Normalmente, un bebé dura nueve meses en formarse en el vientre de su madre. Aunque existen muchos que nacen de siete u ocho meses. Pero que un feto dure casi 60 años dentro de una mujer, es unas de las cosas más insólitas del mundo.
Esta es la historia de Zahra Aboitalib, una ciudadana de Huangjiaotan, China, quien en 1948 pretendía dar a luz, pero al llegar al hospital y presenciar el deceso de una mujer que había sido operada por cesárea, decidió irse del centro de salud y retornar a su pequeño poblado para que naciera su hijo.
Embarazo ectópico
Pero con los días, los dolores de parto desaparecieron y Zahra consideró que su bebé permanecía dormido. Pero pasaron las semanas, los meses y hasta los años y el primogénito jamás salió del vientre; sin embargo, la mujer siempre pensó que su hijo dormía profundamente en su interior. Siempre anduvo con el estómago abultado, pero nunca nacía.
Cuando la mujer cumplió 75 años, volvió a experimentar los dolores de parto, por lo que se dirigió inmediatamente al hospital y esta vez, para quedarse. De tal modo que los galenos resultaron descubriendo un raro caso de “embarazo ectópico” o lo que equivale a la parte externa del útero.
En consecuencia, Zahra debió ser sometida a una operación quirúrgica que duró alrededor de cinco horas, en la que se le extrajo un feto que había fallecido casi medio siglo atrás. Los médicos no lograban explicarse la manera como la protagonista de esta historia, cargaba un bebé muerto en su cuerpo y nunca haber sido expulsado por el mismo organismo.
«Los bebés de piedra»
En principio, ni la mujer ni su familia contaban con los recursos para pagar la costosa operación; sin embargo, el caso era tan raro que los mismos médicos se encargaron. “Normalmente un feto muerto se cae solo”, comentó Liu Anbin, uno de los doctores que la atendió y quien quedó bastante sorprendido por el fenómeno inusual.
De acuerdo con las publicaciones de la “Sociedad Real de Medicina”, así como este caso, se han registrado cerca de 210 más en diversos lugares del mundo. Algunos llaman a estos fetos que nunca vieron la luz del sol, como lithopedions o “bebés de piedra”.
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