El cuerpo humano puede dormir poco, pero no dormir nada acarrea la muerte
Las terribles consecuencias de la privación del sueño
El sueño es uno de los misterios más subvalorados y, a la vez, más interesantes de la naturaleza. ¿Qué llevó a la evolución a determinar que una cantidad determinada de tiempo los organismos no deberían realizar actividad alguna? ¿Se trató, acaso, de una decisión consciente, tomada quizás por un ser superior… o por varios? ¿Qué sentido tiene, en términos biológicos tanto como filosóficos, el permanecer inactivo por casi una tercera parte de nuestras vidas?
La respuesta corta es: no lo sabemos. La respuesta larga requeriría una elaboración que excede las intenciones de este artículo (seguramente escriba uno sobre el tema en el futuro cercano). Lo importante aquí es que el sueño existe… y que las consecuencias de omitirlo pueden ser terribles.
Ya vimos en estas páginas el relato del Experimento Ruso del Sueño, una de las creepypastas más conocidas y, a mi parecer, una de las mejores. En ella se relata la historia de unos sujetos que se ofrecen a demostrar los efectos de la total ausencia de sueño en los seres humanos (no diré más con ánimos de evitar el spoiler). Aunque supuestamente ficticia, esta historia ilustra bien el temor a los desconocidos dominios de la perpetua vigilia.
Sin embargo, unos pocos han pasado por estos reinos. Algunos de manera voluntaria y por un periodo de tiempo limitado (de quienes hablamos en este artículo sobre las consecuencias de no dormir), otros de manera involuntaria y sin que jamás terminase su pesadilla (a causa del Insomnio Familiar Fatal, enfermedad que tratamos en este otro artículo), en ambos casos quedó claro que la pérdida de sueño lleva a la locura, a la posterior destrucción del cuerpo… y a la muerte. Es imposible vivir sin dormir como lo es vivir sin comer (¿o no?) o sin respirar.
Pero entonces, ¿cómo es posible que una mujer pasara 30 años sin dormir?
“Senora Inés Fernández”
El nombre aparece tal y como fue escrito en The Fortean Times, una revista británica que publicó en 1975 la historia de una mujer que, según todas las evidencias, llevaba más de 30 años sin dormir. De acuerdo con el relato, la peculiar situación de la mujer habría comenzado el 8 de julio de 1943 cuando, en la puerta de su cabaña en Sierra de Fuentes, en las cercanías de Cáceres, bostezó.
Quienes sufren normalmente de insomnio tienen muchos problemas de salud derivados de ello. Inés no tenía ninguno.
No fue cualquier bostezo el que la dejaría 3 décadas sin poder conciliar el sueño. Según relata, se encontraba viendo una procesión religiosa y sintió una urgencia inminente, casi angustiante. El bostezo fue acompañado de un agudo dolor en su cabeza que la atravesó como si fuera una lanza… y a partir de entonces, el sueño se volvió poco más que un recuerdo.
Inés Fernández jamás sufrió las consecuencias humanas de no ser capaz de dormir. Pasaba las noches, una tras otra, observando a su esposo dormir y esperando la llegada de la mañana. Y fue precisamente la muerte de su esposo la que la convirtió en una noticia, pues las noches de soledad terminaron por llevarla a la desesperación:
Hubo largas noches agonizantes sentada en mi silla, junto a la cama, mirando a mi esposo dormir ruidosamente. Ahora él se ha ido y no puedo soportar la terrible soledad de la noche.
Sería el neurocirujano Padios Abril quien la tratase y afirmara, con sorpresa, que nunca en su vida había visto un caso semejante. Pese a las intenciones del médico, Inés jamás pudo ser trasladada al Reino Unido o los Estados Unidos – donde había especialistas capaces de tratar su caso – y murió eventualmente en su natal España.
¿Es posible vivir sin dormir?
Lo diré sin rodeos: hay dos opciones. O bien la historia es falsa e Inés podía dormir, o ella no era humana.
No lo digo en el sentido biológico del término… aunque podría ser, claro. Lo digo más como una alusión a aquello que nos hace humanos, y que a mi parecer incluye la necesidad básica, biológica, de dormir.
Rebuscando entre fuentes que traten su caso, hay algunos que consideran sencillamente imposible que sea cierto y otros que acusan a los primeros de tener una mente particularmente cerrada, de ser incapaces de ver más allá de los límites físicos del cuerpo:
Cuando hablamos de cosas de naturaleza espiritual, he terminado por cansarme de aquellos que tratan de reducir las cosas a una razón conocida solo con el objetivo de comprenderlo y sentirse cómodos con ello [… El insomnio total… es espiritual en su naturaleza e involucra entrar en contacto con el Universo. Uno no se siente cansado en los más mínimo (los chakras están abiertos, especialmente los de la corona y el tercer ojo).
Resumiendo un poco, el artículo habla de una experiencia personal semejante a aquella de Inés, solo que mucho más consciente y debida deliberadamente a la meditación. Así mismo, asegura que dormir termina por volverse un hábito… por el simple hecho de que permanecer despierto puede ser molesto para los demás.
Es lamentable que la persona no brinde más información, un contacto, algo que permita verificar la historia, pero no cabe duda de que es interesante. ¿Acaso sufrió Inés una revelación semejante? ¿Fue tocada por la divinidad durante aquel desfile religioso, pero no fue capaz de comprender su propia grandeza? Todo lo que aparece de esta particular mujer genera más preguntas que respuestas.
Fuente de imágenes: 1: muyinteresante.es, 2: trastornosdeansiedad.wordpress.com, 3: nutriemocion.net