De nuevo en Marte
Las recientes misiones de la NASA y la ESA (Agencia Espacial Europea, por sus siglas en inglés) nos han brindado más información del Planeta Rojo de la que habíamos obtenido en medio siglo. Gracias a las sondas, los rovers y en general al creciente interés en la investigación espacial hoy comprendemos mucho más de lo que comprendíamos hace 20 años de las dinámicas de aquel mundo.
Una de las cuestiones más intrigantes del Planeta Rojo es su naturaleza árida. Se supone, de acuerdo con todos los hallazgos, que hace algún tiempo (seguramente centenares de millones de años) había un océano en la región norte del planeta y todavía quedan remanentes de la atmósfera que en algún momento tuvo que ser lo suficientemente densa para tener un clima semejante al terrestre.
Siempre se había pensado que un cataclismo – del tipo de la colisión de un asteroide o un cometa gigante – había sido el culpable de que Marte perdiera su atmósfera. Sin embargo, recientes evidencias de la NASA parecen indicar un proceso mucho más gradual que involucraría la destrucción, poco a poco, de la atmósfera desde la creación misma del planeta.
El viento solar, el gran culpable
Se conoce como “viento solar” consiste en grupos de electrones y protones expulsados del sol a altísimas velocidades y temperaturas: el viento solar débil fácilmente alcanza los 400 km/s, el fuerte duplica esta velocidad. Dependiendo de la actividad solar, el viento será de una u otra categoría. Cuando vemos la cola de un cometa estamos en verdad viendo los efectos del viento solar que “arranca” vapor de agua y trozos del cuerpo.
El proceso no habría sido inmediato. A lo largo de miles de millones de años, oleada tras oleada del viento solar habría reducido la atmósfera marciana a una nimiedad y sus reservas de agua se habrían evaporado rápidamente ante las menores presiones. Pronto el planeta se habría convertido en un gigantesco desierto.
Esto se descubrió gracias a la misión MAVEN, una sonda espacial diseñada por la NASA para estudiar la atmósfera marciana que tenía el objetivo específico de determinar la causa de la desaparición de su océano.
Pues bien, el proyecto parece haber logrado su objetivo. Análisis de la atmósfera marciana indican que el ritmo de desaparición de la misma aumenta mucho durante las temporadas de viento solar alto, lo que indicaría que seguramente este factor tuvo mucho que ver en la desaparición de los océanos marcianos.
De acuerdo con los investigadores, el fenómeno habría sido incluso peor en los inicios de la vida en el Sistema Solar ya que en aquel entonces el Sol, al ser una estrella joven, emitía vientos mucho más energéticos. Es posible que Marte perdiera su atmósfera en un tiempo relativamente corto, de unos centenares de millones de años… o incluso menos.
Pero entonces ¿por qué nuestra Tierra mantiene su atmósfera? La respuesta es simple: la Tierra consta de una gran ventaja de la que carece Marte: un campo magnético generado por la rotación de su núcleo metálico que genera una especie de “barrera” contra los vientos solares. Si bien el efecto no es absoluto (y prueba de ello son las auroras boreales allí donde el campo es más débil), es poco probable que la Tierra pierda una porción considerable de su atmósfera en los 5.000 millones de años que le quedan de vida al Sol a menos que ocurra algún cataclismo.
Así que ahí lo tienen. Parece ser que por fin sabemos por qué Marte murió y nosotros seguimos con vida.
Fuente de imágenes: mars.nasa.gov