Edmund Hillary y Tenzing Norgay
Dudas razonables
¿Quién fue el primero en coronar el Everest? Oficialmente, Edmund Hillary se convirtió el 29 de mayo de 1953 en el primer hombre en coronar la cima del Everest. Sin embargo, 30 años antes, otro alpinista, el inglés George Mallory, había muerto a escasos metros de la cumbre. ¿Falleció durante el ascenso o durante el descenso? El carrete de la cámara de bolsillo Kodak que portaba podría desvelar el misterio…
¿Fue realmente Edmund Hillary el primer hombre que conquistó el Everest? Nunca negó que al pisar la cima aquel 29 de mayo de 1953 lo primero que había hecho fue buscar alguna señal que indicase el paso de otros montañeros. En sus memorias Hillary relataba: “Antes de iniciar el descenso miramos una vez más a nuestro alrededor. ¿Llegaron Mallory e Irvine a la cima antes de morir? ¿Habría algún rastro de ellos? Escudriñamos detenidamente el lugar, pero no vimos nada”.
El origen de la leyenda
En 1924, George Leigh Herben Mallory era un joven inglés de 37 años que estaba a punto de iniciar la mayor aventura de su vida. En aquel tiempo el Reino Unido contaba con algunos de los mejores montañeros del mundo y Mallory era el más sobresaliente. Sus ansias de superación, su carácter indómito y la fortaleza que mostraba en las condiciones más extremas lo habían convertido en un héroe nacional. Su amigo el coronel E. F. Norton aseguraba que Mallory era el prototipo de montañero: “Se caracterizaba por ser ligero, ágil y activo, dotado de un paso excepcional ascendiendo y descendiendo y con insuperables equilibrio y habilidad en roca, nieve y hielo”.
Con tales dotes resultaba imposible que su nombre no fuera uno de los que se incluyera en la expedición británica organizada en 1924 para asaltar definitivamente la cumbre del Everest. El primer intento había sido en 1921. En él se descubrió el camino hacia la montaña a través de un misterioso y desconocido valle del Tíbet que ascendía hasta los 7.000 metros de altura. La siguiente expedición se realizó en 1922. En aquella ocasión los integrantes se retiraron después de que una avalancha de hielo y nieve sepultara a siete de los porteadores o sherpas contratados.
Mallory había conseguido llegar a los 8.330 metros de los 8.850 con los que cuenta la montaña, por lo que se creía que la expedición de 1924 sería la definitiva. Tras unas semanas de aclimatación, los montañeros y los sherpas iniciaron los primeros ascensos. El 6 de junio prepararon los equipos para el asalto final. La responsabilidad recayó sobre Mallory y su joven amigo de 22 años Andrew Irvine.
George Leigh Mallory y Andrew Irvine
A las 8.40 a.m. partieron en dirección a la cumbre, de la que apenas les separaban 1.000 metros. Cuatro horas más tarde, Odell, el fotógrafo oficial de la expedición, estaba captando instantáneas de la montaña cuando, según sus palabras, “se abrió de pronto un claro que dejó al descubierto toda la arista final y la cima del Everest”. “Clavé los ojos en un punto negro silueteado sobre una cresta de nieve al pie de un escalón rocoso de la arista: se movía –añade–. Un segundo punto negro se hizo visible y avanzó por la nieve hasta situarse junto al primero, que, a continuación, se acercó al gran escalón de roca para aparecer poco después en lo alto: el segundo hizo lo mismo.
En aquel momento las nubes volvieron a ocultarme la fascinante escena.” Convencidos del éxito de Mallory e Irvine, el resto de sus compañeros esperó el regreso de ambos héroes en el campamento base, dispuestos a celebrarlo. Su ausencia prolongada y la posterior búsqueda infructuosa obligaron a declararlos oficialmente muertos dos días más tarde. Nunca más se supo de ellos. Hoy existen muchas dudas sobre si lo que realmente observó Odell fue a los dos montañeros o simplemente un par de rocas. Pero, de ser Mallory e Irvine, tan sólo les habrían quedado 150 metros para alcanzar la cumbre y con esa reducida distancia ningún obstáculo les habría impedido avanzar hasta ella, en parte porque, como dijo otro miembro de la expedición llamado Geoffrey W. Young,“Mallory era Mallory”.
Los restos de Mallory
El paso del tiempo sumió en el olvido la muerte de Mallory hasta que en 1999 un equipo de la BBC decidió desplazarse hasta el Everest para intentar localizar el cuerpo del montañero y averiguar si el fallecimiento le sobrevino durante el ascenso o durante el descenso de la cumbre. ¿Cómo podrían saberlo? Muy fácil: a través del análisis del cuerpo y de las posibles heridas que presentara. Los miembros de la BBC siguieron las huellas de las diversas expediciones que a lo largo del tiempo habían ido encontrando objetos pertenecientes a Irvine y a Mallory. En 1933 los montañeros Percy Wyn-Harris y Wager Watkins descubrieron el piolet de Irvine a 8.350 metros de altitud, lo que para ellos indicaba el punto en el que el escalador había caído, “porque es imposible que un montañero lo deje deliberadamente”.
