Jeanne de Clisson
Piratas
Pocos colectivos han sido más popularizados y romantizados que los piratas, seguramente porque pocos pueden afirmar, como ellos, que son verdaderamente libres. La historia de los piratas, sin embargo, es mucho más cruel y despiadada, pero también más interesante.
Por lo general asociamos los piratas con el Caribe, gracias no sólo a las famosas películas sino a que de hecho el Caribe fue hogar de miles de estos aventureros durante casi dos siglos. En el pasado, otras regiones como el Peloponeso, Tunisia o el Mar de China también habían sido gobernadas por estos personajes.
Hoy hablaremos de una pirata particularmente interesante, no solo por el hecho de ser mujer (que no había muchas) sino por la historia de vida que la llevó a terminar dirigiendo un grupo de renegados:
Jeanne de Clisson
También conocida como “Jeanne de Belleville” (o Juana de Belleville, pero hay que admitir que el nombre suena mucho mejor en francés), Jeanne de Clisson nació en el año 1300 en Bellevile. Hija del noble Maurice IV de Belleville, se casó a una edad muy temprana (12 años) pero su esposo moriría 14 años después y quedaría viuda a sus 26 años. La mujer, ya madura, volvería a casarse con Olivier de Clisson IV, de quien adoptaría el apellido y a quien sería leal hasta el fin de sus días.
Según los relatos disponibles, la pareja era bastante unida y Jeanne encontró en Olivier la compañía y el cariño que nunca había tenido. Fue por ello que cuando la familia se encontró en medio del conflicto de la Guerra de Sucesión Bretona Jeanne hizo todo lo posible por evitar su ingreso. El asunto era inevitable, y al final la pareja terminó aliándose con el bando francés.
Olivier de Clisson IV
En 1342 los ingleses conquistaron Vannes, ciudad que estaban defendiendo Olivier y Hervé VII de León. Ambos comandantes fueron capturados.
Olivier sería el único liberado, a cambio de una suma no tan considerable. Pese a que no existían pruebas, esto llevó a varios miembros del ejército francés a llamarle traidor y a convertirlo en un paria en su propia tierra. Pese a ello, Olivier siguió siempre leal a la Corona francesa, incluso ayudando en la firma de un tratado que, se supone, finalizaba la guerra y brindaba una amnistía a ambos bandos. Poco tiempo después fue de nuevo invitado a suelo francés a participar de un torneo.
Se trataba de una trampa. Una vez en Francia fue capturado y ejecutado por supuesta traición pese a que jamás se presentaron las pruebas. Jeanne, pese a su esfuerzo, no pudo más que llorar la muerte de su esposo.
Imagen de la muerte de Olivier de Clisson IV
Pero con la tristeza creció el odio. Convencida de que el Rey de Francia y los miembros de la nobleza – en particular Charles de Bois, cuya causa habían apoyado en la Guerra – eran culpables de la muerte de su esposo, llevó a sus hijos a observar la cabeza de Olivier y juntos juraron venganza contra la corona francesa y todos aquellos que habían lastimado a su familia.
Temiendo por sus hijos, la mujer vendió de inmediato sus tierras, reclutó soldados que permanecieran fieles a la familia y usó el dinero para comprar 3 barcos de tamaño considerable y una flota capaz de pilotarlos. No satisfecha con ello ordenó que los tres se pintaran de negro (sus velas de un rojo encendido), símbolo del luto de la familia y de la misión que comandaba la recién creada flota pirata. Muerte y sangre serían, desde entonces, sus banderas.
La Flota Negra
El asunto pronto llegó a oídos de la corona inglesa, que ofreció a Jeanne armas y la posibilidad de descansar en suelos británicos. A partir de este momento fue que comenzó la verdadera historia de Jeanne de Clisson, comandante de la temida Flota Negra.
Su modus operandi era temible. Tomaba a los enemigos por sorpresa, dejando siempre uno o dos sobrevivientes con instrucciones de volver a Francia y contar al Rey lo que había sucedido. En pocos años, su apoyo le permitió a los ingleses reconquistar todas las avanzadas francesas en territorio británico: Jeanne siempre seleccionaría aquellas misiones acordes con su promesa de venganza.
Quizás la batalla más conocida fuese la toma de la fortaleza del caballero Galois de la Heuse, en donde se decía que se ocultaba Charles de Bois a quien la mujer consideraba responsable de la muerte de su esposo. El ataque fue rápido… y devastador: toda la guarnición fue completamente aniquilada, aunque el traidor de Bois resultó por no encontrarse allí. En venganza, Jeanne ejecutó personalmente a De la Heuse, un cercano colaborador de De Bois.
Con el tiempo su fama creció. Su flota se convirtió en el terror de los franceses, que veían cada vez más como el control del Canal se les escapaba y sus flotas de aprovisionamiento eran incapaces de abastecer sus dominios en Britania. Con el tiempo, y gracias en gran parte a los constantes ataques de la Flota Negra, toda la presencia francesa en la isla fue destruida.
Y entonces Jeanne puso sus ojos en las costas francesas.
El final
Aunque nunca pudo cumplir su venganza (ejecutar personalmente a Felipe IV y a Charles de Bois) sus acciones si le costaron caro al rey francés, quien se lamentaría en varias ocasiones el haberla convertido en enemiga. Tras varias incursiones exitosas a tierras francesas, Jeanne terminaría por retirarse de la piratería tras haber ganado el nombre de “La Lionesa de Britania”.
Parece ser que fue la muerte del rey, en 1350, lo que la hizo desistir. Aunque no pudo matarlo ella misma, sus acciones le fueron muy costosas y por ello parece haber estado satisfecha y haber considerado que había cumplido su promesa.
Por razones desconocidas decidió casarse de nuevo en 1356, esta vez con Sir Walter Bentley. Moriría 3 años después, en paz, en uno de sus castillos.
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