El hombre más tacaño del mundo fue uno de los más multimillonarios que haya existido. Pero realmente la tacañería no sólo afecta al género masculino, sino que también a ellas les suele afectar. Por eso traemos en esta ocasión, a “la mujer más tacaña de la historia”.
«La bruja del Wall Street»
Su nombre era Hetty Green y al igual que algunos otros magnates, lo único que le preocupaba era acumular más y más riquezas, pero no gastar dinero ni disfrutarlo, porque su mayor placer estaba en acaparar. Obviamente, cada centavo era demasiado cuidado y celado por esta mujer. Pudiendo comprar todos los autos que quisiera, vivir en las mansiones más lujosas y viajar por el mundo entero, prefirió invertir su existencia, en aumentar sus arcas solamente.
A Hetty Green la apodaban “la bruja de Wall Street”, pues contaba con una suerte increíble para las inversiones de la bolsa, que le multiplicaban exorbitantemente su dinero, pero al notar que no gastaba ni si quiera en ella misma y al ser tan popular por las enormes cifras que obtenía, los Guinness Records le otorgaron el título de “la mujer más tacaña del mundo”.
Se colocaba la misma ropa todos los días y no era precisamente, la mejor. En realidad eran auténticas vestiduras de personas que se hayan en la mendicidad. Por si fuera poco, sus alimentos iba a recibirlos en instituciones sociales que brindaban comida a los más necesitados. Su hogar no era lo que pudiese ser acorde con la tamaña fortuna que poseía, sino que al contrario, era una humilde y barata pensión, en la periferia de Manhattan, Estados Unidos.
Pero a pesar de su apariencia paupérrima, se relacionaba con los hombres más influyentes y adinerados de la sociedad, quienes respetaban y temían a Hetty Green, pues su carácter era muy fuerte y dominante, sobre todo a la hora de cobrar cuentas a sus deudores; era capaz de todo por recuperar hasta el último céntimo, sin importar el método. Prácticamente, su dios era el dinero.
Amputaron la pierna a su hijo por su tacañería
En una ocasión, su avaricia fue tal que llegaron a amputar la pierna de uno de sus hijos, porque éste sufrió un accidente de consideración, en el que su rodilla resultó muy afectada y la señora Green prefirió abstenerse de llevarlo a un hospital, para ahorrarse esos costos y optó por adoptar el papel de médico y procedió a efectuar algunas curaciones, que obviamente no sirvieron en absoluto, sino que por el contrario, este proceder conllevó a que la pierna se gangrenara y obligatoriamente, tuvo que ser cortada.
No hubo un solo día en que su extrema codicia y tacañería no se manifestara en cada detalle. Ni si quiera cuando ella enfermó, quiso que se invirtiera dinero en enfermeras que la cuidaran y murió a los 81 años, en una pobreza casi miserable, pero paradójicamente, poseyendo una fortuna de las más cuantiosas que alguien pudiera amasar.
Esta mujer inspiró a muchos filósofos y pensadores, para exponer lo que siempre se ha enseñado en la sabiduría profunda de los pueblos y de las épocas: que finalmente, la muerte reducirá todo a cenizas y el tiempo de acaparar riquezas terrenales será un tiempo muy valioso desaprovechado. Tal cual lo expresó Homero, el antiguo escritor griego cuando dijo: “Prefiero ser un mendigo en la tierra, que un mendigo en el cielo”.
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