En 1975 miembros de una expedición china afirmaron haberse topado con el cadáver “de un inglés”por encima de los 8.230 metros, pero este cuerpo nunca más volvió a ser visto. Asimismo, en 1991 se localizaron las botellas de oxígeno empleadas por los dos montañeros británicos. Se hallaban ocultas en un recoveco rocoso. Todo indicaba que algo anormal les había sucedido. Con estos precedentes, los periodistas buscaron en la zona sin éxito hasta que el 1 de mayo, durante un reconocimiento rutinario, Conrad Anker se percató de que de una mancha blanca sobresalía “un pie descalzo, con el talón hacia arriba y los dedos apuntando hacia abajo”. ¡Era el cadáver de George Mallory! Rápidamente el cuerpo fue sacado de la nieve junto con todas sus pertenencias y hoy, por fin, se conocen los datos que recomponen, con mayor o menor fiabilidad, lo que pudo suceder realmente en aquella trágica jornada de 1924.
¿Misterio resuelto?
Durante años se han analizado todos los elementos disponibles, lo que ha dado lugar a sorprendentes conclusiones. El cadáver de Mallory fue encontrado boca abajo, con los brazos estirados y las manos abiertas y sin guantes. Una posición extraña, ya que lo normal sería haberlo hallado retorcido y acurrucado, como suele ser habitual en los accidentados por caídas. Parecía como si Mallory se hubiese derrumbado en la nieve mientras caminaba y no hubiera sido capaz de volver a levantarse. Alrededor de la cintura y en bandolera llevaba atada una cuerda que estaba partida, lo que indica que Mallory cayó desde una altura considerable.
Tal vez Irvine intentó detener la caída de su compañero con la soga, que, al recibir la sacudida, se partió, frenando, en parte, el descenso brusco de Mallory, que podría haber sobrevivido durante unas horas a los golpes. Sus heridas demostraban que había sufrido una fuerte caída. El hombro estaba dislocado y la tibia y el peroné derechos, rotos. Asimismo, presentaba una incisión profunda en la frente, una costilla rota y moratones a lo largo del tronco. Peor suerte debió de correr Irvine. Su cuerpo permanece todavía bajo las nieves del Everest.
Ahora la pregunta es: ¿el accidente se produjo durante el ascenso o durante el descenso de la cumbre? Esta cuestión también ha podido ser contestada. Las pruebas indican que lo más probable es que Irvine y Mallory murieran durante el descenso, arrebatando a Hillary, de este modo, el honor de haber sido la primera persona en coronar el Everest. Pese a las heridas antes reseñadas, ninguna de ellas sugiere una caída desde gran altura, lo que apunta que la muerte seguramente se produjo durante el descenso.
Ello se explica porque los alpinistas siempre tienen más cuidado al descender que durante la subida y por ello escogen caminos más largos pero más seguros. Asimismo, en el bolsillo del cadáver de Mallory estaban sus gafas de sol, lo cual indica que la muerte le sobrevino de noche. Como partieron al amanecer, tuvieron todo el día para alcanzar la cumbre y al llegar la oscuridad y no llevar linterna prefirieron dormir en el campamento base a hacerlo en cualquier grieta al resguardo del viento. Además, el hallazgo de las bombonas de oxígeno atestigua que ambos compañeros decidieron prescindir de ellas bien porque les faltaban muy pocos metros para alcanzar la cumbre o bien porque no las necesitaban durante el descenso. La segunda opción es la más probable, ya que Irvine necesitaba oxígeno para escalar debido a la faringitis que padecía en aquel momento. Tampoco Mallory se encontraba en condiciones de respirar el aire frío de las alturas al estar aquejado de terribles accesos de tos.
Por otro lado, el hecho de encontrar el cadáver sin guantes ni signos de congelación en los dedos atestigua que Mallory prefirió quitárselos para sentir el tacto de las rocas y poder escalar con mayor precisión. No es probable que lo hiciese durante el ascenso porque el riesgo de congelación era muy elevado. Lo más lógico es que se los guardara en la bajada: primero, porque el descenso siempre es más peligroso que el ascenso y, segundo, porque Mallory no se arriesgaría a perder la coronación del monte por una congelación de los dedos.
Aunque algunos creen que Mallory se retiró quizá al descubrir algún obstáculo escondido o a causa del cansancio acumulado, sus defensores apelan a la lógica para refutar tal hipótesis. ¡Cómo iba a retirarse, faltándole tan sólo 300 metros para tocar cumbre! No lo consideran factible. Su compañero de expedición Young dijo lo siguiente al respecto: “Después de haber conocido a Mallory, puedo afirmar que, si para la mayoría de los alpinistas habría sido difícil retroceder cuando lo más duro estaba superado, para él sencillamente habría sido imposible.
