El Pensante

Historia de las posiciones sexuales prohibidas en la edad media

La educación y filosofía de la Iglesia

De alguna manera el género humano logró sobrevivir a la Edad Media, que no es poca cosa si pensamos en toda la literatura que circulaba condenando el acto sexual. Pensadores de la Iglesia como san Jerónimo proclamaban que las relaciones carnales eran “sucias” incluso dentro de los vínculos del sagrado matrimonio: “El hombre prudente debe amar a su esposa con fría discreción – opinaba Jerónimo -, no con cálido deseo. [… Nada más inmundo que amar a tu esposa como su fuera tu amante”.

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El acto sexual con fines de procreación era tolerable, admitían con envidia los santos padres, pero todo aquel que se daba al placer sensual porque se había enamorado o porque buscaba el placer físico se encaminaba  a paso ligero a la condenación. Esta actitud sombría condujo finalmente a que la Iglesia legislara sobre los detalles más íntimos de la vida conyugal. En 1215, el clérigo Johannes Teutonicus fue el primero en anunciar que solo había una postura natural en el coito, lo que hoy llamamos postura del misionero (término acuñado en la década de 1960), que también era óptima para la concepción. Intentar cualquier otra postura era pecado mortal, opinaba Johannes, lo que incluía cualquier forma exótica e innecesaria de estimulación.

Los debates teológicos

Los mejores teólogos pronto comenzaron a dedicar no pocas de sus reflexiones a qué posturas en el coito eran más placenteras – y por ende más maléficas – (con el impedimento de llegar a este tipo de conclusiones basándose en la teoría) y se distribuyeron manuales especiales a los confesores de las iglesias.

Aunque no eran precisamente el Kama Sutra, aquellas summae confessorum describían las posturas transgresoras y prescribían la penitencia para cada una. Alejandro de Hales clamaba contra el coitus retro, la postura desde atrás, por considerarlo pecado mortal, pues era aparearse “a la manera de las bestias”. San Alberto Magno examinó en detalle otras cuatro posturas prohibidas: lateral (de costado), sentada, de pie y por atrás. (Curiosamente, en esta época la sodomía no se consideraba peor si se realizaba con un niño  que con una mujer; no fue hasta 1533, en Inglaterra, cuando se tipificó como delito la sodomía de un hombre con otro hombre.)

Los manuales enumeraban las penitencias recomendadas de pan, agua y abstinencia para los ayuntamientos exóticos.

El castigo para los transgresores

Una tabla comparativa de los castigos incluye los siguientes:

Los teólogos no se ponían de acuerdo en cuanto al castigo que merecía el coitus interruptus, el método de retirada que frustraba la procreación, y proponían penitencias de entre dos y diez años, mientras que el semenem in ore (semen en la boca) podía merecer entre tres y quince años. Pierre de La Padule añadía que el acto sexual durante la menstruación, en las iglesias o precedido de besos y caricias era casi tan malo como las posturas mencionadas más arriba. La masturbación era tan corriente que solo merecía un castigo de diez días en el caso del hombre y treinta días en el de los monjes, pero las mujeres que usaban “artilugios eróticos” hacían penitencia durante un año.

En el siglo XV, a lo que parece, la Iglesia tuvo que renunciar a análisis tan pormenorizados, posiblemente porque los feligreses comenzaban a sacar ideas.

Fuentes:

2500 años de historia al desnudo, de Tony Perrottet
Let me count the ways: Canonists and theologians contemplate coital positions, de James A. Brundage.