El agua, eterno problema
La disposición de suficiente agua dulce para cubrir las necesidades de la humanidad es uno de los problemas más acuciantes de la modernidad, en particular del futuro cercano. Pero, aunque no lo parezca, este ha sido un eterno problema de la Civilización humana.
En tiempos antiguos, el agua era un recurso fundamental que debía ser controlado para garantizar el buen rendimiento de los cultivos. En regiones fértiles (hogar de las primeras civilizaciones) como Egipto, el valle del Indo o Mesopotamia, el control de los cauces fluviales se convirtió en una prioridad para estas sociedades que dependían completamente del agua para sus cultivos.
En la actualidad, pese a que hemos aumentado de manera dramática la demanda, también hemos construido infraestructura que nos permite aprovechar al máximo los recursos hídricos (en detrimento, eso sí, de otras especies). Y esta gran inversión se realiza cuando junto a las costas, donde se ubican en su mayoría las grandes urbes, hay una impresionante cantidad de agua.
Desalinización
Pero claro, el agua salada no es aprovechable por los seres humanos y los procesos para convertirla en agua potable suelen ser bastante costosos. Por esta razón, incluso en las costas desérticas se convierte en prioridad, a toda costa, la obtención de agua potable proveniente de las tierras continentales.
Las nuevas tecnologías han abaratado el precio de la desalinización, pero sigue siendo demasiado costosa en términos absolutos para que pueda aplicarse en muchas de las regiones donde poblaciones pobres no tienen acceso al agua potable. Es por esto que un equipo de científicos de GE se encuentra trabajando en la creación de un nuevo concepto de planta desalinizadora que abarataría los costos en un 20%, volviendo cada vez más accesible esta tecnología. Y lo especial: la planta cabría en la palma de una mano.
El Proyecto
Todo comenzó con un proyecto de GE para construir una minúscula turbina de vapor usada para la generación eléctrica. Mientras que una turbina normal tenía el tamaño de una casa o un edificio pequeño, una de las nuevas construcciones cabía en la palma de una mano.
Esto se coordinó casi por casualidad con un proyecto diferente. Doug Hofer, líder de este proyecto, era un experto en temas de petróleo y gas y se encontraba trabajando en el tema de la extracción de gas natural a pequeña y micro escala. Para ello había realizado la reducción de una Turbina para la condensación del gas en la extracción.
Entretanto, Vitali Lissianski, miembro de la misma empresa, estaba buscando una manera de abaratar los costos de desalinización. Aconsejado por un colega, se encontró con la turbina de Hofer y juntos pensaron cómo modificarla para la nueva función que tenían por delante.
El concepto es simple, pero revolucionario. Tradicionalmente se evapora el agua de mar y luego se vuelve a condensar, sin sal, ya que la sal no se evapora en la primera fase.
Lo que Hofer y Lissianski pensaron es congelar el agua, en vez de evaporarla, usando los mismos sistemas de la turbina que tradicionalmente sirven para condensar. Al hacerlo se separarían ambos componentes como sólidos: la sal y el agua, y sería más fácil de manipular el agua dulce que se obtendría como resultado.
Implicaciones
La miniaturización de las tecnologías no solo las democratiza, sino que va detrás de una verdadera revolución social y cultural. Buenos ejemplos son la tecnología (con los microchips) y la medicina (con pequeños aparatos de medición que hace una generación ocupaban una habitación): en ambos casos hacer las cosas más pequeñas ha reducido costos y llevado tecnologías a lugares remotos.
Hoy, ni siquiera los Estados Unidos están libres de la sequía. Ya hablamos aquí de los problemas en California, donde una sequía lleva ya 4 años. Y claro, el estado, en las costas del océano Pacífico, no ha podido aprovechar el agua del gran mar.
Pero es posible que con esta invención, pueda hacerlo.
Fuente de imágenes: mms.businesswire.com