Mi hipótesis es que el accidente tuvo lugar durante el descenso, como sucede en la mayoría de los casos, y que, si fue así, la montaña fue coronada antes por la sencilla razón de que «Mallory era Mallory»”. Lo cierto es que desde el accidente la ruta de escalada que siguieron los dos montañeros británicos desaparecidos no volvió a ser retomada al ser considerada especialmente difícil. Esto hizo pensar que aquella pareja no logró el éxito. Sin embargo, en 1960 una expedición china con muy poca experiencia siguió esta misma ruta y llegó a la cumbre, no sin esfuerzo pero demostrando su factibilidad. También lo consiguió en solitario la alpinista británica Alison Hargreaves en 1995. Entonces ¿por qué no pudo haberlo hecho cuatro décadas antes Mallory, mucho más experimentado, motivado e ilusionado? Tanto la británica como los chinos afirman que existen las suficientes grietas, repisas y fisuras como para poder ascender con relativa seguridad.
La cámara Kodak
Junto a todas estas conjeturas, hay una prueba irrefutable: la fotografía que pudo haber tomado Mallory desde la cima del Everest. Justo antes de partir Mallory recibió de manos de su compañero Theodore Howard Somervell una cámara Kodak de bolsillo para inmortalizar la primera vista del hombre desde la cima del Everest. No resulta descabellado afirmar que su carrete aún puede ser revelado, ya que la sequedad del aire a esa altura es absoluta y la temperatura tan baja que la película podría haber quedado congelada y estaría, por tanto, posiblemente intacta.
Se trataba de una cámara de escaso volumen, semejante al de una lata de sardinas, que le cabía perfectamente en cualquier bolsillo de la camisa. Se sabe que la llevó consigo porque no se encontró en su tienda junto al resto de sus efectos personales. El único inconveniente es que para utilizarla era necesario abrirla para desplegar el fuelle. A la hora de encuadrar había que situar la cámara a la altura del pecho y mirar hacia abajo por un prisma minúsculo, que otorgaba una imagen invertida. A continuación se accionaba palanquita que liberaba el disparador. Era un proceso algo complejo que adquiría mayor dificultad a 8.850 metros de altitud, con el viento y la nieve azotando la cara, los ojos y la propia cámara, y con los dedos medio entumecidos por el frío incesante. Por ello, esa fotografía es hoy en día una de las imágenes más buscadas del mundo.
Las expediciones organizadas al Everest hasta el momento no han conseguido localizar la cámara de Mallory. Entre sus ropas únicamente se han encontrado unas gafas de sol, un paquete de cartas envueltas en un pañuelo de seda, diversas notas y papeles, un altímetro estropeado, unas tijeras, una navaja plegable, una lata de carne en conserva y un reloj de pulsera… pero ni rastro de la cámara. Una frustración para el equipo de la BBC, que contaba con localizarla, y para el mundo del alpinismo y del misterio, que aún espera a que un montañero se tope por casualidad con esta diminuta cámara. Su interior podría albergar la respuesta final sobre si Mallory e Irvine consiguieron alcanzar o no la cumbre del Everest en aquel lejano 1924.
La cima del Everest: el cementerio más alto
El Everest pasa por ser el cementerio más alto del planeta. Sus hielos guardan decenas de cadáveres de los miembros de antiguas expediciones que jamás fueron rescatados debido a la altura y a las condiciones extremas, que impiden la llegada de equipos de salvamento. Algunos de los cuerpos pueden observarse a simple vista, como el del llamado El saludador, en referencia a la posición en la que se encuentra. Está situado en la cara norte del monte. Otros salen a relucir de la manera más sorprendente.
Es el caso de los integrantes de una expedición comercial que, mientras dormían en su tienda, sintieron bajo sus espaldas lo que pensaron que podría ser una roca. Cuando desmontaron el campamento observaron con horror que habían dormido sobre una tienda en la que yacía un alpinista muerto. Ni siquiera Edmund Hillary, el primer hombre que ascendió ofi cialmente a la cumbre del Everest, se ha librado de la polémica.
La comunidad internacional siempre ha expresado recelo sobre la autenticidad de tal logro, ya que el británico no quiso tomarse una fotografía cuando llegó a la cumbre. Este hecho generó el rumor de que quienes realmente llegaron a la cima habían sido los dos sherpas que le acompañaban. Hillary lo ha desmentido siempre. En sus memorias asegura que le importaba más obtener pruebas fotográfi cas de su llegada a la cumbreque “fotografiarme en la cima de la montaña”. Y es que en la única imagen que inmortaliza aquel momento no aparece Hillary, sino el sherpa Tenzing, sobre el que recayó la acusación de aceptar sobornos para no revelar la verdad
Artículo de Iván Ramila. Más allá de la ciencia nº226