginamos a los antiguos sacerdotes indígenas, los chamanes de las tribus amazónicas o los altos miembros del servicio a los dioses mesopotámicos invocando fuerzas ancestrales, incomprensibles, orientadas a objetivos desconocidos.
En la actualidad, al menos en la vida cotidiana, la magia suele estar mucho más vinculada a pequeños actos relativos a cosas como el amor, el dinero o el éxito y quienes dicen tener habilidades sobrenaturales las enfocan o bien allí o bien se encargan de lidiar con amenazas paranormales que, de nuevo, suelen impactar ante todo el ámbito del diario vivir.
Algunos podrían considerar que la magia, de alguna manera, perdió su grandeza en los siglos que llevan de los antiguos imperios a la actualidad. Sin embargo, un reciente descubrimiento parece probar que lo cotidiano siempre fue parte de los intereses de la magia… o al menos, que lo ha sido durante los últimos 2.000 años.
Hechizos de amor
El descubrimiento se realizó en unos papiros encontrados hace más de un siglo en un vertedero de basura, pero que no habían sido traducidos juiciosamente hasta la actualidad. Entre los escritos aparece, por ejemplo, un hechizo destinado a “quemar el corazón” de una mujer mediante intervención divina, y otro que tiene como objetivo “someter” a un hombre y obligarlo a hacer todo lo que el hechicero desee. En ambos casos el papiro no tiene un nombre al que esté dirigido el hechizo, sino que tiene un espacio en blanco para poner el nombre de la persona.
Franco Maltomini, de la Universidad de Udine en Italia, ha sido el encargado de traducir los curiosos documentos. De acuerdo con el académico, los dioses a los que claman no son cristianos ni egipcios, sino gnósticos, y el ritual que buscaba el amor exigía la quema de una serie de productos en la casa de baños, cuya naturaleza no sobrevivió al tiempo y se borró de la superficie del papiro. El interesado debería, así mismo, escribir lo siguiente en la pared:
«Yo os imploro, tierra y aguas, por el demonio que mora en vosotros y (yo imploro) la fortuna de este baño para que, mientras que resplandecéis y ardéis y os quemáis, así queméis a (la mujer a la que se envía el hechizo) a quien (el nombre de la madre) portó, hasta que ella venga a mí…»
Por otra parte, el hechizo que buscaba el control de la otra persona requería inscribir en una placa de cobre un mensaje diciendo “somete a mí a nombre de la persona, a quien nombre de la madre portó”. Si quien deseaba ganar el control era capaz de colocar la placa en una prenda de uso recurrente de la persona garantizaba la obediencia del individuo en cuestión.
Los dos hechizos no son particularmente fantásticos, pero nos revelan que la magia ha estado vinculada con el amor desde tiempos inmemorables.
Imagen: cbsnews.com