Mucho se habla acerca del perdón. Se pide perdon, se condede perdón, pero ¿realmente se perdona? Y ¿hasta qué punto se debe perdonar? ¿Puede la ley del perdón realmente interrumpir la cadena del dolor?
Si a ti te dan una bofetada, POR LEY tienes del derecho de devolverla. Pero cuando esto pasa la otra persona no te va a decir: “hermano, ya estamos a pases, démonos un abrazo”. Todo lo contrario, querrá darte otra más fuerte. Y así iniciarás una guerra en tu vida, y llegará el momento en que querrán matarse… es como una bola de nieve: a medida que rueda más crece.
Entonces ¿en qué consiste la ley del perdón? Si a ti te dan una bofetada, PERDONA, NO LA DEVUELVAS. Esto hará imposible que la otra persona tenga derecho de volver a alzar la mano contra ti. Así se corta esa cadena absurda del dolor (pero para poder perdonar tendrás que morir intensamente a nivel psicológico, pues no se trata sólo de decir: yo te perdono).
Pero analízalo más ¿por qué te han dado una bofetada? Debe haber una causa. No busques responsables en otro lado, no busques evasivas. Eres tú, y nadie más que tú el responsable de tu dicha o tu desdicha.
Es tan complicado llegar a la absoluta certeza de que nosotros somos los únicos culpables de aquello que nos sucede, pero cuando llegamos a esa certeza absoluta, nuestra vida se hace más fácil y ya no buscamos culpables afuera. Bien lo ha dicho Osho, uno de los pensadores más profundos del siglo pasado:
Si sufres es por ti,
si te sientes feliz es por ti,
si te sientes dichoso es por ti.
Nadie más es responsable de cómo te sientes,
sólo tú y nadie más que tú.
Tu eres el cielo y el infierno también.
Si alguien me da una bofetada, ha de ser por algo. Realmente porque yo lo he permitido o lo he buscado, porque es improbable que alguien me abofetee así porque sí, sin causa alguna (a menos que tenga algún problema mental).
Si yo no devuelvo esa bofetada, la situación debe terminar ahí. Pero ¿qué sucede si esa persona desea darme otra bofetada? Aquí debemos aplicar al adagio popular que dice «mansos, pero no mensos». Aunque la mayor de las veces este adagio se utiliza para justificar algún plan de venganza y de revancha.
Si una persona con algún problema mental me da una bofetada, deberé perdonarle a razón de ello mismo. Pero qué ¿pasa si me da otra bofetada? ¿De quien es la culpa? ¿De él o mía? La respuesta es que la culpa es mía, por permitirlo, PORQUE HE SIDO TONTO y habiendo dado cuenta de la situación no tomé las acciones necesarias para que no se volviera a presentar.
Sin embargo, esa ley del perdón tiene un límite. LA VIRTUD MISMA TIENE UN LÍMITE pues si una persona viene a violar a mi esposa y mi hija sería estúpido darle bendiciones diciéndole «siga hermano, Dios te bendiga». En este caso DEBO HACERME MATAR SI ES PRECISO POR DEFENDER A MI FAMILIA. Eso es lo correcto. Aquí no hay margen de perdón. Y debemos aprender a defendernos en lo posible, sin herir, sin dañar a nada ni a nadie (aunque no siempre será posible).
Ante dos males inevitables, siempre debemos optar por el que menos mal genere.