Dinosaurios
Uno de los temas más fascinantes del conocimiento moderno es el relativo a la larguísima edad de la Tierra y a todos los seres que nos precedieron. Desde los antiguos artrópodos gigantes del periodo cámbrico hasta los magníficos mamíferos titánicos de hace unos pocos miles de años, es un tema que resulta extremadamente interesante en toda su extensión.
Pero hay un tipo de animales que se han popularizado mucho más que cualquier otro: los dinosaurios.
Es fácil entender por qué. Tanto los herbívoros más grandes (los saurópodos, de cuyo gigantesco tamaño ya hablamos aquí) como los carnívoros gigantes (de los cuales el Tiranosaurio Rex es el más conocido, pero dista de ser el único) destacan por sobre cualquier otro animal de periodos previos o posteriores y hacen palidecer a los mamíferos más grandes en comparación. En los aires los pterosaurios (aunque no fuesen dinosaurios, eran reptiles) alcanzaron tamaños jamás igualados por ningún ave, y en los mares los plesiosaurios e ictiosaurios también crecieron mucho aunque las ballenas modernas sí lograron superarlos.
Los dinosaurios son casi universalmente encantadores para los niños y generan fascinación aún en muchos adultos, pues son una muestra de lo terrible que puede volverse el mundo. Pero, ¿y qué tal si jamás hubiesen existido?
La Conspiración
Varias fuentes afirman que los dinosaurios fueron, en verdad, una creación del siglo XIX. Que las pruebas de su existencia han sido en gran medida falsificadas y que jamás existieron en realidad. Veamos sus argumentos.
El primero se refiere a la (cuanto menos) curiosa coincidencia de la aparición de miles – o decenas de miles – de restos en un periodo extremadamente corto justo a tiempo para justificar las recientes teorías de animales antiguos desconocidos para prácticamente todas las civilizaciones de la humanidad.
Este es el segundo punto: el hecho de que en la Historia – que sepamos – jamás se consideraron los fósiles como la prueba de que en el pasado hubiesen existido gigantescos animales. En las leyendas de algunos nativos existían animales de este tipo y en muchos casos coinciden con evidencias recientes, pero jamás se habló de dinosaurios o algo parecido en, digamos, las culturas indígenas norteamericanas. Luego, en un periodo muy corto de tiempo, el terreno en el que ellas habían habitado por milenios se volvió un productor en masa de fósiles.
Y luego viene un tercer argumento: el altísimo precio de los fósiles y el prestigio que conllevaban. Muchísimos paleontólogos del siglo XIX desarrollaron elaborados engaños que solo serían descubiertos años después y en ocasiones les brindaron millones de dólares en compensación: por ejemplo, de las 156 especies de dinosaurios descubiertas por los paleontólogos Edward Cope y Othniel Marsh solo 32 se consideran legítimas en la actualidad y algunas parecen haber sido elaboradas falsificaciones; hay que aclarar que ambos científicos tenían una obsesión enfermiza por destruir al otro y convertirse en más importante (por lo que las falsificaciones serían algo natural).
Edward Hope y Othniel Marsh
Un último argumento se refiere a que la mayor parte de los fósiles son reconstrucciones y que se han elaborado usando supuestos fósiles originales que nunca están en exhibición. Así mismo, gran parte de los dinosaurios se reconstruyen con base en poquísimos restos y asumiendo muchas cosas, en particular la semejanza con otros que se han hallado antes.
¿Podrían no haber existido?
Los argumentos que se presentan tienen muchísimo sentido… en lo que respecta al siglo XIX. En aquel periodo poco se sabía del pasado y muchos fraudes – impensables con la tecnología actual – serían relativamente fáciles de hacer. Sumémosle esto al prestigio de la paleontología y el dinero derivado de los fósiles y entenderemos hasta dónde pudo llegar la falsificación.
Pero en el siglo XX las cosas cambian. Aunque gran parte del conocimiento de los dinosaurios se heredó del XIX, muchas otras cosas se descubrieron exclusivamente en aquel periodo con nuevos métodos a nuestra disposición: en particular aquello de la datación por radioactividad hace una diferencia importante pues la fecha de los fósiles se vuelve mucho más difícil de refutar.
La mayor parte de los fósiles exhibidos no son originales
Ahora, si en verdad los dinosaurios no existieron y fueron creados de manera total (y no solo parcial) en el siglo XIX, es comprensible que el engaño haya sido llevado a nuevas alturas en el XX en vista de los dividendos económicos que representa. La industria del entretenimiento (ya sea en forma de parque temáticos, juguetes, documentales o películas) presenta ingentes ganancias gracias a la existencia de estos animales.
Esta lógica se queda corta, sin embargo, en el tema de la comunidad paleontológica profesional y amateur. Como lo veíamos en el artículo relativo a la Matemática de las Conspiraciones, es improbable que un asunto que envuelve a millones de personas en el mundo se mantenga oculto por un tiempo de años y no digamos de décadas. El engaño, si existe, tendría que haber sido cuidadosamente elaborado por un número más limitado de individuos incluyendo el posicionamiento de estos fósiles en los lugares en los que fueron hallados posteriormente.
Es posible, no hay duda, pero no sabemos qué tan probable. Y personalmente, los dinosaurios me gustan mucho como para admitir – ante la ausencia de pruebas fehacientes – que son un invento del siglo XIX.
Imágenes: 1 y 3: atlanteanconspiracy.com, 2: slate.com