Realidades paralelas
Una de las preguntas más interesantes relativas a los viajes en el tiempo involucra las posibilidades que ocurrirían cuando un pequeño detalle del mundo pasado se cambiase. ¿Qué sucedería con el mundo presente?
Muchos consideran que sería el mismo y, sin embargo, otro completamente diferente. En otras palabras, pequeños detalles cambiarían los nombres y las fechas, cambiarían algunas fronteras, cambiarían hechos importantes… y sin embargo, el mundo seguiría siendo relativamente el mismo. Las fuerzas direccionadoras de la Historia, muchas de las cuales no comprendemos y en ocasiones ni conocemos, habrían hecho su trabajo con igual eficiencia.
Así, muchas pequeñas naciones habrían sido conquistadas por otros hombres, y lenguajes diferentes habrían tomado forma, pero allí donde los eventos respondían a fuerzas más profundas habrían permanecido inalterados. El mundo sería como el nuestro (con una tecnología avanzada, comunicaciones, etc.), solo que completamente diferente.
Si una persona de ese mundo llegara a esta realidad (o si uno de los nuestros fuera a aquella) seguramente tardaría algún tiempo en notar la diferencia. Es lo que, según se relata, sucedió con aquel extraño caso del Hombre de Taured.
Y es exactamente lo mismo que ocurrió con el Hombre de Laxaria.
El Hombre de Laxaria
El relato es bastante semejante al que ya conocemos del desconocido de Taured, pero previo: el hombre apareció en 1851 en el distrito alemán de Lebas en las cercanías de la ciudad de Frankfort-an-der-Order. Allí fue encontrado por las autoridades que, suponiendo que se trataba de un posible criminal, decidieron interrogarlo.
En una lengua semejante al alemán – apenas inteligible para los oficiales – el hombre respondió que se encontraba de viaje en aquellas regiones y que venía de un país llamado Laxaria. A la cara de extrañeza con que le respondieron indicó que se encontraba en la región de Sakria… lo cual sólo generó más cejas levantadas.
Pronto quedó claro que algo raro estaba sucediendo. El hombre decía hablar tres idiomas: laxariano, abramiano y, bueno, alemán, pero una variedad del alemán que parecía más bien un dialecto: no conocía, según afirmó los idiomas que resultaban comunes en aquella época y jamás había oído hablar de Francia o de Turquía.
El hombre continuó su relato por algún tiempo para asombro de los allí presentes, que no podían entender de dónde había salido. Detalló con gran precisión la geografía de su país e incluso refirió y describió extensivamente su religión, a la que llamo Ispatiana. Joseph Vorin (nombre con el que se identificó cuando fue puesto bajo custodia) afirmó que se encontraba allí buscando a su hermano perdido, pero que un incidente con unos asaltantes lo había dejado desprovisto de bienes en ese territorio.
Según parece, al final fue tal su discurso que terminó por convencer a sus captores y fue dejado en libertad. Nada volvió a saberse del hombre.
Imagen: enigma900.blogspot.com.co