Monstruosidades del Pacífico Sur
Hace poco más de una década, el primero de marzo de 1999, la Administración Oceánica y Atmosférica Nacional Estadounidense (NOAA por sus siglas en inglés) detectó un poderoso sonido proveniente de las profundidades de la antártica. El sonido fue suficientemente poderoso para ser detectado por todas las estaciones del sistema de escucha del pacífico ecuatorial, y se asemeja, tenebrosamente, al de algún animal submarino.
Sorprendentemente, no es la primera vez que algo así sucede. Apenas 2 años antes y alrededor de 1500 kilómetros al sur, en los mares antárticos apareció el misterioso “Bloop”. Se trataba de un sonido extremadamente poderoso que, al igual que Julia, se asemejaba al de algún gigantesco animal que viviera en las profundidades del océano. A lo largo del siglo XX varias veces se han escuchado sonidos semejantes, en su mayoría provenientes del pacífico sur, de donde se conoce el calamar más grande del mundo: el calamar colosal.
La primera teoría de los investigadores con respecto a Julia implicaba un gigantesco desprendimiento de un iceberg gigante y/o el sonido de su deposición en el fondo del mar. Esta teoría, con la cual se justifican prácticamente todos los eventos de este tipo, es rechazada por muchos investigadores bajo el argumento de que sonidos semejantes provenientes de las superficies heladas del hemisferio norte no se han escuchado, al menos no en las magnitudes de sus homólogas del pacífico sur. Si bien no se ha aceptado que dicho sonido provenga de un animal, son muchos los que afirman que este es el caso.
¿Podría tratarse de un ser vivo?
Sus argumentos parten del supuesto de la riqueza y la magnitud de los mares antárticos. Especies desconocidas hasta hace poco, como el calamar colosal (que puede superar los 15 metros de longitud y los 500 kilogramos de peso) o el tiburón somnoliento (que supera los 5 metros, acercándose al tamaño del gran blanco) demuestran que un animal gigante con bajos niveles de metabolismo puede sobrevivir oculto en las profundidades. El problema es que Julia tendría que ser muchísimo más grande que cualquiera de estos animales… superando la viabilidad de un organismo marino (debido a las ingentes cantidades de alimento que requeriría).
La alternativa propuesta, en caso de que se trate de un ser vivo, sería que se tratara de un superdepredador, cima de la cadena alimenticia y caracterizado por un lentísimo metabolismo, quizás viviendo más de 100 años. La riqueza de los mares antárticos podría ser suficiente para alimentar una población de estos animales – siempre y cuando no sean a su vez presa de otros más grandes –. Varias teorías se han propuesto, pero normalmente priman la de un calamar gigantesco, quizás de más de 40 metros de longitud, o la de un pez inmenso de menor tamaño (quizás rondando los 25 metros).
En ambos casos se esgrime como prueba, además de los misteriosos sonidos, la presencia de cicatrices en los gigantescos cachalotes machos que indicarían la existencia de gigantes en las profundidades (donde cazan estos titanes) y los testimonios de marinos que de vez en cuando alegan haber visto criaturas semejantes. Sin embargo, de existir, tal criatura podría estar en grave peligro de extinción y sin lugar a dudas conseguir un espécimen para estudiar sería extremadamente complicado.
No es la primera vez que un sonido semejante aparece en los océanos. Dos años antes un gigantesco estruendo conocido como el Bloop también sacudió los océanos del pacífico sur, en una región sospechosamente cercana a la de Julia. Algunos especulan sobre una posible relación entre los dos sonidos.
Julia, junto con los demás sonidos del pacífico sur y de los mares antárticos, nos sirve como recordatorio de nuestra pequeñez, y de la inmensidad del mundo en el que vivimos, en el que el océano (75% de la superficie terrestre) permanece grandemente inexplorado.
Pueden escuchar el misterioso sonido haciendo click en este enlace.
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